Reportaje:

Cristiano hermético

Los compañeros del jugador y el público critican su individualismo y él dice que es la afición la que debe "entusiasmar a los futbolistas"

Cristiano se depila, se pinta las uñas, se peina, se hidrata y se ejercita en el gimnasio para crear una coraza orgánica, una urdimbre de músculos que lo mantienen a salvo del peligro que imagina. "Hace pesas para sentirse fuerte mentalmente", dicen en el vestuario. "Hace abdominales para ganar confianza en su juego".

El fútbol no tiene mucho que ver con abdominales y trapecios, pero a Cristiano le gusta tocarse y sentir que va bien defendido por una capa coriácea. Como un escarabajo. Se mira al espejo. Le gusta lo que ve. Sale al campo y su juego es especular. A veces, hermético. Sus c...

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Cristiano se depila, se pinta las uñas, se peina, se hidrata y se ejercita en el gimnasio para crear una coraza orgánica, una urdimbre de músculos que lo mantienen a salvo del peligro que imagina. "Hace pesas para sentirse fuerte mentalmente", dicen en el vestuario. "Hace abdominales para ganar confianza en su juego".

El fútbol no tiene mucho que ver con abdominales y trapecios, pero a Cristiano le gusta tocarse y sentir que va bien defendido por una capa coriácea. Como un escarabajo. Se mira al espejo. Le gusta lo que ve. Sale al campo y su juego es especular. A veces, hermético. Sus compañeros piensan que en ocasiones su ensimismamiento perjudica a todos porque durante los partidos se pierde hasta separarse de la dinámica colectiva. Lo mismo piensan numerosos aficionados. Algunos le pitaron en el Bernabéu, el sábado durante el partido contra Osasuna, cuando le vieron regalarse gestos de vanidad, taconazos y fintas en el aire. Le dedicaron cientos de pitidos. Nunca le habían censurado tanto. La primera reacción de Cristiano fue de desdén. Como si sus oídos también estuviesen acorazados. "No los escuché", dijo mientras salía del campo.

"Este club no puede quedarse... ¡Yo no me quiero quedar dos años sin ganar nada!"
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Tiene 25 años y tal vez no perciba que puede estar metiéndose en un problema. Hace un año el Bernabéu se abarrotó de 90.000 seguidores que acudieron a rendirse ante él en su presentación como jugador madridista. "Fue mi momento más feliz desde que estoy en el Madrid", dijo. Para Cristiano la felicidad no está asociada a sus compañeros como a sí mismo. En su esquema mental resulta difícil de explicar que en las mismas tribunas que ocuparon sus acólitos ahora aceche un ejército de hinchas disgustados. "A veces el público está impaciente", observó ayer, después de admitir que sí había oído silbidos.

"Los jugadores intentamos jugar bien y dar espectáculo pero a veces no es posible", explicó. "A veces es mejor que el público ayude para motivarnos a jugar bien, y no hacer lo que hacen normalmente aquí. La energía que gastan para pitar es la misma que podrían emplear en apoyarnos".

"Ganamos", insistió Cristiano, "y los aficionados tienen que quedarse contentos porque el equipo ha ganado. Pudimos jugar mejor, pero no siempre es posible jugar bien. Yo tampoco he visto que el equipo estuviera mal el sábado. Hemos controlado el partido. Hay que tener paciencia".

"El público del Bernabéu se divierte cuando el equipo juega bien, hace cosas buenas y mete goles", explicó; "cuando los goles no entran se quedan calladitos. Pasaba lo mismo en Manchester de vez en cuando. Los aficionados estaban callados y de un momento al otro se despertaban y ayudaban a los jugadores de verdad. No siempre nosotros los jugadores tenemos que estar jugando brillantemente para entusiasmar a los aficionados. Los aficionados a veces deberían intentar entusiasmar a los jugadores".

"Este año vamos a ganar títulos", afirmó ayer, casi repitiendo lo que dijo el año pasado. "Estoy seguro. Este club no se puede quedar dos años sin ganar nada... ¡Yo no me quiero quedar dos años sin ganar nada!".

Cristiano Ronaldo, durante el partido contra Osasuna.CLAUDIO ÁLVAREZ

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