Rodrigo Rato: “Cometí errores. El ser humano los comete porque la vanidad te puede”
El expresidente de Bankia y vicepresidente económico con Aznar dice que “ahora los tres grandes bancos dominan más el mercado”
Dice que ha sentido rabia y angustia en sus 23 meses en prisión por el uso de las tarjetas black de Caja Madrid y Bankia. Rodrigo Rato (Madrid, 74 años) admite errores, además de por las black, por no haberse ido antes de su cargo ni haber escuchado algunos sabios consejos. En el libro que escribe con su pareja, la periodista de EL PAÍS Alicia González, Hasta aquí hemos llegado, (Península), el político que lo fuera todo, (vicepresidente económico con José María Aznar y director gerente del FMI), apunta a los que cree responsables de su caída al barro: el expresidente Mari...
Dice que ha sentido rabia y angustia en sus 23 meses en prisión por el uso de las tarjetas black de Caja Madrid y Bankia. Rodrigo Rato (Madrid, 74 años) admite errores, además de por las black, por no haberse ido antes de su cargo ni haber escuchado algunos sabios consejos. En el libro que escribe con su pareja, la periodista de EL PAÍS Alicia González, Hasta aquí hemos llegado, (Península), el político que lo fuera todo, (vicepresidente económico con José María Aznar y director gerente del FMI), apunta a los que cree responsables de su caída al barro: el expresidente Mariano Rajoy, y los exministros Luis de Guindos y Cristóbal Montoro. Cree que lo convirtieron en su chivo expiatorio porque, después de una gran crisis, necesitaban que alguien lo pagara ante la opinión pública. Trata de eludir responsabilidades hasta el infinito en la quiebra de Bankia y apunta que, tras su caída, los tres grandes bancos, Santander, BBVA y CaixaBank, que lo empujaron a marcharse, son ahora más poderosos. No se siente comprometido con los 22.424 millones inyectados por el Estado en el banco que presidió. Critica con extrema dureza al sistema judicial por su lentitud y falta de asunción de responsabilidades en los errores, pese a que tiene un juicio pendiente por un supuesto enriquecimiento ilícito.
Pregunta. ¿Qué le parece la situación política actual?
Respuesta. Ya no tengo nada que decir. Solo soy un votante de a pie.
P. ¿No volverá al PP?
R. No creo. Las cosas se pasan. Con 74 años estoy muy bien como estoy. He estado más de 30 años en el PP, es mi partido, no me voy a ir a otro, pero no sé si ya quiero ser militante.
P. ¿Por qué decidió escribir el libro?
R. Porque esta es una historia muy conocida y que ha tenido una promoción extraordinaria en los medios, pero que yo no había explicado. Y yo soy el que sé la verdad, porque la he vivido. No había podido hablar públicamente de estos temas porque estaba metido en líos judiciales.
P. ¿Es un ajuste de cuentas contra Luis de Guindos, Mariano Rajoy y Cristóbal Montoro?
R. No, no hago juicios de valor sobre nadie. Las críticas solo las hago de mí. Digo que me equivoqué con las tarjetas, con la fusión y no escuchando algunas críticas que me hacían. Cuento lo que cada cual hizo. Y si el ministro de Economía [Luis de Guindos] estaba preocupado por Bankia y utilizaba a mis competidores en vez de utilizar al Banco de España [para forzar su dimisión], pues lo cuento. Trato de no calificar a nadie porque a mí me han calificado mucho y no es bueno.
P. Hay una expresión que utiliza, “chivo expiatorio”. ¿Cree que lo fue?
R. Lo utilizo sobre todo en el caso de las tarjetas (black). Independientemente de la chapuza que fueron y del error que supuso para cada uno de los 66 acusados, las tarjetas fueron una especie de explosión de toda una sociedad que estaba con la sensación de que algunos se lo llevaban crudo y otros pagaban los platos rotos. En todo caso, no se me aplicó la atenuante por haber devuelto el dinero, estoy seguro de que era porque la foto que valía era la mía entrando en prisión.
