Crítica:

Zona de difuminación

En Une robe d'été (1996), cortometraje de un por entonces principiante François Ozon, un fortuito encuentro heterosexual en primera línea de playa y un vestido de mujer se convertían en inesperados factores de dinamización de una relación homosexual en crisis. Era un trabajo en el que ya estaba cifrada la identidad creativa de este cineasta que está construyendo una sólida filmografía hecha de películas aparentemente menores, en las que afloran algunas obsesiones recurrentes. Entre ellas, la imprevisible mecánica de las transacciones del afecto, que le sirve para dibujar un estimulante ...

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En Une robe d'été (1996), cortometraje de un por entonces principiante François Ozon, un fortuito encuentro heterosexual en primera línea de playa y un vestido de mujer se convertían en inesperados factores de dinamización de una relación homosexual en crisis. Era un trabajo en el que ya estaba cifrada la identidad creativa de este cineasta que está construyendo una sólida filmografía hecha de películas aparentemente menores, en las que afloran algunas obsesiones recurrentes. Entre ellas, la imprevisible mecánica de las transacciones del afecto, que le sirve para dibujar un estimulante mapa de la complejidad humana. En algunos momentos de El refugio se hace palpable el recuerdo de Une robe d'été: una casa cercana a la costa se convierte, en la película, en zona de tránsito, convalecencia y reconciliación vital, espacio de cuestionamiento de diversas líneas divisorias -entre otras, las que, de manera siempre provisional, separan la adicción de la sobriedad, la heterosexualidad de la homosexualidad, la marginalidad de la integración...-.

EL REFUGIO

Dirección: François Ozon.

Intérpretes: Isabelle Carré, Louise-Ronan Choisy, Pierre-Louis Calixte, Claire Vernet.

Género: drama. Francia, 2009.

Duración: 88 minutos.

Ozon no sirve moralejas: le interesa el funcionamiento de la emoción

En El refugio, una heroinómana -portentosa Isabelle Carré- descubre que está embarazada cuando su amante acaba de morir de sobredosis. Desafiando las presiones de su familia política, la protagonista decide tener al hijo y se retira a su particular refugio, la casa vacía de un viejo amante. Allí, la aparición del hermano homosexual de su novio fallecido pondrá en funcionamiento algo invisible -el complejo, tortuoso pulso interior de la protagonista- que tanto Ozon como su actriz logran hacer cristalino, fascinante: el auténtico argumento de la película que, por supuesto, no tiene que ver con ninguna obviedad acerca del embarazo y la toxicomanía. Ozon no sirve moralejas: lo que le interesa es el funcionamiento imprevisible de la emoción y la posibilidad de un argumento donde otro hubiese colocado una elipsis. Hasta se le perdona el potencial para la neo-cursilería de su plano final.

Isabelle Carré, protagonista de El refugio, en un fotograma del filme de Ozon.
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