Crítica:EXTRAVÍOS | ARTE | Reportaje

Ninfas

A diferencia de sus brillantes seguidores académicos, que trataban de descifrar imágenes, Aby Warburg (1866- 1929), fundador de la escuela, daba la impresiónmás bien de cifrarlas, o, si se quiere, de mantener su misterio algo revuelto, como a medio camino entre la ciencia y la poesía. Ahora que se acaba de publicar en castellano uno de sus libros más fascinantes, el titulado Atlas Mnemosyne (Akal), enriquecido con un amplio estudio de Fernando Checa, puede comprobarse a través de sus tablas de imágenes, que, de entrada, desafían la lógica científica convencional. En este sentido, ha resultado ...

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A diferencia de sus brillantes seguidores académicos, que trataban de descifrar imágenes, Aby Warburg (1866- 1929), fundador de la escuela, daba la impresiónmás bien de cifrarlas, o, si se quiere, de mantener su misterio algo revuelto, como a medio camino entre la ciencia y la poesía. Ahora que se acaba de publicar en castellano uno de sus libros más fascinantes, el titulado Atlas Mnemosyne (Akal), enriquecido con un amplio estudio de Fernando Checa, puede comprobarse a través de sus tablas de imágenes, que, de entrada, desafían la lógica científica convencional. En este sentido, ha resultado muy oportuna la edición española, casi simultánea, del opúsculo del pensador italiano Giorgio Agamben, titulado Ninfas (Pre-Textos), cuya reflexión sobre estas criaturas míticas arranca precisamente del panel 46 que acopió Warburg reuniendo 26 fotografías heteróclitas sobre este tema.

El término "ninfa", según el Diccionario etimológico, de Corominas y Pascual, procede del latino lympha, que alude a una "divinidad acuática", y, a su vez, del griego nimfe, que significa "novia", "mujer joven" o "divinidad de las fuentes". Algo de este significado original se ha preservado en el castellano actual, que lo aplica no sólo para nombrar genéricamente a cualquier joven físicamente atrayente, sino que subraya el trasfondo erótico la cuestión con el término de "ninfomanía" para dar cuenta del apetito sexual desordenado. En cualquier caso, podemos vincular la historia de estas criaturas, en la cultura del imaginario occidentalmoderno, como una resonancia de la erótica ensoñación pastoril de un mundo bucólico, donde cobran vida estos seres míticos, de naturaleza mixta, cuya disponibilidad excita el deseo y la fantasía de los hombres, pero no sin generar simultáneamente una cierta aprensión, cuando no, simple terror.

Sólo diez años más joven que Freud, este trasfondo ambivalente —traumático— que perdura en las ninfas queda subrayado por Warburg no sólo en el conjunto de imágenes que seleccionó en su correspondiente panel, pues allí se entremezclan toda clase de figuras femeninas en movimiento, incluida la de una campesina toscana fotografiada por él en Settignano, sino también en algunos comentarios que escribió al respecto, donde habla de ellas como "objeto de mis sueños" transformado en "pesadilla fascinante". No tiene nada de raro esta declaración íntima, porque la obsesión de Warburg era el estudio de la pervivencia y la perversión históricas de las imágenes en constante transformación.

Partiendo de la videoanimación con la que el artista actual Bill Viola recreó varios cuadros de respectivamente Masolino, El Bosco y Dirck Bouts en una obra titulada Passions (2003), donde los "cuadros vivientes" cobran un fundamento cinematográfico, Giorgio Agamben se embarca, por su parte, en una reflexión de profundo y variado calado sobre las imágenes y la imaginación, que, entre otras cosas, nos aporta una nueva luz sobre el específico sentido histórico del arte, que arrastra una larga cola de sombras que desafía nuestro discernimiento racional, provocando simultáneamente con ello nuestra atracción y nuestro temor íntimos, cual si fuera la cegadora radiante imagen de nosotros mismos reflejada en la de una ninfa que nos sale al paso.