Crítica:THE GIRLFRIEND EXPERIENCE | cine

Economía del sexo

A Gus Van Sant y a Richard Linklater se les conoce bien. Se sabe que sus intereses están puestos en los elevados proyectos de autor, de grandes pretensiones filosóficas, líricas y visuales, en donde sacan lo mejor de sí mismos (Elephant, Gerry, Paranoid Park..., el primero; Slacker, Waking life, Antes de amanecer..., el segundo), pero que de vez en cuando, para amortizar las citadas películas, se dejan llevar por mayoritarios productos de encargo (Descubriendo a Forrester, Milk, el primero; Escuela de rock, Una pandilla de pelotas, el segundo).

Sin embargo, c...

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A Gus Van Sant y a Richard Linklater se les conoce bien. Se sabe que sus intereses están puestos en los elevados proyectos de autor, de grandes pretensiones filosóficas, líricas y visuales, en donde sacan lo mejor de sí mismos (Elephant, Gerry, Paranoid Park..., el primero; Slacker, Waking life, Antes de amanecer..., el segundo), pero que de vez en cuando, para amortizar las citadas películas, se dejan llevar por mayoritarios productos de encargo (Descubriendo a Forrester, Milk, el primero; Escuela de rock, Una pandilla de pelotas, el segundo).

Sin embargo, con Steven Soderbergh, compañero de generación de los anteriores, no acabamos de vislumbrar claramente sus inclinaciones. Porque, habituado en la última década y media a los éxitos de algunos de sus productos más convencionales y lujosos (Erin Brockovich, la saga de los Ocean's), sus tentativas en el cine más experimental han sido rotundos fracasos de crítica (Full frontal, Bubble). Hasta The girlfriend experience, cinta de 2009 exhibida en la pasada Seminci de Valladolid, que se alza como su mejor obra del ala vanguardista.

THE GIRLFRIEND EXPERIENCE

Dirección: Steven Soderbergh.

Intérpretes: Sasha Grey, Chris Santos, Mark Jacobson, Philip Eytan.

Género: drama. EE UU, 2009.

Duración: 77 minutos.

Evidentemente pretenciosa, pero muy certera en diversos ámbitos temáticos y de estilo, The girlfriend experience está centrada en el devenir de una prostituta de lujo de Nueva York a la que igual contratan para pasar un fin de semana como novia de alquiler que para quedar cinco minutos con un tipo con eyaculación precoz al que le basta un abrazo para dejar la sangre correr.

Un relato de estructura rota en mil pedazos, aunque con varios hilos conductores en forma de conversación (una con una amiga, otra con un periodista que escribe un reportaje sobre ella, y otra en la que su novio, sí, su novio, viaja con unos amigos en avión), que abren caminos para desarrollar aspectos vitales, caso de las dificultades afectivas, pero también colaterales, como la influencia de la crisis económica global, el rescate financiero de los bancos y las elecciones presidenciales que acabó ganando Obama.

Soderbergh, también director de fotografía bajo su habitual seudónimo de Peter Andrews, ofrece una lujosa imagen a pesar de estar filmada en digital (con una cámara Red One), pero donde la película ofrece más atractivos es en su visión macroeconómica de la existencia individual y, sobre todo, en la más oscura figura que hayamos encontrado recientemente en el cine (y la vida): un reputado crítico de putas que, previa prueba, es capaz de destrozar una carrera profesional con sus análisis en un portal de Internet.

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