Columna

Mala Cara

Periódico: cientos de miles de personas en España continúan leyendo periódicos. Pagan por ellos. Les gustan los periódicos. En ese sentido, van a contracorriente de los periodistas. Es más. Los lectores resisten para sorpresa de los periodistas. A muchos periodistas no les gusta la prensa escrita. Ya ni leen los periódicos. Desconocen el placer textil del texto. Pero la nueva superstición, lo virtual, todavía no puede con el fantasma de Bloom leyendo el periódico en el retrete, en el Ulises de Joyce. Sobrio, una mañana temprano, Carver fue capaz de escribir un poema titulado ...

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Periódico: cientos de miles de personas en España continúan leyendo periódicos. Pagan por ellos. Les gustan los periódicos. En ese sentido, van a contracorriente de los periodistas. Es más. Los lectores resisten para sorpresa de los periodistas. A muchos periodistas no les gusta la prensa escrita. Ya ni leen los periódicos. Desconocen el placer textil del texto. Pero la nueva superstición, lo virtual, todavía no puede con el fantasma de Bloom leyendo el periódico en el retrete, en el Ulises de Joyce. Sobrio, una mañana temprano, Carver fue capaz de escribir un poema titulado Felicidad: "Veo entonces al chico y a su amigo / calle arriba / repartiendo el periódico". Poema: no lejos del quiosco, hay una frutería. Los nombres de las manzanas y las peras refulgen como iluminaciones profanas, componen un poema en el escaparate: Red Field, Cherry Gala, Decana de Comicio, Pink Lady, Flor de Invierno, Mala Cara... No, no podemos evitar que la vida sea apasionante. Pentecostés: políticos y comentaristas de la caverna deberían visitar más a menudo el Nuevo Testamento para documentarse mejor. Así, y a propósito de lenguas y pinganillos en el Senado, se dice en los Hechos de los Apóstoles: "Se reunió mucha gente y todos quedaron admirados, porque cada uno de ellos los oía hablar en su propia lengua". Dreyfus: hace días que no lo suelto: Reportajes de la historia, de Martín de Riquer y Borja de Riquer. Hoy anoto la crónica del juicio y condena de Dreyfus, el oficial francés de origen judío, víctima de un proceso que indignó al mundo, y que se publicó en el Daily Telegraph (1899). Dice del tribunal: "Cinco de sus siete jueces se han colocado pues así, ante los ojos de muchos, más allá de las barreras de la humana razón, y fuera del alcance de las llamadas del sentido moral". Si la historia hay que conjugarla como un presente recordado, ¿a qué me recuerda esto?

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