P. ¿Se refiere a que esa imagen era útil al Gobierno?
R. No sé si al Gobierno.
P. Los policías que envían a su casa son de Aduanas, ¿los envió Hacienda?
R. Sí, pero después ellos ponen su granito de arena, te ponen la mano en la nuca [cuando fue detenido] si quieren, se llevan más papeles de los que se tienen que llevar. El que te tira a la piscina es el que sea, pero después en la piscina, una vez que estás en el agua, la fauna y la flora actúan por su cuenta.
P. ¿Quién lo tira a la piscina?
R. A mí me tira quien me tira. Vigilancia Aduanera depende del Ministerio de Hacienda y el Sepblac (Servicio de Prevención del Blanqueo de Capitales), del ministro de Economía. Una parte de este libro intenta transmitir el mensaje de que esto le puede pasar a cualquiera y, de hecho, le está pasando a mucha gente.
P. La crítica que hace del sistema judicial es durísima, a los fiscales, pero también los jueces instructores, a la UCO, la Onif. ¿Es un ataque al sistema judicial?
R. Es que tienen que tener responsabilidades. Yo he pagado mis culpas. Exigir responsabilidades es importante. Tiene que haber incentivos positivos. ¿Por qué si en España una instrucción dura más allá de ocho años ya no hay penalización por dilaciones indebidas? Ya es hora de que se exijan responsabilidades a una administración pública superpoderosa. ¿Es normal que el Tribunal Económico Administrativo de Madrid tarde cuatro o cinco años en resolver una causa?
P. ¿No cree que describe a la Fiscalía Anticorrupción prácticamente como un sistema casi mafioso?
R. Es que creo que es una catástrofe, del nivel de Bielorrusia. Hacen investigaciones prospectivas o secretas, no solo en mi caso. Cuando actúan se producen filtraciones y no tienen consecuencias porque no se investigan. En mi caso se han filtrado documentos de mi causa que estaba declarada secreta. Lo denuncié y me contestaron que era un delito, pero que no se conocía al culpable.
P. En el libro admite algunos errores. ¿A qué los achaca?
R. El ser humano comete errores porque la vanidad te puede, por cumplir objetivos, por creer que vas a arreglar los temas, porque crees que algo ya se enderezará… La verdadera suerte es ver las cosas como son.
P. ¿Cree que usted era la persona adecuada para presidir Caja Madrid y Bankia en mitad de la crisis financiera?
R. Eso es lo que pensó el Banco de España, el presidente del Gobierno, el jefe de la oposición, la asamblea de Caja Madrid y su consejo de administración.
P. Pero, ¿lo pensó usted?
R. Yo me ofrecí. Era un señor que tenía una experiencia financiera. Es verdad que no había ejercido un empleo en el sector, no había captado cuentas, pero había hecho cosas en el mundo financiero y el equipo técnico de Caja Madrid era de primer nivel.
P. Pero en el libro dice que se arrepiente de no haber cambiado antes al equipo directivo…
R. Pero no porque no fueran técnicamente buenos, sino porque yo no tuve un equipo propio. Es muy importante tener equipos propios, aunque los anteriores no sean malos.
P. Pero al final acabó negociando la mayor fusión bancaria con otra persona que era expresidente de la Generalitat, también político.
R. Todos nombrados con el visto bueno del Banco de España. ¿Quiere decir que la idoneidad que da el Banco de España a los banqueros no es la adecuada?
P. Pero no había presidentes tan ajenos al negocio financiero, sin experiencia en banca, como ustedes.
R. Pero, ¿qué tiene que ver el pasado político? Tengo en la cabeza, por lo menos, dos presidentes de bancos actuales que no provienen del negocio bancario. Una cosa es el presidente del banco, otra cosa es el consejero delegado. Casi todas las cajas estaban presididas por personas que no venían directamente del negocio bancario. Teníamos unos equipos técnicos tan buenos como los demás bancos. Teníamos un negocio muy basado en nóminas e hipotecas que se había pasado de moda y se trataba de cambiarlo por uno más rentable. Y eso, ni yo ni mi sucesor fuimos capaces de hacerlo.
