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Harry Potter y la difícil edad del pavo

Con el estreno de la segunda parte de Harry Potter y las reliquias de la muerte 3D, llega a su fin algo más que una saga cinematográfica de éxito. El universo imaginario creado por J. K. Rowling ha transformado radicalmente la naturaleza, pero, ante todo, los modos de difusión y consumo del producto cultural destinado al público juvenil. Estos son algunos de los elementos esenciales de su fórmula mágica.

Un mausoleo para niños

Con sus siete mamotretos en progresión volumétrica, la saga literaria de Harry Potter ha sido una ficción en la que el lector ideal ha entrad...

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Con el estreno de la segunda parte de Harry Potter y las reliquias de la muerte 3D, llega a su fin algo más que una saga cinematográfica de éxito. El universo imaginario creado por J. K. Rowling ha transformado radicalmente la naturaleza, pero, ante todo, los modos de difusión y consumo del producto cultural destinado al público juvenil. Estos son algunos de los elementos esenciales de su fórmula mágica.

Un mausoleo para niños

Con sus siete mamotretos en progresión volumétrica, la saga literaria de Harry Potter ha sido una ficción en la que el lector ideal ha entrado como niño y ha salido como adulto. De un modo parecido a lo que le ha pasado a Daniel Radcliffe en la serie de películas: empezó tierno y se irá de vacaciones en forma de jovenzuelo atormentado, después de haber sido ya capaz de interpretar cameos procaces en series como Extras, de Ricky Gervais y Stephen Merchant, e incluso haber superado una adicción confesa al alcohol y las fiestas. Los libros de la Rowling son el mausoleo en el que muchos han dejado, secándose como una flor prensada entre páginas, al niño muerto que fueron. Esa ha sido la gran aspiración de la ficción juvenil pos-Rowling: afirmarse como gran rito de paso, como ciclópea montaña que escalar para aullar de madurez en la cumbre (y, de paso, resarcirse del esfuerzo). Muy pocos lo han conseguido.

La ficción pos-Rowling aspira a afirmarse como gran rito de paso
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La ficción al peso

Los viejos lectores del Dr. Seuss y Roald Dahl lamentamos que se hayan terminado los tiempos de la ficción infantil y juvenil escueta, ligera, pero desbordante en su poder imaginativo. En una era en que las temporadas de serie televisiva en DVD se llevan bajo el brazo como si fueran el sucedáneo de la lectura veraniega de mil páginas, la fantasía también se despliega en sagas y prefiere la gran panorámica al plano detalle. Pittacus Lore, Stephenie Meyer, Philip Pullman (a quien bajo ningún concepto hay que considerar un discípulo de la Rowling: él estaba ahí antes), Eoin Colfer y Jim Butcher, entre otros, pueden acreditar la eficacia de la fórmula. El deliberadamente enigmático Lemony Snicket, con su serie de Catastróficas desdichas, también se ajustó al modelo, aunque en su obra revive cierta nostalgia por un gran heterodoxo que escribía corto y dibujaba hondo: Edward Gorey.

El supervillano

Si Harry Potter tiene que bregar con Lord Voldemort, a su creadora J. K. Rowling le tocó en suerte otra némesis de gran calibre: el crítico Harold Bloom que, en un polémico artículo publicado en el Wall Street Journal, acusó a la autora de tener la cabeza dominada por el cliché y la metáfora muerta. Su libro Relatos y poemas para niños extremadamente inteligentes de todas las edades, publicado en nuestro país por Anagrama, propone casi setecientas páginas de lecturas alternativas, ordenadas según las estaciones del año, para quien no quiera caer en las arenas movedizas de Hogwarts y territorios aledaños.

La fantasía como juego de plataformas

Quizá Bloom fue demasiado duro con la Rowling, pero seguro que sus juicios parecerían suaves si se aplicaran a otras franquicias literario/cinematográficas surgidas tras el fenómeno Harry Potter: sagas como las iniciadas por Mañana cuando la guerra empiece o Soy el número cuatro parecen levantarse sobre el escueto andamiaje narrativo de un videojuego, y lo peor es que no parecen preocupadas en lo más mínimo por disimularlo.

Un universo para entrar a vivir

En el fondo, Hogwarts es el gran parque temático en el que a todo incondicional de Harry Potter le encantaría licenciarse. El síndrome de la Tierra Media culmina en estos modelos de ficción susceptibles de reencarnarse en parque temático, limbo a perpetuidad para los fans: el parque de la Universal en Orlando ya ha habilitado su particular Wizarding World of Harry Potter y los estudios británicos de Leavesden ya han anunciado su iniciativa de reciclar decorados reales en enclaves turísticos de síntesis (y cartón piedra).

Harry Potter y las reliquias... se estrena el 15 de julio.

Daniel Radcliffe, Emma Watson y Rupert Grint, matando lo que les queda de infancia en el episodio final de Harry Potter.