Reportaje:

Del 'bulling' al club de fans

Uno de los mejores festivales de circo del mundo convoca al gimnasta, contorsionista y bailarín David Pereira, que pasó del acoso en un colegio de Vigo al aplauso de la crítica

"De pequeño, en el colegio Mariano, lo llevé bastante bien, pero de mayor, en el Castelao, donde hacía FP administrativo, fue muy duro. Los niños me pegaban, se burlaban, me llamaban maricón, me ponían la autoestima por los suelos. Y yo callaba, me iba corriendo al baño y lloraba pensando que tenía que seguir adelante con lo mío, con lo que quería ser. Un día le dije al director que me iba a trabajar con el Circo del Sol, que me habían seleccionado para un espectáculo, y ya nunca volví". El nombre de David Pereira (Vigo, 1990) ocupa ahora titulares en las webs especializadas en circo por su ...

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"De pequeño, en el colegio Mariano, lo llevé bastante bien, pero de mayor, en el Castelao, donde hacía FP administrativo, fue muy duro. Los niños me pegaban, se burlaban, me llamaban maricón, me ponían la autoestima por los suelos. Y yo callaba, me iba corriendo al baño y lloraba pensando que tenía que seguir adelante con lo mío, con lo que quería ser. Un día le dije al director que me iba a trabajar con el Circo del Sol, que me habían seleccionado para un espectáculo, y ya nunca volví". El nombre de David Pereira (Vigo, 1990) ocupa ahora titulares en las webs especializadas en circo por su trabajo como contorsionista y gimnasta acrobático y también es objeto de comentarios voluptuosos en elitistas magacines gays.

"Una mujer denunció al marido maltratador después de verme actuar"

La última noticia, hace poco más de una semana, aparecía en las publicaciones del primer tipo. Pereira había sido invitado a participar en el Festival Mondial du Cirque de Demain, una de las mayores citas anuales de la vanguardia circense ("el festival de Montecarlo es también importante, pero más clásico"), que se va a celebrar entre el 23 y el 29 de enero en París. Él no se lo esperaba. Hace algo más de un año, para una edición anterior, envió a la organización un vídeo del número que le ha dado más celebridad, Twilight, en el que todo sucede en torno a un carrito de supermercado, pero por aquellas fechas el cartel ya estaba cerrado. Sin embargo, el otro día lo llamaron sin él buscarlo. "¿No te importa volver a usar la aplicación de 2009?", cuenta con un castellano algo erosionado, desde Berlín, donde ahora vive, que le preguntaron.

David Pereira tenía 18 años cuando una entidad deportiva de Valencia telefoneó a su entrenador, Jorge Méndez, del club vigués Flic Flac, preguntando por el chico. Había sido ya cinco veces campeón de España de gimnasia acrobática, y en acción derrochaba una gracia fuera de lo común, consecuencia de los genes de su madre ("era casi una adolescente cuando me tuvo y bailaba mucho conmigo y con mi hermana", explica) y de su formación en ballet clásico. "Un día, en el Mariano, entré sin permiso en una clase de gimnasia de los mayores e hice el puente a la primera", recuerda cuando se le pregunta cómo empezó todo. "En el Mercantil [un club social de la ciudad], mientras los otros niños jugaban al fútbol, yo hacía cintas... Fueron los padres de los demás los que hicieron ver a los míos que debían apuntarme a clases de baile. Y tuve mucha suerte en la vida, porque lo hicieron".

Claro que cuando llegó a la academia se llevó un chasco. Él "pensaba que iba a bailar hip hop y danza moderna" y se encontró un aula llena de "niñas en mallas". "La profesora me dijo que no podía llevar pantalones flojos y me enfadé muchísimo, pero luego me gustó y me quedé", relata. Cuando se "aburrió" de la barra fija, empezó con el breakdance, entró en Flic Flac y hasta su marcha de Vigo entrenó duro en el pabellón de O Berbés.

"Ahora, cuando voy a casa, me encuentro con los que me tomaban el pelo y veo que quieren ser mis amigos. Ya me da todo igual. Porque, amigos, tengo los mejores que podría imaginar", comenta el artista circense, que también es reclamado como modelo para anuncios (los últimos los rodó en Líbano). "Ahora soy lo que soy y muchas personas me miran como una inspiración. Tengo fans que me envían regalos desde todo el mundo. Personas que contactan conmigo por el Facebook y se entristecen si no les contesto. Otra gente a la que le hacen bulling viene a mí. Hay un chico que me escribe desde Rusia al que estoy ayudando. Hace poco, una mujer maltratada me dijo que encontró fuerza para denunciar a su marido después de ver mi espectáculo", continúa el joven, que tiene una web, davidpereirart.com. "Lo malo es que también hay hombres mayores que vienen a verme con otra idea... Esos me dan mucha grima".

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Después de la experiencia del Circo del Sol, con el que trabajó en Italia, ya nunca volvió para quedarse. Se fue a Madrid, se dedicó a enviar currículos y enseguida lo llamó un agente para trabajar actuando en hoteles de Fuerteventura. Lo seleccionaron para la Escuela Internacional de Arte de Pekín, pero no logró que España lo becara para marchar. Quien le ayudó a dar el salto acrobático al mundo, vestido únicamente de musculatura y ropa interior, fue el director de espectáculos de variedades Markus Pabst, tras descubrirlo en MySpace.

Se lo llevó a Alemania, y ahora David Pereira forma parte del colectivo Base Berlín, una especie de cooperativa que abarca todas las disciplinas creativas en la que los integrantes comparten instalaciones y medios para crear su arte. Los llaman para participar en grandes eventos y al vigués no le llegan las noches para tantas galas como tiene apalabradas. "En 36 días tengo 55 actuaciones", cuenta repasando su agenda inmediata. "En Navidad no voy a poder ir a casa. Tampoco pude el año pasado".

GOP Variety, la empresa teatral de variedades más poderosa de Europa, lo mantiene de gira casi permanente. En el que hasta ahora fue teatro Caixanova (antes, García Barbón), solo actuó a los 13 años. "Me gustaría volver, pero en España no trabajo porque ni pagan lo suficiente ni valoran lo suficiente", dice. Mientras empieza a preparar un espectáculo completo para él solo, va ganando admiradores cada noche con los tres números que tiene en escena. El del carro de la compra, uno de telas aéreas y la performance cómica Eclipse, donde entra disfrazado de boxeador y acaba en corsé y con tacones. "Representa mi salida del armario, igual que el número del carrito trata del bulling que sufrí".

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