P. ¿No cree que cambiar el modelo de negocio en plena crisis es muy difícil?
R. Ya lo sé, pero en 10 años sí se puede. Era obvio cuál era el negocio que teníamos que hacer, el de Santander o La Caixa, uno que estuviera basado en productos financieros. Yo podría ser malo para analizar un balance en detalle, pero estaba claro que el negocio iba más por la alianza con Mapfre que en las hipotecas. No era física cuántica. O sea, no hacía falta saber tanto.
P. Dice en el libro que había una parte importante del negocio que eran inmigrantes que tenían una morosidad del 20%. Eso no lo tenían todos los bancos.
R. Se habían otorgado a los inmigrantes, pero antes de que llegara. Y todo eso había sucedido con el director general, que estaba respaldado por el Banco de España. Sí, se equivocó. Que teníamos problemas, no cabe duda, por eso tuvimos que aceptar el dinero público, que fue mi mayor error.
P. ¿Qué alternativa tenía en lugar de aceptar el dinero público?
R. Reducir balance, haber vendido o haber hecho lo que fuera.
P. Pero tendría una ratio de capital inferior a la exigida por el Banco de España, ¿no?
R. Pues hubiéramos vendido activos.
P. Pero usted decía que no quería vender activos a precios de derribo…
R. Hubiera sido mucho menos derribo si lo hubiera hecho antes. Si yo en 2010 llego a saber que en el 2011 me iban a obligar a salir a Bolsa, hubiera hecho otras cosas. Lo que pasa es que el regulador, o no sabía dónde iba, o no quería que lo supiéramos. Pero en cualquier caso, yo me encuentro con que paso seis meses provisionando, un 30% de más sobre lo que me pedía el FROB y cuando acabo, me dicen ahora hay que reforzarse en capital. Y si no, me nacionalizan. Entonces hago la salida a Bolsa en un momento en el que nadie quería salir a Bolsa. Entonces viene la EBA (Autoridad Bancaria Europea) y me dice que ahora hay que provisionar la deuda pública española. No hace falta saber mucho, no hace falta haber echado los dientes en la banca para darse cuenta de lo que eso quería decir. Y después llega Rajoy y Guindos y nos dicen ahora vamos a volver a provisionar.
P. ¿No cree que lo que subyace ahí es el problema de una entidad que no generaba lo suficiente o que tenía insuficiente margen para provisionar?
R. Eso es una idea un poco gratuita. Provisionamos 10.400 millones de euros en 2010. Esa cantidad no la había provisionado en España nadie. Cumplimos las normas igual que los otros bancos y, pese a todo, nos intervinieron. ¿Por qué? Que las cajas tenían problemas, no cabe duda.
P. Pero no todas estaban igual…
R. Caja Madrid hubiera tenido unos problemas distintos en solitario.
P. Y otros no tuvieron esos problemas y sobrevivieron, y también sufrieron esos cambios de regulación sin quebrar…
R. Es que nosotros habíamos absorbido seis cajas en el entendimiento de que teníamos tiempo para digerir toda esa operación.
P. En el libro dice que a Caja Madrid no le fue rentable ser leal al Estado.
R. Esa frase la digo sobre la posibilidad de haber vendido deuda pública española en abril de 2010, como un colaborador me propuso. Antes de la crisis hubiera sido muy llamativa que la tercera entidad del país se desprendiera de deuda pública. Nos hubiera ido mucho mejor.
P. ¿No cree que los ciudadanos también pueden pensar que tampoco les fue rentable aportar 22.424 millones a Bankia?
R. Eso que le pregunten al que lo decidió. Fueron 25.000 porque hay ayudas que se aportan dos veces, los créditos fiscales. Además, tan urgente no sería la intervención porque, según declaró el propio Goirigolzarri en el Congreso, el dinero tardó un año en llegar a la entidad. No sé si fue rentable, pero eso lo decidió quien lo decidió y lo pidió quien lo pidió. Yo pedí dinero público una vez y ya aprendí la lección.
