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La UE aprieta el paso con el euro digital mientras la banca busca el encaje de sus sistemas de pago electrónicos

Las entidades privadas también temen que sus márgenes se reduzcan y haga menos rentable su negocio, en una carrera marcada por la irrupción de las ‘stablecoins’ o criptodivisas estables

Solo ha sido la adjudicación de los proveedores para el desarrollo tecnológico de cinco componentes del euro digital por parte del BCE, a la vez que el mismo banco central publicaba un documento con los resultados de un estudio de dos grupos de trabajo sobre, de nuevo, el euro digital. Apenas dos detalles, dos pasitos adelante. Pero suficientes para demostrar que la divisa digital se ha convertido en una ...

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Solo ha sido la adjudicación de los proveedores para el desarrollo tecnológico de cinco componentes del euro digital por parte del BCE, a la vez que el mismo banco central publicaba un documento con los resultados de un estudio de dos grupos de trabajo sobre, de nuevo, el euro digital. Apenas dos detalles, dos pasitos adelante. Pero suficientes para demostrar que la divisa digital se ha convertido en una prioridad en la agenda financiera y política de la UE. Lo habían hecho ya los ministros de Finanzas hace dos semanas en Copenhague, cuando acordaron que iban a compartir con el BCE quién decide los límites de tenencia del euro digital. Y antes de acabar este mes lo va a hacer el Parlamento Europeo, que tendrá listo el informe del ponente sobre el texto legal de esta iniciativa. El proyecto, pues, va cogiendo velocidad mientras la banca asume ya que el euro digital, una versión digital del dinero en efectivo emitido por el BCE que servirá para efectuar pagos y transferencias con funcionalidades que ahora no existen, es inexorable. Así, empieza a tomar posiciones ante el temor de que esta iniciativa merme su negocio.

Han pasado más de dos años desde que la Comisión Europea puso sobre la mesa los textos legales del euro digital, iniciativa que no fue plato de gusto para el sector pero, como admiten muchos de sus representantes, hasta entonces la banca había hecho poco por desplegar un sistema de pagos europeo que permitiera al Viejo Continente alcanzar la soberanía en unos sistemas de pago dominados por compañías de EE UU (sobre todo a través de Visa y Mastercard). La sacudida geopolítica que ha traído la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca ha hecho mucho por reforzar este argumento, habitual en los despachos de Fráncfort y Bruselas y que esta misma semana ha esgrimido Fabio Panetta.

En los últimos meses ha brotado otro motivo de peso: crear un escudo contra las stablecoins, monedas digitales privadas y basadas en la misma tecnología que las criptodivisas, pero respaldadas por monedas reales (dólares, principalmente, o euros) y con su mismo valor. De momento se usan masivamente en el ecosistema cripto, donde son el equivalente al efectivo, pero tienen el potencial de crear un sistema financiero paralelo, una perspectiva que tampoco se ve igual a ambos lados del Atlántico. Con otras palabras lo señalaba el martes, Fabio Panetta, el miembro del consejo de Gobierno del BCE encargado del proyecto: “Con la creciente digitalización de los pagos minoristas cotidianos, el papel del dinero físico del banco central se está reduciendo, lo que genera riesgos para la competencia, la inclusión, la resiliencia y la soberanía monetaria”.

Por todo esto, desde las instituciones de la UE se busca acelerar la adopción del euro digital y que conviva con otras iniciativas privadas, como Bizum, para construir una red paneuropea de pagos. Pero el incentivo económico para los bancos es escaso, aunque serán ellos los que jugarán el papel de intermediario entre el BCE y el ciudadano. El desarrollo de la infraestructura necesaria requiere movilizar equipos y realizar inversiones millonarias, y la rentabilidad de estas operaciones no está clara. Es por ello que, a su vez, el sector está acelerando para que su alternativa privada llegue antes que el euro digital. Fuentes de las instituciones europeas, en cambio, no lo ven así y explican que cuando el euro digital se use como medio de pago, por ejemplo, cobrarán una comisión del comercio, como ahora sucede con las tarjetas de crédito.

Las fuentes bancarias consultadas asumen que el proyecto del euro digital se aprobará y que deberán facilitar su distribución y uso por parte de los ciudadanos, pero reclaman que se aprovechen las infraestructuras ya existentes, para mejorarlas, evitar solapamientos y, sobre todo, ahorrar costes. Un informe reciente de PwC estima que el gasto que deberían asumir los bancos para adoptar el euro digital es muy alto: 18.000 millones de euros. Una cifra que podría elevarse a 30.000 millones considerando funcionalidades más complejas, como el pago offline. En promedio, cada entidad debería asumir 110 millones de euros, además de comprometer hasta el 46% de sus recursos humanos durante cuatro años.

