Necrológica:'IN MEMORIAM'

Ignacio Salorio, abogado laboralista

A principios de julio fallecía Ignacio Salorio del Moral (A Coruña, 1948). Fue un abogado ejemplar que llevó sus convicciones hasta el final, defendiendo a los que sufrían la represión franquista del Tribunal de Orden Público, luchando por todos aquellos a quienes se les negaban sus derechos laborales, contribuyendo a crear un nuevo derecho del trabajo que iría sentando jurisprudencia en nuestros tribunales. Persiguió de forma incansable una interpretación del derecho favorable a los más débiles, ayudando a miles de trabajadores a recuperar su dignidad y la seguridad de que siempre tenían en é...

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A principios de julio fallecía Ignacio Salorio del Moral (A Coruña, 1948). Fue un abogado ejemplar que llevó sus convicciones hasta el final, defendiendo a los que sufrían la represión franquista del Tribunal de Orden Público, luchando por todos aquellos a quienes se les negaban sus derechos laborales, contribuyendo a crear un nuevo derecho del trabajo que iría sentando jurisprudencia en nuestros tribunales. Persiguió de forma incansable una interpretación del derecho favorable a los más débiles, ayudando a miles de trabajadores a recuperar su dignidad y la seguridad de que siempre tenían en él a un compañero más, capaz de enfrentarse con cualquier poder del Estado.

Los años de la transición democrática, para él y para todos nosotros, fueron un tiempo de enorme fatiga, en el que fuimos descubriendo cuánto se podía hacer con el derecho en la mano. También de miedo: un compañero nuestro, Javier Sauquillo, fue una de las cinco personas asesinadas por ultraderechistas en el despacho laboralista de la calle de Atocha de Madrid en 1977. Pero valió la pena, Nacho, vaya que si valió: se abrió todo un mundo nuevo.

Nacho, en las larguísimas reuniones políticas, en las tensas negociaciones de convenios colectivos, siempre tenía un papel a mano para esbozar pequeños dibujos. Tal fue su pasión por la pintura que compartió algo tan agrio y áspero como el derecho con la lucidez y la permanencia de su pintura, realizando con mucho éxito exposiciones de sus cuadros.

En los ochenta, la movida le hizo más madrileño: era difícil no encontrarse a Nacho en cualquier bar de Malasaña o Chamberí, dejando que la noche pasara escuchando música, casi sin sentir el tiempo, hasta el café de la mañana. Pero pasados los años, el Madrid que él conocía se le fue haciendo opaco, incómodo e incluso inhabitable, y decidió volver a su tierra. Allí abrió un restaurante y se desarrolló como pintor, sin olvidar nunca que, por encima de todo, estaba el jurista que defendía a los débiles. Entre sus almejas a la marinera y sus exposiciones tuvo tiempo para devolver a los ciudadanos de la ría de Ares y Betanzos su paisaje, ganando ante el Tribunal Supremo la sentencia que declaró ilegal la urbanización Porto Infanta.

Gran conversador, inteligente, valiente, tenaz, gruñón, comprometido con sus ideales, perspicaz, imaginativo y gran compañero, solamente el cáncer ha sido capaz de abatirle, pero mientras nosotros vivamos nuestros hijos y nietos sabrán de sus andanzas.

Juan Cristóbal González Granel y Emilio Hernández Revuelta, abogados laboralistas, firman este texto en representación de todos sus compañeros del despacho Españoleto 13.

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