P. En el libro se describe esa etapa como una carrera de obstáculos, un camino hacia el abismo. ¿Pensó en dimitir, en renunciar al haber tantas trabas?
R. Pues sí, pero lo que pasa es que era muy complicado porque yo había liderado, junto con José Luis Olivas, una fusión en la que había traído una serie de presidentes de cajas y había involucrado a presidentes autonómicos. Pensé que esto había que sacarlo para adelante, pero después llegó el siguiente Gobierno y dijo que además de salir a Bolsa, el sector tenía que provisionar 50.000 millones porque un ministro lo había declarado en el Financial Times.
P. ¿Está de acuerdo en el reparto de culpas por la caída de Bankia?
R. Las culpas no me interesan.
P. Pero usted atribuye a Guindos varios errores, ¿no?
R. Yo sé lo que viví. Cambian las reglas y se deja sin capital a Bancaja y a Caja Ávila, no porque tuviéramos más o menos pérdidas. Pero cuando pasó ese momento, pienso ‘ahora me dejarán vivir un tiempo y podré volver a hablar con La Caixa y poder llegar a un acuerdo’. Pero el Gobierno decide que no quiere que yo siga y me lo pone clarísimo. El ministro y el presidente me dicen que me vaya o ejecutan el dinero del FROB y nacionalizan las cajas. Y además me lo dice en una cena delante de mis tres competidores [Banco Santander, BBVA y CaixaBank]. Ahí dije ‘bueno, se acabó, me voy, ya no aguanto más’. Es impresentable que me hicieran dimitir delante de mis competidores y sin el Banco de España, que había fijado su criterio y tenía su estrategia, por eso se le excluye de esas cenas. Además, se hace dimitir al gobernador del Banco de España [Miguel Ángel Fernández Ordóñez] un mes después, antes de que acabara su mandato. Es alucinante. Era una manera impresentable de llevar la política financiera, que se reflejó en la caída del Banco de Madrid, que ya veremos quién lo paga y, en cierta forma, con el Banco Popular.
P. ¿Esas cenas fueron un golpe a la competencia?
R. El Gobierno es el garante de la competencia y nada respeta menos la competencia que tus competidores opinando sobre tus provisiones. Yo tenía una pistola apuntándome que era el FROB.
P. ¿Cree que los tres grandes bancos dominaban o siguen dominando el sistema?
R. Es una palabra fuerte. Pero el banco malo no se hizo [al inicio de la crisis] porque no gustaba al Santander y al BBVA. Fue un gran error de política económica. Y dominan más ahora el sistema de lo que lo dominaban antes. Había 40 cajas y hoy solo hay unas pocas, aunque también es verdad que el mercado evoluciona. En un debate electoral de 2008, Rajoy, que nunca suele decir nada concreto, lo único que dijo es que no haría un banco malo. Dudo que Rajoy supiera exactamente lo que era un banco malo, pero tenía claro que tenía que decirlo. Y yo pensé ‘hay que ver lo que mandan Emilio Botín y Paco González’. Está dicho en el libro.
P. En el libro dice que se castigó a las cajas por el pecado de financiar pisos. ¿No fue ese el problema, provocar una burbuja concediendo más hipotecas de las que debían?
R. Se nos acusó de provocar la burbuja. Estoy de acuerdo en que los responsables de conceder créditos son los gestores, por eso me echan, aunque yo tenía 15 inspectores del Banco de España en Caja Madrid, había una política que permitía dar créditos a precios muy competitivos a familias con pocos recursos. Ahora tenemos el problema del acceso a la vivienda que no nos lo planteábamos cuando estaban las cajas. Las cajas nos salieron caras, puede ser, pero ahora, ¿cómo vamos a resolver el problema de la vivienda? Mire cómo lo resuelven empezando por Estados Unidos, siempre con dinero público.
