Columna

¿Arde el volcán?

Veo a los miembros más trascendentes de la Casa Real en algo que parece una estación. Les rodean los jefes sociatas y peperos, incluido el gurteliano Camps y la alcaldesa de Valencia, esa castiza dama con la que desearía contar en el reparto cualquier zarzuela. Percibes que hay ambiente de verbena, de bautizo, de boda, transparente buen rollo, que no hace falta que un embriagado coro aúlle: "Que se besen", para que el impulso natural de estos altos cargos sea inflarse a ósculos. Subo el volumen de la tele para enterarme a qué se debe el espíritu navideño y la fraternal reconciliación de...

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Veo a los miembros más trascendentes de la Casa Real en algo que parece una estación. Les rodean los jefes sociatas y peperos, incluido el gurteliano Camps y la alcaldesa de Valencia, esa castiza dama con la que desearía contar en el reparto cualquier zarzuela. Percibes que hay ambiente de verbena, de bautizo, de boda, transparente buen rollo, que no hace falta que un embriagado coro aúlle: "Que se besen", para que el impulso natural de estos altos cargos sea inflarse a ósculos. Subo el volumen de la tele para enterarme a qué se debe el espíritu navideño y la fraternal reconciliación de los que están empeñados en salvarnos a todos los españoles, incluidos los escandalosamente ricos. Y me entero. Están inaugurando un AVE, noticia siempre gozosa para los que en nuestros obsesivos sueños incendiamos los sádicos aeropuertos españoles. Y escucho a Zapatero: "Cada vez que sumamos juntos somos ganadores como país". Frase que debe haber donado infinita tranquilidad a los cinco millones de parados. Parados engañosos, ya que la lógica asegura que arderían las calles si la intemperie a la que les han condenado los de siempre fuera absoluta.

Y deduces que en Occidente pueden entrar en erupción volcanes comparables en su violencia a los que marcaron la Revolución Francesa y el Octubre Rojo. A un fulano al que no pagan su nómina desde hace meses, le entregan un talón sin fondos, el banco le acorrala, asesina a los dueños de la empresa, al subdirector del banco y a una empleada. Pero enseguida te aclaran que era un psicópata con afición a las armas que se prendía chapas de sheriff. Uno de los que zarandearon el coche de los príncipes de Gales por la subida de tasas universitarias es David Gilmour, hijo del Pink Floyd. Habita en una mansión, su educación cuesta millones. Los que agredieron bestialmente al ministro griego eran kale borrokas atenienses. O sea, todos tranquilos, los incendiarios son casos marginales. El problema será cuando los que pierdan la cabeza sean gente normal que ya no tiene nada, hartos, temblorosos, asfixiados.

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