estereotipas

Toda incluida

He vuelto de vacaciones. Sí, ya, qué pasa. Alguien tiene que trabajar en verano. Si no, a ver quién levanta el país, que falta le hace. Para que algunas descansen, otras pringan. Y por el mismo precio. Unas nacen con estrella y otras estrelladas. Pero yo, que soy más larga que ancha que ya es decir, me pillé un dos por uno en febrero y me planté en La Palma el mismito 1 de julio. Ocho días, siete noches, en un cuatro estrellas todo incluido. Sol y playa. Amor y lujo. Comer, beber, amar. Lo que yo te diga.

Las fotos del folleto no mentían. La isla tiene su rollo. Pero una playa es una pl...

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He vuelto de vacaciones. Sí, ya, qué pasa. Alguien tiene que trabajar en verano. Si no, a ver quién levanta el país, que falta le hace. Para que algunas descansen, otras pringan. Y por el mismo precio. Unas nacen con estrella y otras estrelladas. Pero yo, que soy más larga que ancha que ya es decir, me pillé un dos por uno en febrero y me planté en La Palma el mismito 1 de julio. Ocho días, siete noches, en un cuatro estrellas todo incluido. Sol y playa. Amor y lujo. Comer, beber, amar. Lo que yo te diga.

Las fotos del folleto no mentían. La isla tiene su rollo. Pero una playa es una playa es una playa, que decía la Stein. ¿O era una rosa? Da igual, vista una, vistas todas. Y más con dos niños chicos y otro grande. Que una cosa es ir de hippy chic a una cala salvaje, y otra tener que bregar con dos becerros y el padre de la camada bufando por todo. La arena, el sudor, la sed, las lágrimas. Al tercer día de andar tres kilómetros para calentar los potitos y enfriar el gaznate ya echas de menos la civilización.

El hotel no estaba mal. El típico resort de medio pelo para clase media comodona. Un querer y no poder. Sobre todo de noche. La tal junior suite era un hangar con dos camas, una soldada a la otra. Pareadas, dicen, pero para aparearse había que esperar a que los críos se durmieran. El pequeño caía rendido en el acto, pero a la mayor no había quien la callara antes del alba. Para entonces, los ronquidos de su padre se oían en Lanzarote y yo se la tenía jurada en plan dama de hierro. Un día que coincidimos despiertos, nos pusimos a celebrarlo y justo en el punto de no retorno vimos al bebé con ojos como platos valorando la escena. Angelito. Se nos fue el santo al cielo.

Al final acampamos en la piscina. Llega un punto en que has visto todos los rincones y las piedras y los mercadillos de la isla. Un collar de conchas es un collar de conchas es un collar de conchas. Pero lo compras. Te crees que las vacaciones no acaban y te mimetizas con el ambiente. Así vamos todas, con la versión 2010 del vestidito blanco de todos los veranos. Ya se encargan las lorzas de personalizarte el look. Porque el viaje me ha llenado. Y eso que solo tomaba postre. Los 14 del bufé. Así he venido. No me caben ni los bolsos. Total, que estoy encantada de volver al curro, negaré haberlo dicho. Dignidad, decoro, disciplina. Los kilos me los quito con un mes a piña. El pisto ya me lo doy yo. He dicho que vengo de navegar por Croacia con unos amigos. Miento, como todas. Una de tantas. Una estereotipa, que dice mi suegra. Por lo menos tengo un moreno ideal. De playa, playa.

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