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Respuestas

¿Para qué sirve un periodista? Es una pregunta que tiene distintas y discutibles respuestas. Pero si algo dejó claro el debate a dos entre Rajoy y Rubalcaba, es que hubiera sido preferible, para todos, que los candidatos se hubieran sometido a las preguntas de profesionales, que graduaran la importancia de los asuntos y el grado de exigencia en las respuestas. Es entendible que ninguno de los candidatos quisiera responder a las preguntas del otro. Cada uno quería inclinar a su favor la conversación, y las preguntas, como todo el mundo sabe, son la carretera que ciñe las respuestas.

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¿Para qué sirve un periodista? Es una pregunta que tiene distintas y discutibles respuestas. Pero si algo dejó claro el debate a dos entre Rajoy y Rubalcaba, es que hubiera sido preferible, para todos, que los candidatos se hubieran sometido a las preguntas de profesionales, que graduaran la importancia de los asuntos y el grado de exigencia en las respuestas. Es entendible que ninguno de los candidatos quisiera responder a las preguntas del otro. Cada uno quería inclinar a su favor la conversación, y las preguntas, como todo el mundo sabe, son la carretera que ciñe las respuestas.

Una periodista deportiva se vanagloriaba, al finalizar el encuentro, de dedicarse al fútbol, al menos así no tenía que preguntar a gritos a la salida de los contendientes: ¿Quién ha ganado? La respuesta tampoco estaba en la conexión con las sedes. Sonaban un poco como los hinchas que gritan detrás de las porterías, esos que no van a ver el partido, sino a ver su partido. Las televisiones ampliaron horario con discusión y opiniones, pero uno tenía la sensación de que ese esfuerzo a posteriori hubiera sido mucho más eficaz si se hubiera podido escenificar toda esa batería de interrogantes y delimitaciones volcada sobre los dos candidatos.

Las encuestas fueron las escogidas para dictar veredicto, aunque todas son hermanas canijas de la encuesta final del domingo electoral. Puede que el titular de ayer en La Razón ("Rajoy, presidente") y su esclarecedor dictamen de que el líder conservador había vencido en el debate por el 73% de los votos, nos animen a bajar los brazos y dejar el periodismo por imposible, pero visto el hambre de análisis y la necesidad de interpretación, hubiera sido ejemplar ejercer sobre el debate mismo toda esa voluntad esclarecedora. Si las preguntas hubieran venido de periodistas, representantes de la curiosidad popular, seguramente las conclusiones no habrían sido tan epidérmicas. Que si Rubalcaba pestañeaba demasiado, o Rajoy lo leía todo.

Las mayores críticas al debate han provenido del resto de partidos. Sus líderes han sido más ácidos y brutales con los futuros presidenciables que cualquier antisistema. Hoy tienen la oportunidad de lucirse en un debate a cinco con María Casado y no tropezar en los mismos errores.

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