Jakob Hrusa borda la música rusa con la Sinfónica

La Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG) firmó el viernes en el Palacio de la Ópera de A Coruña uno de sus mejores conciertos de la temporada. Bajo la dirección de Jakob Hrusa (República Checa, 1981), interpretó en primer lugar la Sinfonía nº1 Clásica, de Prokófiev, que sonó clara, transparente y con el pleno carácter haydniano que le dio su autor original, como en la irónica solemnidad de la Gavota o en la vivacidad chispeante del Finale.

La Octava es la sinfonía de Shostakóvich menos interpretada y tal vez la peor comprendida. Hrusa y los músicos de la...

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La Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG) firmó el viernes en el Palacio de la Ópera de A Coruña uno de sus mejores conciertos de la temporada. Bajo la dirección de Jakob Hrusa (República Checa, 1981), interpretó en primer lugar la Sinfonía nº1 Clásica, de Prokófiev, que sonó clara, transparente y con el pleno carácter haydniano que le dio su autor original, como en la irónica solemnidad de la Gavota o en la vivacidad chispeante del Finale.

La Octava es la sinfonía de Shostakóvich menos interpretada y tal vez la peor comprendida. Hrusa y los músicos de la Orquesta Sinfónica transmitieron fidelísimamente la desolación y el dolor que trascienden el trabajo del maestro ruso, su sarcasmo cruel y su fuerza, arrolladora como una ola gigante en tantos de sus pasajes. Extraordinarios todos los solos: ambos clarinetes, flautín, flauta, oboe y corno inglés en las maderas y trompeta en los metales. Sobresalientes estos en sus pasajes corales y densa y colorida la cuerda, con las violas esparciendo por todo el espacio del Palacio de la Ópera como un aroma a cedro, su sonido de madera noble en el tercer movimiento.

El checo Hrusa -a través de un dominio absoluto de ambas partituras, demostrado ya en los ensayos previos- logró un más que notable rendimiento artístico de la orquesta. El clima de sucesión que se respira en la Orquesta Sinfónica de Galicia hace que más de uno haya empezado a hacer sus quinielas. Y en ellas ya incluyen al joven maestro checo que puso su batuta al servicio de Shostakóvich o Prokófiev. Se ha de imponer la prudencia: estos asuntos se negocian a medio plazo y contrastando muchos hechos y datos que no siempre emergen a la luz pública hasta el final.

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