Cartas al director

Accidente real

Tras un drama como el que ha segado la vida del pequeño Miguel en la Cabalgata de Reyes Magos, mil y una interrogantes nos asaltan impotentes. En un primer momento de desconcierto tendemos a derivar lecciones morales de estas terribles desgracias. Es una reminiscencia judeocristiana muy arraigada en la que no cabe más que la resignación.

Una segunda aproximación, consecuencia de un importante desarrollo del conocimiento científico y una creciente secularización, lleva a considerar este tipo de fenómenos como simples accidentes. ¿Tratamos con estas respuestas de eludir nuestras responsab...

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Tras un drama como el que ha segado la vida del pequeño Miguel en la Cabalgata de Reyes Magos, mil y una interrogantes nos asaltan impotentes. En un primer momento de desconcierto tendemos a derivar lecciones morales de estas terribles desgracias. Es una reminiscencia judeocristiana muy arraigada en la que no cabe más que la resignación.

Una segunda aproximación, consecuencia de un importante desarrollo del conocimiento científico y una creciente secularización, lleva a considerar este tipo de fenómenos como simples accidentes. ¿Tratamos con estas respuestas de eludir nuestras responsabilidades? Entre el acto divino y el accidente, ¿dónde colocamos el “acto humano”? ¿Lo camuflamos bajo el parapeto de la fatalidad? No deberíamos minimizar el factor humano que subyace en todo accidente. En palabras del filósofo Stanley Cavell, “al no ver nuestras manos en lo que está ocurriendo llamamos a ciertos sucesos accidentes’ cuando son la inevitabilidad de nuestros proyectos”.

Con unas simples vallas, que hubiesen impedido el acceso de los niños a las carrozas reales, hoy tendríamos a Miguel entre nosotros. ¡Descanse en paz!— Francisco Paz Baeza.

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