Análisis:

Bill Maher

Larry King se despidió y hubo lagrimitas, foto de familia y saludos de la parroquia más ilustre. Nadie se acordó de un documental de hace años que lo mostraba cocinando sus famosas entrevistas. Estaba en vísperas de una campaña presidencial. King quería ser el moderador de los grandes debates finales y, cuando invitaba a los candidatos a su programa, durante la publicidad, les explicaba qué tipo de preguntas les haría y la mejor manera de responderlas o de esquivarlas. Un sastre a la media. Y eso se vio. A pesar de esta sumisa oferta y de estar proponiendo un teatro periodístico no consiguió l...

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Larry King se despidió y hubo lagrimitas, foto de familia y saludos de la parroquia más ilustre. Nadie se acordó de un documental de hace años que lo mostraba cocinando sus famosas entrevistas. Estaba en vísperas de una campaña presidencial. King quería ser el moderador de los grandes debates finales y, cuando invitaba a los candidatos a su programa, durante la publicidad, les explicaba qué tipo de preguntas les haría y la mejor manera de responderlas o de esquivarlas. Un sastre a la media. Y eso se vio. A pesar de esta sumisa oferta y de estar proponiendo un teatro periodístico no consiguió lo que buscaba.

Entre los invitados de ese último día estaba Bill Maher. Sus shows políticos en la HBO se pueden ver en el Canal + Extra. Es todo un personaje. Está por la legalización de la marihuana, del aborto, de la eutanasia, del matrimonio gay... Es favorable a la pena de muerte (nadie es perfecto) y no le caen bien los republicanos. Un sentimiento que, sospecho, debe de ser recíproco porque les factura unos viajes de una insólita dureza y sinceridad. Maher hacía un programa en la ABC, Políticamente incorrecto, y precisamente esta incorrección le costó, tras el 11-S, el abandono de unos cuantos patrocinadores y la liquidación del programa. La misma muerte televisiva que tuvo Lou Grant. No les gustas a los anunciantes y, aunque gustes a la audiencia, son ellos quienes te retiran de las ondas. Detalles que dicen mucho sobre el poder del telespectador. No habla prácticamente de otra cosa que de política, eso sí, muy doméstica. Si va al programa su amigo George Clooney es para hablar del drama del Sudán, únicamente de eso, y ni la reina de Jordania se escapa de una educada y maliciosa pregunta sobre la democracia en su país. Es un talk show radical, tanto porque se manifiestan opiniones de todo tipo sin apuros como porque no hay otro entretenimiento que la tertulia, la entrevista, el monólogo... la palabra. Es un tanto bestia en el lenguaje, pero lo más admirable no es que invite a personas con las que discrepa totalmente, sino que estos vayan sabiendo que les darán jarabe. Claro que a su programa sobre todo van personas que están en campaña presentando un libro suyo. Es enternecedor ver cómo es verdad aquello de que lo mejor es que hablen de ti, aunque sea mal.

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