TORMENTAS PERFECTAS | OPINIÓN

También caen los leñadores

No solo las armas tienen retroceso. También lo tienen los afilados instrumentos cortantes con que los leñadores se aplican a la tarea de poda y desmoche de bosques insostenibles. Con harta frecuencia se lesionan ellos mismos, por falta de pericia, exceso de confianza o pura debilidad, porque se atreven con golpes que superan sus propias fuerzas.

Las crisis producen víctimas entre los gobernantes que las presiden. Sobre todo si los ciudadanos damnificados en sus bolsillos y puestos de trabajo se sienten desatendidos y despreciados. Y eso sucede con más frecuencia de lo que los profesiona...

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No solo las armas tienen retroceso. También lo tienen los afilados instrumentos cortantes con que los leñadores se aplican a la tarea de poda y desmoche de bosques insostenibles. Con harta frecuencia se lesionan ellos mismos, por falta de pericia, exceso de confianza o pura debilidad, porque se atreven con golpes que superan sus propias fuerzas.

Las crisis producen víctimas entre los gobernantes que las presiden. Sobre todo si los ciudadanos damnificados en sus bolsillos y puestos de trabajo se sienten desatendidos y despreciados. Y eso sucede con más frecuencia de lo que los profesionales de la cosa pública suelen darse cuenta: basta con negar la llegada de la tormenta cuando ya está encima, ocultar luego sus previsibles efectos catastróficos o enmascararlos detrás de bellas palabras y buenas intenciones. Al único que se respeta es al gobernante que dice la dura y cruda verdad a la cara y en vez de prometer soles radiantes anuncia sangre, sudor y lágrimas.

No solo las crisis producen bajas. También las producen las medicinas, con frecuencia drásticas, que sirven para curarlas. Y en este punto es donde se da el retroceso, el golpe que el hacha devuelve al leñador. Quienes se emplean en la tarea dolorosa del recorte deben ser tipos con buen pulso, suficiente pericia y gran integridad física y probablemente moral. Cuando no es así, también caen desmochados como arbolillos.

Tuvimos un ejemplo notable en el Gobierno británico recién formado por el conservador David Cameron y el liberal demócrata Nick Clegg. Destacaba en el equipo el economista David Laws, secretario del Tesoro destinado a practicar el primer gran recorte de la temporada, valorado en 7.300 millones de euros. No pudo ni empezar, pues tuvo que dimitir a los 17 días, en cuanto se supo que se había beneficiado fraudulentamente del reembolso del alquiler de un piso, que en realidad era propiedad de otro hombre, incidentalmente su pareja sentimental. Su sucesor, Danny Alexander, ha anunciado un recorte todavía mayor para los próximos cuatro años que alcanzará al 40% del presupuesto de algunos departamentos.

La próxima víctima del retroceso será un leñador que ni siquiera ha empezado su tarea. Es el ministro de Trabajo francés, Eric Woerth, a quien Sarkozy ha encargado la reforma del sistema de pensiones, es decir, la poda del bosque sagrado del Estado de bienestar. La esposa de Woerth es la asesora financiera de la multimillonaria Lilianne Bettencourt, metida en un lío familiar y político que ha permitido saber de su fortuna en Suiza y de sus regalos en especies al partido de Sarkozy.

No valen los alfeñiques ni los leñadores con cadáveres en el armario. Las crisis y los remedios de caballo con que se las trata piden tipos duros e intachables.

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