Crítica:cine

El III Reich contado a los niños

Como los juguetes deformes que se refugiaban en la habitación del niño malo del primer Toy story (1995), existe una extraña familia de películas infantiles que parece más dotada para convocar la pesadilla oscura; películas que parecen esculpidas en los perturbadores materiales que Walt Disney reservó a las puntuales secuencias de la sórdida Isla del Placer de Pinocho: a la lista presidida por Oz, un mundo fantástico; The adventures of Mark Twain y Babe, el cerdito en la ciudad conviene sumarle este Cascanueces 3D que, pese a su loable empeño de rescatar el añ...

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Como los juguetes deformes que se refugiaban en la habitación del niño malo del primer Toy story (1995), existe una extraña familia de películas infantiles que parece más dotada para convocar la pesadilla oscura; películas que parecen esculpidas en los perturbadores materiales que Walt Disney reservó a las puntuales secuencias de la sórdida Isla del Placer de Pinocho: a la lista presidida por Oz, un mundo fantástico; The adventures of Mark Twain y Babe, el cerdito en la ciudad conviene sumarle este Cascanueces 3D que, pese a su loable empeño de rescatar el añorado espíritu de un cine familiar prefranquicias, no puede camuflar su condición de temeraria incongruencia. La película de Konchalovski es algo así como el III Reich explicado a los niños y no ahorra ni una sola imagen desestabilizadora.

EL CASCANUECES 3D

Dirección: Andrey Konchalovsky. Intérpretes: Nathan Lane, Elle Fanning, John Turturro, France de la Tour, Richard E. Grant.

Género: fantasía. Reino Unido, 2010.

Duración: 110 minutos.

Ahondando en el relato de E. T. A. Hoffman que sirvió de inspiración a Tchaikovski para su ballet del Cascanueces, Konchalovski puntúa su relato con referencias a Einstein y Freud y con canciones de Tim Rice dobladas a la manera añeja y algo grimosa. El combate del Cascanueces del título contra el Rey Rata desata un recital de imágenes turbias que solo ocasionalmente se ve trascendido en poesía excéntrica. Lo más interesante es que, por debajo de su aparatosidad kitsch y de su mal gusto, el Cascanueces 3D alimenta la nostalgia por un cine infantil liberado de la presión por el merchandising.

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