Reportaje:LA ULTRADERECHA EN EUROPA

Le Pen ya compite por la presidencia

Nadie conoce cuál es su techo electoral. Un sondeo reciente afirma que el extremista Frente Nacional se ha convertido en la primera opción de voto entre los obreros de Francia

La extrema derecha en Francia posee un rostro definido, victorioso y amenazante, el de Marine Le Pen, hija de Jean Marie, el veterano fundador del Frente Nacional, y actual presidenta de la formación. Desde hace meses, no hay semana en que Le Pen no aparezca a la cabeza -o al menos en la zona alta- de un sondeo, para certificar su imparable ascenso político. El último se publicaba la semana pasada en el Journal du Dimanche, que bautizaba a Le Pen como "la campeona del voto obrero".

En enero pasado, Marine Le Pen fue elegida heredera política de su padre en un congreso celebrado e...

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La extrema derecha en Francia posee un rostro definido, victorioso y amenazante, el de Marine Le Pen, hija de Jean Marie, el veterano fundador del Frente Nacional, y actual presidenta de la formación. Desde hace meses, no hay semana en que Le Pen no aparezca a la cabeza -o al menos en la zona alta- de un sondeo, para certificar su imparable ascenso político. El último se publicaba la semana pasada en el Journal du Dimanche, que bautizaba a Le Pen como "la campeona del voto obrero".

En enero pasado, Marine Le Pen fue elegida heredera política de su padre en un congreso celebrado en Tours. Ahora, su formación política, según esa encuesta, sería la hipotética receptora del 36% de los votos de las clases trabajadoras francesas en las futuras elecciones presidenciales de 2012. Los obreros votarían más al Frente Nacional que al presumible candidato socialista, Dominique Strauss-Kahn, actual director general del Fondo Monetario Internacional (FMI), con un 33% y, sobre todo, mucho más que a Nicolas Sarkozy, con un rácano 15% de sufragios obreros.

En la anterior campaña, un por entonces pujante Sarkozy apelaba a "los franceses que se levantan pronto" y a aquellos "que quieren trabajar más para ganar más". Todo apunta ahora -dada la mísera popularidad que arrastra el actual presidente de la República- que muchos de los que confiaron entonces en él han decidido ahora apoyar al Frente Nacional. El resultado de las elecciones locales celebradas en marzo pasado también confirma este trasvase: el Frente Nacional obtuvo en 14,7% de los votos frente al 16,3% de la UMP de Sarkozy.

Marine Le Pen, de 44 años, abogada de formación, inteligente, omnipresente, con una cuota mediática considerable, amiga de pisar la calle y proclive a meter el dedo en la llaga y luego salirse por la tangente, ha conseguido resucitar un partido que en 2007 se encontraba al borde de la extinción, fagocitado precisamente por la vigorosa campaña de Sarkozy. Por un lado, se ha desembarazado aparentemente de la cáscara amarga, antipática, rancia y racista de su padre, barnizando el mensaje de su partido de cierta modernidad generacional. Por otro, ha sabido aprovecharse del malestar de los franceses, que ven cómo su país sale muy poco a poco de la crisis económica a pesar de las promesas incesantes de un Sarkozy que parece moverse hacia todos los sitios sin llegar a ninguna parte. Por eso los sondeos no hacen sino confirmar lo que muchos politólogos franceses habían advertido meses atrás: el Frente Nacional juega en la primera división de la política francesa. En otras palabras: solo tres formaciones serían capaces de superar la segunda vuelta de la elección presidencial de 2012: la UMP de Nicolas Sarkozy; el Partido Socialista francés (PS), con el candidato que salga de las primarias de otoño... y el Frente Nacional, de Marine Le Pen.

Un ex primer ministro socialista, Laurent Fabius, denunció hace meses la táctica perversa y eficaz que la presidenta del Frente Nacional aplica con precisión y frecuencia: "Señala cierto problema y aporta soluciones poco creíbles". Es cierto: fue el primer -y único- dirigente político francés en acudir a la isla de Lampedusa a visitar los centros de acogida de inmigrantes. Y antes de que estallara la reciente crisis franco-italiana sobre el asunto, Marine Le Pen ya había criticado el Tratado de Schengen y propuesto su abandono. También se adelantó a Sarkozy (o Sarkozy se inspiró en ella) a la hora de denunciar el hecho de que los musulmanes recen en la calle. La izquierda critica a Sarkozy por ir a rebufo siempre de las propuestas extremistas de Le Pen y advierten que esta táctica -en principio encaminada a evitar la huida de votantes- es contraproducente y solo sirve para reforzar a la formación del Frente Nacional: "Entre la copia y el original, la gente siempre prefiere la original", repiten.

Ella rechaza que la consideren de extrema derecha, asegurando que ese calificativo la reduce y la caricaturiza. Su programa es una mezcla difusa de ideas populistas -rechazo de las élites, propuestas de nacionalizaciones de bancos- y de soluciones xenófobas: propuso hace semanas que la Armada francesa, en alianza con la italiana, se ocupe de devolver directamente los barcos de inmigrantes a sus puertos de origen.

Nadie sabe a ciencia cierta cuál es su techo electoral. Pero ella sí que parece conocer su objetivo político. En una reciente rueda de prensa con corresponsales extranjeros comenzaba la mayoría de sus respuestas con la misma e invariable fórmula: "Cuando yo sea presidenta".

Marine Le Pen, líder del Frente Nacional francés.PHILIPPE HUGUEN/AP.

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