Von der Leyen supedita las ayudas del fondo de reconstrucción a la modernización económica

La concesión de recursos estaría vinculada a los programas nacionales de reformas y el marco de vigilancia presupuestaria

Bruselas -
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

El fondo europeo de reconstrucción para los efectos de la pandemia de la covid-19 estará supeditado a la ejecución de reformas estructurales y a la modernización del modelo económico. El grueso del plan, alrededor del 80%, se destinará a ayudas a los Estados miembros, en forma de subsidios y préstamos. Bruselas quiere que la concesión de esas ayudas esté ligada a los programas nacionales de reformas que los Estados miembros presentan cada año. La Comisión Europea pretende así canalizar los recursos h...

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El fondo europeo de reconstrucción para los efectos de la pandemia de la covid-19 estará supeditado a la ejecución de reformas estructurales y a la modernización del modelo económico. El grueso del plan, alrededor del 80%, se destinará a ayudas a los Estados miembros, en forma de subsidios y préstamos. Bruselas quiere que la concesión de esas ayudas esté ligada a los programas nacionales de reformas que los Estados miembros presentan cada año. La Comisión Europea pretende así canalizar los recursos hacia una modernización de la estructura económica y “que se inviertan de manera coherente con los objetivos de la UE [medioambientales o digitales] o, al menos, que no vayan en detrimento de ellos”, según indican fuentes comunitarias.

Bruselas prevé que la mayor parte del plan, en torno al 80%, irá a los Estados miembros. La inmensa mayoría de esa partida, el 90%, sería para alentar reformas. Y el 10% restante se destinará a complementar los fondos de cohesión, con unos criterios, como el de desempleo, que favorecería a los países más afectados por la crisis de la covid-19.

El segundo pilar, que absorbería hasta el 15% del plan, se destinaría a avalar inversión en sectores neurálgicos en caso de pandemia, con el farmacéutico como principal destinatario, y a facilitar recursos para la recapitalización de empresas en dificultades a los países que no dispongan de margen presupuestario para socorrerlas.

La tercera partida, de apenas el 5%, se destinaría a programas de protección civil (como el existente rescEU) o salud, siempre dentro del marco presupuestario habitual.

El vínculo del fondo de reconstrucción con el llamado Semestre Europeo, el marco de vigilancia presupuestaria en el que se enmarcan los programas de reformas, puede provocar resquemor en los países necesitados de ayuda. Tanto los países del sur, golpeados por la pandemia, como los del este, afectados por la crisis económica, han insistido que esta debacle no puede abordarse a base de palo y zanahoria como se hizo en 2010.

Fuentes comunitarias indican que no se trata de imponer una condicionalidad excesiva ni de convertir las ayudas en un rescate encubierto. Pero consideran que un desembolso de tal magnitud (se podría llegar a movilizar más de un billón de euros) requiere no dejar "a las próximas generaciones una montaña de deuda y, además, una economía anacrónica e inviable”.

En el organismo comunitario recuerdan que, tanto si las ayudas son subsidios como si son préstamos, se tendrán que reembolsar, vía presupuesto europeo, en el primer caso, o vía los presupuestos nacionales, en el segundo. De cualquier manera, añaden, se deja un lastre financiero para el futuro que debe compensarse al menos con una reestructuración económica que prepare a industria y servicios para una revolución medioambiental y tecnológica que ya era inevitable antes de la pandemia.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, tiene previsto presentar el proyecto el próximo 27 de mayo, cuatro semanas después del calendario inicialmente manejado. Pero el organismo comunitario confía en recuperar el tiempo perdido con un plan que aspira a convencer al mismo tiempo al Parlamento Europeo, que este viernes ha aprobado una durísima Resolución reclamando el fondo, y a los países del norte, reacios a embarcarse en una aventura presupuestaria de tal envergadura que endeudará a la UE durante varias generaciones.

El proyecto incluye un nuevo Marco Financiero Plurianual para el periodo 2021-2027 que remate las frustradas negociaciones presupuestarias del pasado febrero, y un fondo de reconstrucción creado a partir de una histórica ampliación del techo de gasto de los presupuestos, que se elevaría hasta el 2% de la Renta Nacional Bruta. Nunca antes se había alcanzado esa cifra, ni siquiera durante la ampliación del presupuesto comunitario para la puesta en marcha del mercado interior y del euro. La ampliación del techo permitiría a la Comisión emitir deuda, con el aval de los Estados miembros, por más de medio billón de euros, aunque Bruselas no parece dispuesta a tanto y se conformaría con una emisión de unos 320.000 millones.

