estereotipas

CONEJA DE INDIAS

El otro día cenando me dice mi hija de seis años: "Mamá, tú a mi edad ¿no tenías picores? Ya sabes...", y se mira los bajos, "ahí". Horror. A ver si ha cogido ladillas en la piscina infantil. No me extrañaría. Entre el cloro, el pis y los 50 grados que alcanza a mediodía, aquello hierve de vida. Eso sí que es un caldo de cultivo y no el del CSIC. Pero no. Dice que a ella no le pica la vulva. Así, con todas las letras, en Cono -Conocimiento del Medio- llaman a las cosas por su nombre. Que lo del picor lo ha oído en un anuncio. Y que si me pica o no. Ahí.

Y me picó, mira tú. La cur...

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El otro día cenando me dice mi hija de seis años: "Mamá, tú a mi edad ¿no tenías picores? Ya sabes...", y se mira los bajos, "ahí". Horror. A ver si ha cogido ladillas en la piscina infantil. No me extrañaría. Entre el cloro, el pis y los 50 grados que alcanza a mediodía, aquello hierve de vida. Eso sí que es un caldo de cultivo y no el del CSIC. Pero no. Dice que a ella no le pica la vulva. Así, con todas las letras, en Cono -Conocimiento del Medio- llaman a las cosas por su nombre. Que lo del picor lo ha oído en un anuncio. Y que si me pica o no. Ahí.

Y me picó, mira tú. La curiosidad, se entiende. Las que curramos todo el día no nos enteramos. La sobremesa casera puede ser muy fuerte. El día que me tiré al sofá para la primera siesta de vacaciones la tele entró en bucle. Ahí estaba el anuncio: una madre y su hija debatiendo sobre una pomada para el prurito genital. Después, una que sufre en silencio las hemorroides. Luego, una chica que no evacua a gusto. Otra que tiene gases y no explota. Una propia con pérdidas ya no tan leves. Otra que no lubrica por muy lúbrica que esté. Y una santa hundida porque al marido no se le levanta. La problemática completa de cintura para abajo en microrrelatos de 20 segundos. Contados por mujeres. Parece la venganza de los publicistas. Como ya no se atreven a sacar a tías en bolas, no sea que les emplumen por sexistas, las ponen a parir. No se puede caer más bajo.

Como si ellos estuvieran libres de polvo y paja. Que se lo digan a mi marido, que llama a sus almorranas por su nombre: Trancas y Barrancas. No porque vivan en el hormiguero, que también, sino por cómo las lleva. Y ahí tienes a mi suegro y su gota a gota. Está mal de la próstata, pero antes apostata que reconocerlo. ¿Y mi jefe? Además del profesional, ese tiene prurito del otro. Es ponerse delante de ti y recolocarse el paquete. Pero no se lo digas, que te mete un ídem. Ellos sí que sufren en silencio. Lo que pasa es que nosotras lo decimos. Y la tele va y lo casca.

La culpa es nuestra. Lo probamos todo. Ayer mandé a mi marido a la compra del mes. Le pedí compresas, tampones, toallitas, salvaslips, lo mínimo. Al rato me llama desde el híper, hiperventilando entre murallas de celulosa con alas, algodón con falda y microfibra en modo tanga. Menos mal que iba con la niña. Me la pasó, le canté los anuncios correspondientes y cogió la mercancía al vuelo. Así que un respeto para las modelos del sector. El mercado está fatal y a cierta edad hay que elegir entre cara y culo. Hay trabajos sucios pero alguien tiene que hacerlos. Te lo digo yo, que soy uróloga.

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