Reportaje:Moda

El color invade todo en París

Un complejo desfile de Lanvin destaca en una jornada muy masculina

En varios sentidos, el desfile de Alber Elbaz para Lanvin, anoche en París, resume algunas de las complejidades que presenta la moda para la primavera / verano de 2011. Fue una colección llena de matices y sin un mensaje unívoco. Los colores ácidos punteaban un paisaje terroso, las largas faldas líquidas se oponían a la dureza de los arneses de cuero y las austeras sandalias convivían con sofisticados tacones de aspecto industrial. Las temporadas precedentes han enjuagado el paladar de la moda con un largo y depurador trago de minimalismo. Limpia la mesa, ahora toca crear algo nuevo sobre ella...

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En varios sentidos, el desfile de Alber Elbaz para Lanvin, anoche en París, resume algunas de las complejidades que presenta la moda para la primavera / verano de 2011. Fue una colección llena de matices y sin un mensaje unívoco. Los colores ácidos punteaban un paisaje terroso, las largas faldas líquidas se oponían a la dureza de los arneses de cuero y las austeras sandalias convivían con sofisticados tacones de aspecto industrial. Las temporadas precedentes han enjuagado el paladar de la moda con un largo y depurador trago de minimalismo. Limpia la mesa, ahora toca crear algo nuevo sobre ella. Todavía no está claro qué, pero sí que debe partir de la lección aprendida en este trompazo.

Galliano investigó la mezcla de géneros en su propuesta para Dior
Margiela presentó ayer una colección que rozaba el absurdo

La innovación austera de Elbaz incluye, por ejemplo, una singular revisión del traje. Que ya no elige entre la falda y el pantalón, porque superpone ambos y los coordina con chaquetas cuadradas. Un atuendo que remite tanto al neopreno de un surfista como al uniforme maoista. Y a la vez a ninguno de ellos exclusivamente. Un gesto de contención capaz de convivir en armonía con el excitante final de cinco modelos negras cubiertas de elegantes estampados tropicales. Lo asombroso de la sensibilidad de Elbaz es que aúna opuestos y a la vez deja en ellos un poso único y perfectamente reconocible.

Es su forma -sutil, original- de acercarse a un tema que ya se apunta como fundamental para la temporada. La masculinización de la mujer. Mucho menos sublime fue el tratamiento de la cuestión que dispensó Maison Martin Margiela. La casa ha llevado un rumbo errático desde la definitiva despedida de su enigmático fundador, pero ayer presentó una colección que rozaba el absurdo. Los esterotipos del guardarropa masculino se reducían a un croquis plano sobre el la anatomía femenina. Piense en los hombres anuncio con su cartón sobre el cuerpo y entenderá el efecto que producía ver una cazadora convertida en dos rectángulos de cuero pegados al torso. A lo mejor el chiste hubiera tenido alguna gracia de tratarse de un guiño puntual. Pero ver todas y cada una de las prendas envasadas al vacío y lucidas como pancartas resultó a todas luces excesivo.

John Galliano también investigó ayer la mezcla de géneros. "Me inspiré en Bettie Page, pero también en Marlon Brando. Viajé con la imaginación a la Polinesia. A una base naval del Pacífico sur en la que los marineros se cruzan con las bellezas de la isla", explicaba el diseñador de Gibraltar, vestido de Corto Maltés. La colección mantenía el rumbo colorista que fijó su desfile de alta costura de julio, aunque le faltaba la entidad de aquel estudio sobre las flores. Algunos de sus pétalos se colaban bajo parkas naúticas y, en versión mucho más tropical, estampaban vestidos breves que a veces falseaban superponerse a camisetas sacadas del imaginario de Brando.

Los colores ácidos y casi maníacos habían teñido el recorrido internacional de presentaciones para la próxima temporada hasta ahora. De hecho, Raf Simons hizo estallar la banca cromática con su magnífico desfile para Jil Sander. Pero el arranque de París había sido notablemente menos ácido. Con Galliano y Peter Copping volvieron las energéticas combinaciones de fucsia, naranja y amarillo. El diseñador de Nina Ricci aleja definitivamente a la casa de cualquier dramatismo con una paleta que celebra la alegría de vivir, importada de la colaboración de la propia Ricci con el artista Christian Bérard.

Cuando una casa tan vocacionalmente femenina como Nina Ricci incorpora la sastrería en su catálogo, es evidente que algo se está gestando. Por eso, de pronto, resulta tan chocante una propuesta como la de Zac Posen. El diseñador estadounidense debutó en la cita parisiense con una colección que más que de Nueva York parecía venir de otro planeta. Proliferaban las plumas y el encaje negro en una fantasía presuntamente erótica. Parecía pensada para un musical o un cabaret. Desde luego, no para un tiempo tan firmemente decidido a encontrar razones, soluciones y respuestas.

Desfile de Alber Elbaz para Lanvin.REUTERS