P. ¿No cree que debía haber incluido en su libro alguna referencia a los preferentistas y a los que compraron acciones de Bankia que, en un primer momento, lo perdieron todo?
R. Bueno, yo me encuentro con el problema al llegar a la caja y fuimos relativamente generosos con los preferentistas y les devolvimos casi todo, si estaban dos años de accionistas porque eran los mejores clientes. La rentabilidad de las preferentes era del 7% u 8%. Es duro decirlo y no lo haría siendo ministro ni presidente de Bankia, pero ahora sí: si puedes ganar mucho, también puedes perder mucho, el riesgo tiene un valor.
P. ¿Y los accionistas de Bankia?
R. Son otra cosa: compraron en Bolsa renta variable con un descuento monumental y un folleto en el que no figura ni la previsión de beneficios. Si los tribunales dicen que hay que devolverles el dinero, pues estupendo, pero comprar en Bolsa no puede ser, salvo que haya cuentas falseadas, responsabilidad del Estado.
P. En el libro aborda el uso de las tarjetas black por las que fue condenado a cuatro años y medio de prisión por apropiación indebida. ¿No le pareció extraño que siendo gastos personales, se pudieran pagar con una tarjeta de empresa?
R. Es que no eran gastos personales. Me dijeron que eran transparentes y que estaban declaradas. Nunca se demostró que fuera una remuneración encubierta.
P. Pero si se iba de viaje con la tarjeta, ¿no era una remuneración en especie?
R. La Agencia Tributaria conocía los gastos, estaría muy mal, pero están juzgadas. De hecho, en 2013, ya con Goirigolzarri, Bankia se deduce los gastos de esas tarjetas en el Impuesto de Sociedades correspondiente al año anterior. En todo caso, no les dediqué al llegar mucho tiempo y debí hacerlo.
P. Pero cuando llega a Bankia vuelve a crear la black para usted y dos directivos. ¿Por qué?
R. Porque nos debía un dinero Bankia de los bonus por los beneficios de 2011. Y no se nos ocurrió mayor tontería que hacer esas cuatro tarjetas. Y Francisco Verdú, [consejero delegado] con mucha razón, nos dijo que yo no quiero jugar a esto. Nos equivocamos y pagamos.
23 meses de prisión
P. Precisamente por las black pasó 23 meses en la prisión de Soto del Real de Madrid. ¿Qué fue lo más duro?
R. Entrar, estar allí… Uno se acostumbra a todo, pero en prisión cada día pesa. Acabas viviendo y aguantando, incluso disfrutando el día que hay un partido de fútbol, aunque a mí no me gusta el fútbol, pero se monta un jolgorio. Incluso lo pasas bien el día que hay lentejas, que es el mejor plato de la semana, pero estás en la cárcel. Pero cada día pesa, por eso se tachan. Es duro no estar con tu familia, es tu vida que se ha acabado.
P. ¿Qué era en lo que más pensaba?
R. En cuándo voy a salir. Vi que otros condenados por las tarjetas salían al cumplir la cuarta parte de su condena y, según esos cálculos, debía salir en diciembre de 2019, pero me quedé hasta septiembre de 2020. Ese tiempo fue muy duro, no sabes qué decirte a ti mismo ni a tu familia. Mi estancia duró 23 meses.
P. Ese momento coincidió con el incidente de las fotos de sus hijos, cuando alguien las reparte por la prisión y usted estalla.
R. Perdí la paciencia y la serenidad; me puse como una pantera y me pasé de la raya, aunque tenía bastante razón. En la cárcel pasarte de la raya es muy mal negocio porque los funcionarios no te dejan y hacen bien porque tienen que dirigir una cárcel. Fue el momento más difícil para mí y para mi familia.
P. Coincidió con los presos del procés. ¿Habló con ellos y comprendió mejor sus puntos de vista?
R. No, en la cárcel no se habla de eso. Eran conscientes de que no éramos el público adecuado para la conversación y nosotros de que ellos no querían hablar de eso.
