De la euforia de Sargent a la angustia de Schiele

El Centro del Carmen exhibe obras de Sorolla o Zuloaga junto a Klimt y Munch

Desde la Guerra Franco-Prusiana de 1870 hasta el final de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), numerosos artistas intentaron plasmar las convulsiones culturales y sociales de cuatro décadas de efervescencia económica, transformación tecnológica y crecimiento de urbes por toda Europa. Un "laboratorio cambiante", en palabras de Tomás Llorens, comisario junto con Boye Llorens de la exposición Retratos de la Belle Époque, que ayer se inauguró en el Centro del Carmen de Valencia, y que exhibirá hasta el 26 de junio obras de Klimt, Schiele, Boldini, Munch, Kirchner, Toulouse-Lautrec, Kokosc...

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Desde la Guerra Franco-Prusiana de 1870 hasta el final de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), numerosos artistas intentaron plasmar las convulsiones culturales y sociales de cuatro décadas de efervescencia económica, transformación tecnológica y crecimiento de urbes por toda Europa. Un "laboratorio cambiante", en palabras de Tomás Llorens, comisario junto con Boye Llorens de la exposición Retratos de la Belle Époque, que ayer se inauguró en el Centro del Carmen de Valencia, y que exhibirá hasta el 26 de junio obras de Klimt, Schiele, Boldini, Munch, Kirchner, Toulouse-Lautrec, Kokoschka, Sargent, Zuloaga o Sorolla, entre decenas de grandes pintores de la época. "Es una época con un sentimiento de euforia extraordinario y también, subyaciendo, un sentimiento de ansiedad creciente", explica Llorens. Y eso es lo que explicita la muestra, producida por Cultura y la Fundación La Caixa.

Se abordan los cambios culturales y sociales a través de los grandes nombres de la pintura de aquellos años. Desde el brillo de los cuadros de la ilustre aristocracia de John Singer Sargent, en Inglaterra, o Joaquín Sorolla, en España, hasta la zozobra psicológica de las pinturas de Egon Schiele y Oskar Kokoschka. Una gran muestra producida por la Fundación La Caixa y Cultura, con un coste de un millón de euros, que después viajará a Barcelona y que reúne 78 cuadros de instituciones de 11 países, como la Tate de Londres, el Museo Thyssen-Bornemisza, la Galleria degli Uffizzi de Florencia, o el Metropolitan Museum de Nueva York. Hasta el Palacio de la Zarzuela ha aportado un cuadro que a diario contempla en su despacho el príncipe Felipe, el Retrato del rey don Alfonso XIII con el uniforme de Húsares (1907), de Sorolla.

Aunque el rostro es el protagonista, se abordan las obras de distintas temáticas a lo largo de nueve salas, que van desde el autorretrato hasta los cuadros de grupos, las obras al aire libre, los de ambientes, los de crisis y hasta una dedicada a Henri Toulouse-Lautrec. La segunda sala, quizá la más espectacular, se llena de grandes pinturas de figuras de la alta sociedad, cuadros coloridos y optimistas, como La duquesa de Sutherland, de Sargent, el Retrato de la condesa Mathieu de Noailles, de Ignacio Zuloaga, o varias obras luminosas de Giovanni Boldini, como la espectacular La mujer de rosa o la delicada pintura que hizo de Cléopâtre-Diane de Mérode, una bailarina de belleza legendaria retratada por todos los pintores de París y que, según Llorens, como símbolo de la Belle Époque, fue mencionada por Marcel Proust en sus obras.

La mujer de rosa, de Giovanni Boldini, ayer en el Centro del Carmen de Valencia.JORDI VICENT
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