“La propuesta actual exige compromisos financieros muy elevados por parte de las entidades, con perspectivas limitadas de recuperación de costes. Es esencial realizar un análisis riguroso sobre el coste y beneficio y establecer un modelo de compensación justo para equilibrar la carga de inversión y mantener la competitividad de la banca”, advierte la consultora. La cuestión de la rentabilidad es clave para entender el escepticismo del sector bancario. El euro digital es un proyecto de la Unión Europa, pero los bancos han desarrollado durante años los pagos instantáneos, con Bizum como proyecto estrella, en los que ya han invertido recursos millonarios que todavía no han monetizado porque los envíos entre particulares son gratuitos, aunque esperan empezar a obtener ingresos con su extensión a los comercios a partir de 2026.

El sistema de pagos europeo se ha basado históricamente en el efectivo y las tarjetas. Para los bancos y compañías como Visa o Mastercard es un modelo rentable. Aunque los clientes no pagan de forma directa, los comercios asumen una comisión por cada compra que se paga con tarjeta: desde el BCE calculan que por comprar con tarjetas de débito (excluidas las de crédito) no europeas, los comerciantes de la eurozona pagan anualmente entre 3.000 y 4.000 millones de euros, mientras los más pequeños pagan tres o cuatro veces más que los grandes.

Pero abaratar costes para los negocios, implica limitar los ingresos de las entidades financieras. “La única fuente de ingresos para los bancos van a ser los comercios, pero serán menores que con las tarjetas”, explica Elías Ghanem, de la consultora Capgemini. “El mecanismo de compensación tiene que ser justo, que replique los modelos que hay ahora y permita cubrir los costes de la infraestructura”, añade un directivo bancario. A esto se suma el temor de que, en caso de crisis, los ahorradores corran a retirar sus depósitos de los bancos para convertirlos en euros digitales (el equivalente electrónico a retirar el efectivo del banco). El banco central estudia un límite de tenencia para evitar esta posibilidad y por ahora se habla de unos pocos miles de euros, pero la banca exige que sea un umbral bajo y alineado con el uso del efectivo en las transacciones y en el pago de tarjetas: una fuente bancaria apunta a un límite de unos 500 euros.

El otro reto es la dispersión de soluciones. Actualmente, conviven Bizum, las transferencias inmediatas, las tradicionales, las tarjetas, el efectivo y, a futuro, el euro digital. A ese abanico se suman las carteras digitales de las tecnológicas, como Apple Pay, Google Pay o Samsung Pay. También las stablecoins. Para los comercios, gestionar múltiples terminales puede ser ineficiente. “Hay varios factores para que un método de pago sea bueno. Lo primero, que sea conveniente. Lo segundo, que sea económico. Y luego que tenga un punto de simplicidad, en el sentido de que un pequeño comercio no va a querer tener 20 terminales distintos”, advierten desde McKinsey.

Para los bancos requiere de una inversión en infraestructura, mantenimiento y seguridad con un volumen de operaciones volátiles que reducen los márgenes por operación. Su temor es que esta fragmentación reduzca la escala necesaria para que los sistemas sean sostenibles. Por eso, aunque las entidades aceptan la llegada del euro digital, insisten en que la eficiencia y la interoperabilidad deben ser la base para no poner en riesgo la competitividad de la industria. Por ello, el sector privado está en conversaciones para que las principales plataformas de pagos instantáneos como Bizum y Wero sean interoperables y sean la verdadera solución paneuropea. “Es la forma más rápida y eficiente, porque a diferencia del euro digital se trata de reutilizar soluciones que ya existen, no de crear algo desde cero”, insiste otra fuente bancaria. En este escenario, el euro digital también podría encajar, por ejemplo, facilitando el uso de Bizum con euros digitales, aprovechando la red de usuarios que ya lo utiliza.

Los bancos centrales insisten en que ambas soluciones pueden coexistir y una opción privada es bienvenida. “No estamos desarrollando el euro digital en contra de los bancos comerciales (...) y no queremos reemplazar las soluciones privadas”, afirma Alexandre Stervinou, director de estudios y supervisión de pagos del Banco de Francia. Para el banquero central, el objetivo es que el euro digital se integre en estas soluciones y las haga más escalables. Si bien esta postura es compartida entre las entidades financieras, el euro digital offline, que haría posible hacer pagos sin cobertura móvil y con mayores niveles de privacidad, divide al sector bancario entre quien no le ve la utilidad y critica su coste y quien opina que aportaría algo diferencial, que el sector privado no ha desarrollado, y que mejoraría la resiliencia de los pagos en Europa.

Los próximos meses serán decisivos. Mientras Europa sigue esperando un marco normativo para el euro digital, Bizum y otras soluciones europeas prevén desplegar el próximo año los pagos inmediatos en tiendas físicas, probando su alcance real y su capacidad de competir con Visa y Mastercard. “El euro digital requiere desarrollos y adaptaciones, estándares y raíles comunes que las soluciones privadas van a tener que desarrollar. Y el BCE podría contribuir porque serían útiles también para el euro digital”, concluye una fuente bancaria.

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