“Se trata de un paquete tan importante como frágil, con muchas cosas en juego", señalan fuentes comunitarias tras casi más de un mes de preparación. “Mejor no imaginar qué puede pasar si fracasa”, añaden esas fuentes. Von der Leyen lleva semanas intentando tejer un compromiso aparentemente imposible entre los países que se niegan a que la Comisión se endeude o a que conceda subsidios a fondo perdido y los que, golpeados brutalmente por la pandemia, reclaman urgentemente una ayuda que sirva de alivio ante el enorme endeudamiento público que les espera.

La batalla ha hecho ya perder la paciencia al Parlamento Europeo, que este viernes ha aprobado por aplastante mayoría una resolución en la que exige a Von der Leyen “un paquete de recuperación”, con “un fondo de recuperación y transformación que esté operativo lo antes posible este año”. La resolución pide la movilización de hasta dos billones de euros, entre inversión pública y privada. Y advierte a Von der Leyen que no aceptará “la utilización de ingeniería financiera y multiplicadores dudosos para anunciar cifras ambiciosas”.

El plan de Von der Leyen tiene varios guiños para calmar al Parlamento Europeo. En primer lugar, propone que todos los recursos del fondo de reconstrucción se inyecten a través de los programas de gasto ya previstos en los presupuestos europeos. Esa fórmula permite a la Eurocámara actuar como colegislador y pronunciarse de igual a igual con el Consejo Europeo. Los europarlamentarios temían que el fondo se crease al margen del marco comunitario, lo que les dejaría sin voz ni voto en el asunto, más allá de posibles protestas o críticas a través de una resolución.

En segundo lugar, el plan de Von der Leyen incluirá la creación de nuevos recursos propios del presupuesto, es decir, de contribuciones presupuestarias asignadas directamente a las cuentas de la UE, que así dependerían menos de la siempre polémica aportación de los Estados miembros en función de su renta. Los nuevos recurso, que apuntan hacia la imposición medioambiental, financiarían en parte las partidas para la recuperación.

Bruselas también espera que la canalización de los fondos hacia reformas estructurales, reestructuración de sectores y modernización en general del modelo económico apacigüe a socios como los Países Bajos o los nórdicos, que se resisten a un mero trasvase de recursos financieros sin ningún impacto macroeconómico positivo.

El plan de Von der Leyen permitiría dar fuerza a las recomendaciones macroeconómicas que la UE cursa cada año y que, en su gran mayoría, son ignoradas por casi todos los Estados miembros, sean del norte, del sur o del este.

Vox vota en contra del fondo de Reconstrucción

El Fondo europeo de reconstrucción para los efectos de la pandemia de la covid-19 estará supeditado a la ejecución de reformas estructurales y a la modernización del modelo económico. El grueso del plan, alrededor del 80%, se destinará a ayudas a los Estados miembros, en forma de subsidios y préstamos. Bruselas quieree que la concesiión de esas ayudas esté ligada a los programas nacionales de reformas que los Estados miembros presentan cada año. La Comisión Europea pretende así canalizar los recursos hacia una modernización de la estructura económica y “que se inviertan de manera coherente con los objetivos de la UE [medioambientales o digitales] o, al menos, que no vayan en detrimento de ellos”, según indican fuentes comunitarias.

Bruselas prevé la mayor parte del plan, en torno al 80%, a los Estados miembros. La inmensa mayoría de esa partida, el 90%, sería para alentar reformas. Y el 10% restante se destinará a complentar los fondos de cohesión, con unos criterios, como el de desempleo, que favorecería a los países más afectados por la crisis de la covid-19.

El segundo pilar, que absorbería hasta el 15% del plan, se destinaría a avalar inversión en sectores neurálgicos en caso de pandemia, con el farmacéutico como principal destinatario, y a facilitar recursos para la recapitalización de empresas en dificultades a los países que no dispongan de margen presupuestario para socorrerlas.

La tercera partia, de apenas el 5%, se destinaría a programas de protección civil (como el existente rescEU) o salud, siempre dentro del marco presupuestario habiutal.

El vínculo del Fondo de Reconstrucción con el llamado Semestre europeo, el marco de vigilancia presupuestaria en el que se enmarcan los programas de reformas, puede provocar resquemor en los países necesitados de ayuda. Tanto los países del sur, golpeados por la pandemia, como los del este, afectados por la crisis económica, han insistido que esta debacle no puede abordarse a base de palo y zanahoria como se hizo en 2010.

