Del ‘greenwashing’ al ‘greenhushing’: los gigantes de la inversión tapan la apuesta ecologista en Estados Unidos

En Europa, las decisiones de las grandes gestoras estadounidenses se ven con recelo

Molinos eólicos al atardecer en un parque eólico de Reims.Christian Hartmann (REUTERS)

Las mayores gestoras de fondos del planeta —todas ellas estadounidenses— se han visto abocadas con la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca a abandonar sus compromisos en materia de inversión socialmente responsable. El Partido Republicano de EE UU hace ya tres años que desató una furibunda batalla con todo lo que sonara a compromisos medioambientales, sociales o de igualdad y el regreso de Trump no ha hecho sino exacerbar ese ataque.

La persecució...

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Las mayores gestoras de fondos del planeta —todas ellas estadounidenses— se han visto abocadas con la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca a abandonar sus compromisos en materia de inversión socialmente responsable. El Partido Republicano de EE UU hace ya tres años que desató una furibunda batalla con todo lo que sonara a compromisos medioambientales, sociales o de igualdad y el regreso de Trump no ha hecho sino exacerbar ese ataque.

La persecución de la inversión verde o sostenible ha llegado al extremo de que dos gigantes del sector —BlackRock y Vanguard, que manejan de forma conjunta más de 20 billones de euros— tuvieron que suspender varias reuniones con empresas cotizadas ante el temor de estar incumpliendo las nuevas directrices del supervisor de los mercados financieros de EE UU, la SEC. La nueva administración quiere imponer neutralidad en estos temas a los grandes inversores y que, en sus reuniones con empresas o votaciones en las juntas de accionistas, no traten de imponer su agenda respecto a la reducción de la huella de carbono o la inclusión de más mujeres en los órganos de gobierno.

La animadversión contra la inversión con criterios medioambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) comenzó con varias demandas por parte de Estados norteamericanos controlados por el partido republicano. En ellas se argumentaba que los gestores de los fondos de pensiones de los funcionarios estatales no podían tener esos sesgos ESG, porque estarían incumpliendo con su deber fiduiciario con los dueños del dinero. Debían ceñirse a los criterios financieros puros. En el imaginario de la derecha norteamericana, la inversión sostenible se ha convertido en una manifestación más de la cultura woke (o progresista) que ha impregnado Wall Street, la administración y las universidades y que, según ellos, hay que combatir.

El máximo directivo de una gestora de fondos internacional en España explica que “la persecución contra todo lo que tiene que ver con ESG está siendo muy fuerte en Estados Unidos, y se entiende que las compañías se plieguen a la nueva administración, pero habrá que ver si no hay un efecto bumerán”. El ejecutivo se refiere a cómo en Europa se empieza ya a ver con recelo este radical giro de las gestoras norteamericanas. El jueves, por ejemplo, se conoció que uno de los mayores planes de pensiones de Reino Unido —The People Pension— había decidido encargar a la firma francesa Amundi y a la americana Invesco la gestión de 34.000 millones de euros de sus clientes “por sus conocidos credenciales en materia de inversión sostenible y responsable”. Antes, ese dinero lo administraba la gestora State Street, que fue una de las firmas que hace un mes se retiraron de la alianza mundial de gestoras para combatir el calentamiento global. Los tiempos están cambiando, como canta Bob Dylan.

El movimiento demuestra cómo Europa cada vez se está alejando más de Estados Unidos en este ámbito. En el Viejo Continente, lejos de ser un tema controvertido, es una cuestión de consenso para las grandes fuerzas políticas, y la Unión Europea sigue apostando claramente por la agenda verde. De hecho, el año pasado los fondos con un perfil ESG siguieron atrayendo dinero. Europa acumula el 85% de todo el dinero que hay en este tipo de estrategias.

Para Joeri de Wilde, jefe de estrategia de Triodos IM —una entidad muy comprometida con la inversión sostenible—, el movimiento pendular que se está viviendo en Estados Unidos tiene algo de artificial. “Nuestros estudios sugieren que la demanda real de este tipo de productos sigue siendo alta, tanto entre particulares como por parte instituciones, porque todos ven que hay un creciente riesgo en sus carteras por el impacto del cambio climático”. Además, argumenta que este tipo de temática de inversión ESG acaba rentando más a largo plazo.

El primer ejecutivo de VidaCaixa —brazo asegurador de CaixaBank—, Javier Valle, descarta que el cambio de administración en Washington vaya a modificar su hoja de ruta en materia de inversión sostenible, para un conjunto de 130.000 millones de euros en activos. “Para nosotros, la inversión sostenible no es una moda, es una cuestión capital desde 2009, y vamos a seguir apostando por ella, sobre todo por la parte social”, subraya.

El silenciamiento verde

Otro de los efectos que está teniendo la caza de brujas contra la inversión sostenible es que cada vez hay más compañías que tienen una agenda verde, pero la ocultan. No hablan de ella para no llamar la atención de las autoridades. Es el fenómeno bautizado como greenhushing (el silenciamiento verde), que es el reverso del greenwashing o ecospostureo, que consiste en que una empresa trata de aparentar ser más sostenible de lo que realmente es.

Kushal Bhimjiani, consejero general de la consultora climática South Pole, explica a la agencia Bloomberg que en Estados Unidos, “las empresas están atrapadas en una paradoja ESG: se las persigue por alardear demasiado sobre el tema, pero también se las demanda por esconderlo”.

Dentro de las compañías cotizadas europeas, el impacto que perciben por esa cruzada americana contra la sostenibilidad es aún escaso. Felipe Nascimento, consejero delegado de Mapfre Brasil y gran conocedor de los mercados financieros, explica que “un grupo asegurador como el nuestro no va a variar sus compromisos con la sostenibilidad o la presencia de mujeres en los puestos directivos y órganos de gobierno, por mucho que haya habido un cambio en la Casa Blanca”.

Su visión es compartida por la mayoría de fuentes consultadas. La transición energética de Europa hacia una economía descarbonizada es firme, y requerirá inversiones por valor de 27 billones de euros hasta 2050. Umberto Tamburrino, socio y CEO de Sosteneo (parte del grupo Generali) recuerda que “invertir en energías sostenibles va a seguir siendo atractivo, sobre todo en empresas de almacenamiento de energía en baterías y en las que construyen nuevas infraestructuras de red.

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