P. Pero mejoraron las condiciones de todos los presos…
R. Eso fue fantástico. No hay nada como tener influencias. Las celdas empezaron a estar abiertas todo el día, lo que era un plus de confort. Y cuando salíamos a juicios, en lugar de un bocadillo de mortadela de cárcel, te daban un menú de un restaurante de la zona. Supuso tomar tortilla y gazpacho, que llevábamos meses sin probarlos.
P. ¿Temió alguna vez por su seguridad?
R. Nunca. Estaba en el módulo 10, que ahí se llama de respeto, y ahí no hubo violencia. En otros sí, pero no lo vi. En el 10 en cuanto tenías el menor conflicto, aunque sea por una servilleta, te mandaban a otro módulo peor. Yo estuve siempre solo en una celda de 12 metros.
P. ¿Qué sentimiento tenía durante aquellos meses? ¿De rabia, porque creía que el sistema había sido injusto con usted, de soledad, de vergüenza?
R. De vergüenza, no. Te puede producir vergüenza cuando sales, pero allí no porque todo el mundo es igual. Un sentimiento de dolor, sobre todo cuando vuelves de ver a tu familia. Sientes rabia, angustia, responsabilidad y, a veces, nada.
Amnistía fiscal
P. Dice en el libro que cuando estaba en el Gobierno y era vicepresidente no le gustaban las amnistías, pero se acogió a una. ¿No es contradictorio?
R. No, cuando estaba en el Gobierno hacía política; cuando era contribuyente, era contribuyente. No creo en las amnistías fiscales porque son ineficientes, jurídicamente malas, políticamente impresentables y difíciles de explicar. Esta amnistía fue una chapuza de primera, pero me acogí para repatriar unos bienes que había heredado de mi padre, que me llegaron cuando no era residente.
P. En el libro sugiere que Cristóbal Montoro y Ricardo Martínez Rico también hicieron la amnistía porque favorecía a los clientes que tenían de su despacho antes de llegar al Gobierno.
R. Tenían un despacho de asesoría fiscal, uno de cuyos miembros quiere ser ministro de Hacienda de un Gobierno que habla de amnistías fiscales.
Caso judicial por supuesto incremento patrimonial injustificado
P. Aún tiene abierto un caso judicial, que lleva siete años de instrucción, por supuestos cobros indebidos de dos agencias de publicidad, Zenith y Publicis. La Audiencia de Madrid lo acusa, junto a otras 16 personas, de delitos fiscales, blanqueo de capitales y corrupción. La Fiscalía asegura haber identificado incrementos patrimoniales no justificados por 15,6 millones y 7,4 millones defraudados a la Agencia Tributaria. En el libro cita a la exdirectora de Comunicación, Pilar Trucios, que lo acusó de obligar a que Publics se llevara todo el contrato de publicidad por sus intereses. ¿Qué es lo que pasó?
R. Ella tenía muy mala relación con una serie de personas que me rodeaban, no conmigo, y hace esas declaraciones, como dice la Audiencia. Dice cosas que yo creo que van a salir en el juicio porque lo he leído en los escritos de defensa.
P. Pero Trucios es sustituida por Teresa Orellana, la que fuera su secretaria personal desde 1983, que está investigada, y es ella la que firma los contratos. Además, también es la administradora de su empresa Kradonara, implicada en el caso.
R. Efectivamente. Esos contratos se habían ganado por unanimidad en un concurso, en el que Teresa y yo no participamos. Eran por un año. Teresa firmó una renovación de contrato, con una reducción de remuneración para las agencias, que los equipos técnicos dijeron que era buena. No entendí que personas que habían firmado los contratos inicialmente, como Trucios, no fueran acusadas y las que firmaron las renovaciones sí, solo porque lo dice el juez y la fiscal Anticorrupción: por pertenecer al círculo de confianza de Rato, que parece que es un nuevo concepto penal.
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