Fuentes comunitarias indican que no se trata de imponer una condicionalidad excesiva ni de convertir las ayudas en un rescate encubierto. Pero consideran que un desembolso de tal magintud (se podría llegar a movilizar más de un billón de euros) requiere “que no dejemos a las próximas generaciones una montaña de deuda y, además, una economía anacrónica e inviable”.

En el organismo comunitario recuerdan que, tanto si las ayudas son subsidios como si son préstamos, se tendrán que reembolsar, vía presupuesto europeo, en el primer caso, o vía los presupuestos nacionales, en el segundo. De cualquier manera, añaden, se deja un lastre financiero para el futuro que debe compensarse al menos con una reestructuración económica que prepare a industria y servicios para una revolución medioambiental y tecnológica que ya era inevitable antes de la pandemia.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, tiene previsto presentar el proyecto el próximo 27 de mayo, cuatro semanas después del calendario inicialmente manejado. Pero el organismo comunitario confía en recuperar el tiempo perdido con un plan que aspira a convencer al mismo tiempo al Parlamento Europeo, que este viernes ha aprobado una durísima Resolución reclamando el fondo, y a los países del norte, reacios a embarcarse en una aventura presupuestaria de tal envergadura que endeudará a la UE durante varias generaciones.

El proyecto incluye un nuevo Marco Financiero Plurianual para el período 2021-2027, que remate las frustradas negociaciones presupuestarias del pasado mes de febrero, y un Fondo de Reconstrucción creado a partir de una histórica ampliación del techo de gasto de los presupuestos, que se elevaría hasta el 2% de la Renta Nacional Bruta. Nunca antes se había alcanzado esa cifra, ni siquiera durante la ampliación del presupuesto comunitario para la puesta en marcha del mercado interior y del euro.

“Se trata de un paquete tan importante como frágil, con muchas cosas en juego", señalan fuentes comunitarias tras casi más de un mes de preparación. “Mejor no imaginar qué puede pasar si fracasa”, añaden esas fuentes. Von der Leyen lleva semanas intentando tejer un compromiso aparentemente imposible entre los países que se niegan a que la Comisión se endeude o a que conceda subsidos a fondo perdido y los que, golpeados brutalmente por la pandemia, reclaman urgentemente una ayuda que sirva de alivio ante el enorme endeudamiento público que les espera.

La batalla ha hecho ya perder la paciencia al Parlamento Europeo, que este viernes ha aprobado por aplastante mayoría una Resolución en la que exige a Von der Leyen “un paquete de recuperación”, con “un Fondo de Recuperación y Transformación esté operativo lo antes posible este año”. La Resolución pide la movilización de hasta dos billones de euros, entre inversión pública y privada. Y advierte a von der Leyen que no aceptará “la utilización de ingeniería financiera y multiplicadores dudosos para anunciar cifras ambiciosas”.

El plan de von der Leyen tiene varios guiños para calmar al Parlamento Europeo. En primer lugar, propone que todos los recursos del Fondo de Reconstrución se inyecten a través de los programas de gasto ya previsots en los presupuestos europeo. Esa fórmula permite al Parlamento Europeo actuar como colegislador y pronunciarse de igual a igual con el Consejo Europeo. Los europarlamentarios temían que el fondo se crease al margen del marco comunitario, lo que les dejaría sin voz ni voto en el asunto, más allá de posibles protestas o críticas a través de una resolución.

En segundo lugar, el plan de von der Leyen incluirá la creación de nuevos recursos propios del presupuesto, es decir, de contribuciones presupuestarias asignadas directamente a las cuentas de la UE, que así dependerían menos de la siempre polémica aportación de los Estados miembros en función de su renta. Los nuevos recurso, que apuntan hacia la imposición medioambiental, financiarían en parte las partidas para la recuperación.

Bruselas también espera que la canalización de los fondos hacia reformas estructurales, reestructuración de sectores y modernización en general del modelo económico apacigüe a socios como los Países Bajos o los nórdicos, que se resisten a un mero trasvase de recursos financieros sin ningún impacto macroeconómico positivo.

El plan de von der Leyen permitiría dar fuerza a las recomendaciones macroeconómicas que la UE cursa cada año y que, en su gran mayoría, son ignoradas por casi todos los Estados miembros, sean del norte, del sur o del este.


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