Análisis:

Circo, sí; pan, no

Me indigna que los indignados no lleven en su cartelería alguna referencia al derroche del fútbol y de las teles públicas con él. Me indigna que los gobernantes no se atrevan a meter mano a las teles públicas. En parte es lógico, las teles autonómicas dan muchos minutos a los políticos locales, que de otra forma no tendrían. Eliminan urgencias de hospitales y guarderías, anuncian el copago sanitario, pero el dinero que se tira a la televisión ni se toca: 1.800 millones de déficit de las teles regionales.

El sábado algunas autonomías pudieron gozar de un apasionante Granada-Betis en dos ...

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Me indigna que los indignados no lleven en su cartelería alguna referencia al derroche del fútbol y de las teles públicas con él. Me indigna que los gobernantes no se atrevan a meter mano a las teles públicas. En parte es lógico, las teles autonómicas dan muchos minutos a los políticos locales, que de otra forma no tendrían. Eliminan urgencias de hospitales y guarderías, anuncian el copago sanitario, pero el dinero que se tira a la televisión ni se toca: 1.800 millones de déficit de las teles regionales.

El sábado algunas autonomías pudieron gozar de un apasionante Granada-Betis en dos canales distintos, uno público y otro privado. O sea, la Generalitat de Cataluña o la Comunidad de Madrid, entre otras, dedican decenas y decenas de millones de euros para emitir por su canalillo espectáculos como ése. Al margen de su interés (la mayoría por debajo de su media de audiencia), resulta que a la vez ofrece el mismo partido un canal privado. Esta locura está tan instalada en los ciudadanos que ni se oye alguna voz que diga "basta ya". Vascos, catalanes, valencianos y gallegos se han escudado históricamente en su singularidad linguística. Antaño el argumento era de peso; hoy, no. No cuela gastar tantos millones cuando la TDT permite cambiarse de idioma, incluso elegir al comentarista radiofónico preferido en la lengua vernácula. Da igual, el derroche continúa.

El fútbol profesional es al deporte lo que los sálvames de luxe a la telebasura: pura casquería. En pleno déficit público, sí que se encuentra dinero para que el gobierno de turno financie una tele o para que una caja de ahorros (ya se ve cómo han acabado) patrocine a un equipo o dé dinero bajo manga sorteando leyes.

Si ahorro y fútbol no son palabras bien avenidas en las televisiones, sí afecta a otros deportes con menos tomate. Hoy, por primera vez en sus 28 años de historia, los campeonatos mundiales de atletismo no se televisan en España. Ni por cadena pública ni por una privada, ni gratis ni de pago. El atletismo no suscita el morbo del fútbol. Aquí gana el que más corre, dopado o no. El dinero es para el circo del fútbol, aunque sea menguando el pan sanitario.

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