CUENTAS PENDIENTES | Elecciones municipales

Salvaterra suma parados esperando al 'mesías japonés'

El municipio tiene 1.000 pisos vacíos tras el fracaso del gran parque industrial

Salvaterra de Miño es un ejemplo de que hasta los mejores proyectos se pueden torcer. Tiene 9.456 habitantes y una población vinculada (no censada) de 643 personas. Las listas del Inem contabilizaron en abril 1.038 inscritos, la mayoría expulsados de empresas de servicios y un buen puñado procedentes de la construcción. El ladrillo ha amamantado la economía local en los últimos años al calor del puerto seco, un polígono industrial de cuatro millones de metros cuadrados que no acaba de arrancar.

Teniendo en cuenta que la población activa (las personas que trabajan o quieren...

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Salvaterra de Miño es un ejemplo de que hasta los mejores proyectos se pueden torcer. Tiene 9.456 habitantes y una población vinculada (no censada) de 643 personas. Las listas del Inem contabilizaron en abril 1.038 inscritos, la mayoría expulsados de empresas de servicios y un buen puñado procedentes de la construcción. El ladrillo ha amamantado la economía local en los últimos años al calor del puerto seco, un polígono industrial de cuatro millones de metros cuadrados que no acaba de arrancar.

Teniendo en cuenta que la población activa (las personas que trabajan o quieren hacerlo) ronda en Galicia el 55%, se podría aventurar que la tasa de desempleo roza en la capital histórica de la comarca del Condado el 20%, tres puntos por encima de la media de la comunidad autónoma. "Aquí se espera a Mitsubishi [que estudia invertir 400 millones de euros en una fábrica de baterías para coches eléctricos] como si nos fuese a tocar la lotería". Isidro Fernández, presidente de la asociación de empresarios Chan da Ponte, el único polígono que realmente funciona en la comarca, intenta sacar adelante varias empresas que han sufrido lo suyo con el descenso de pedidos en el automóvil. "Lo peor es esa sensación de que no hay expectativas, de que esto no va a mejorar. No creo que la crisis sea consecuencia de una mala política, pero sí lo es la profundidad la crisis. No entiendo que en este momento se planifiquen inversiones no productivas". Avanza una situación crítica para muchas pymes por la falta de financiación. "Lo único que podemos hacer es intentar sobrevivir", resume.

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La renta familiar en Salvaterra no aporta mejores noticias. Según el Atlas Socioeconómico de Caixanova es de 12.412 euros por habitante (año 2009), 1.000 euros por debajo de la media en la provincia. En el pueblo nacen menos niños de los que se necesitan para que la población crezca. La inmigración extranjera, de apenas un 5,5%, tampoco es significativa. Aun así, Salvaterra posee muchas esperanzas de futuro. Por eso siempre ha pensado en grande.

El edificio municipal, estilo Falcon Crest, tiene 3.200 metros cuadrados. "Es para toda la vida", señaló orgulloso el alcalde, Arturo Grandal (PP) cuando Manuel Fraga lo inauguró en 2003 y tras 12 años en obras. El macropolígono industrial que promueven la Xunta, el Puerto de Vigo y el Consorcio de la Zona Franca también iba a serlo. Se proyectó a finales de los 90 como el primero de Galicia, pero su avance lento y salpicado de obstáculos -el último, una sentencia que invalidó el plan sectorial que lo regula,- ha provocado, de rebote, una profunda crisis inmobiliaria. Porque Salvaterra vivió como ningún otro Ayuntamiento la bulimia del ladrillo. Grandal no esperó a ver las naves industriales florecer y repartió en los últimos años licencias para miles de viviendas. Se calcula que más de 1.000 se encuentran vacías esperando tiempos mejores.

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La pelea continúa. Aunque Alberto Núñez Feijóo dio en enero por zanjados los problemas legales de los terrenos donde se asentarán las industrias, el apaño legal no convence a un grupo de afectados que han pleiteado contra la Xunta para tumbar el polígono. "Pusieron unos nuevos carteles y han contratado una máquina desbrozadora para hacer el paripé", critica Alejandro Rodríguez, su portavoz. "El plan sectorial está anulado en su totalidad y no en ese millón de metros cuadrados que ahora han excluido como si quisiesen extirpar un cáncer". El Tribunal Supremo tendrá la última palabra.

Mitsubishi, mientras, todavía no ha tomado su decisión, que proporcionaría trabajo a 1.500 personas. "El empujón sería enorme porque daría valor, por ejemplo, a todas las viviendas", dice el empresario Isidro Fernández. Según un estudio de la Cámara de Comercio de Vigo, que a la espera del boom industrial también implantó una oficina en la zona, casi el 60% de las empresas se dedican a los servicios y un 25,9% están centradas en la construcción. La cualificación profesional con la que afrontan el desempleo los salvaterrenses es muy justa: la mayoría solo tienen el bachillerato o no han completado los estudios elementales.

El panorama político local está marcado por la hegemonía del PP, que en las últimas municipales cosechó el 55% de los votos. Quizá por ello las pancartas de la derecha se entienden en Salvaterra con dos palabras "Vota Arturo". El candidato, que militó en UCD y en el PSOE, capaz de refrendar su mayoría absoluta sin ofrecer un solo mitin, fía la salvación económica del municipio al puerto seco. La oposición le afea siempre que puede la gestión aireando las cuentas. Las últimas muestran un déficit de 888.000 euros, con lo que la deuda del Ayuntamiento se eleva a 2,7 millones.

Salvaterra de Esquerda, la formación que presenta la candidata más joven, Lara Soto, de 25 años, reprocha a Grandal que después de 32 años de Gobierno solo sea capaz de hacer "lavados de cara con el fin de ganar unos cuantos votos". "En lugar de decorar muros de empresas privadas con maceteros debería pagar las deudas con las asociaciones sin ánimo de lucro", dicen en su programa.

El pueblo, sin duda transformado, necesita por encima de todo afrontar el problema del paro, pero la salvación no la darán nuevos edificios.

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