Reportaje:

Más allá del sentimiento

Manolo Sanlúcar ultima la grabación de 'Didáctica de la guitarra flamenca'

El guitarrista Manolo Sanlúcar ha abandonado su retiro monacal de El Pedroso, al norte de la provincia de Sevilla, por el trabajo en el estudio de grabación de la casa que conserva en su ciudad natal. Allí se está registrando el sonido de su proyecto más ambicioso: Didáctica de la guitarra flamenca. El maestro lleva empeñado en ella más de dos años y medio, tiene ya unas cuarenta piezas grabadas y, el mes próximo, va a comenzar el registro de las imágenes. Con el apoyo de la Agencia Andaluza del Flamenco, que se remonta al tiempo en el que era su directora la actual ministra Bibiana Aíd...

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El guitarrista Manolo Sanlúcar ha abandonado su retiro monacal de El Pedroso, al norte de la provincia de Sevilla, por el trabajo en el estudio de grabación de la casa que conserva en su ciudad natal. Allí se está registrando el sonido de su proyecto más ambicioso: Didáctica de la guitarra flamenca. El maestro lleva empeñado en ella más de dos años y medio, tiene ya unas cuarenta piezas grabadas y, el mes próximo, va a comenzar el registro de las imágenes. Con el apoyo de la Agencia Andaluza del Flamenco, que se remonta al tiempo en el que era su directora la actual ministra Bibiana Aído, y que ha sido renovado por el actual Consejero de Cultura, Paulino Plata, Sanlúcar espera poder entregar a principios del próximo año los tres primeros volúmenes del trabajo.

El guitarrista lleva dos años y medio dedicado a su obra más ambiciosa
Los tres primeros volúmenes estarán terminados a principios de 2011

Para el guitarrista esta obra es didáctica y a la vez artística. "Didáctica", explica, "porque quiere ser un referente, como una enciclopedia en la que los músicos puedan consultar para conocer, desde la teoría y la ortodoxia, los fundamentos de esta cultura, que siempre se explica a través de las emociones. Y no es que porque no tenga emociones". "Por ello", añade el maestro, "el motivo principal de esta obra es dejar asentado todo lo escolástico de esta cultura flamenca, que es la escuela de sus intérpretes, y explicar cómo se fundamenta musicalmente". El adicional carácter artístico del proyecto está más que garantizado por la extensa nómina de figuras del cante, del toque y del baile que prestan su arte de manera desinteresada a la obra. Entre ellos, y por citar tan sólo a unos pocos del cerca del medio de centenar de colaboradores, se encuentran José Mercé, Carmen Linares, Miguel Poveda, Esperanza Fernández o Fernando de la Morena (cante); Eva Yerbabuena, Javier Barón, Antonio El Pipa y Rocío Molina (baile); y una extensa relación de guitarristas que van desde los más jóvenes (Diego del Morao) a los compañeros de generación del maestro, Víctor Monge "Serranito" y Paco Cepero. Para el jerezano guarda Sanlúcar palabras de especial consideración: "Paco siempre ha tenido una conciencia muy tradicional, ha llegado a convertirse en un referente muy especial y, además, conservando su personalidad, que es muy acusada".

El peso de la guitarra en la obra no viene solo determinado por la condición de su director. El protagonismo de la sonanta se asienta en su cualidad para acompañar el cante, el baile y las dos cosas a la vez, además de su faceta de concierto. "La guitarra", explica el maestro, "es polifónica, da seis notas a la vez y también tiene esa grandeza armónica. En ella residen todos esos valores de nuestra cultura flamenca que pueden ser observados musicalmente: su ritmo, su métrica, su tonalidad y su modalidad.".

Con esta obra, Manolo Sanlúcar cierra un círculo que arranca muy atrás en el tiempo, cuando se plantea su primer proyecto de sistematización de la guitarra flamenca de concierto, que quedó plasmado en la fundamental trilogía Mundo y formas de la guitarra flamenca (1971-73). "En ese momento faltaba documentación", se lamenta el maestro, "pero fue una manera de hacer un compendio de todo lo que había recibido de mi maestro, mi padre y una toma de responsabilidad". Ese carácter comprometido y militante con el instrumento y con la cultura de su música ha constituido una suerte de guía ética para su carrera. La convicción en los valores musicales de esta escuela flamenca no le resta distancia para advertir: "No podemos ser el ombligo del mundo, ni querer convertir nuestras deficiencias en genialidades". El guitarrista, que en alguna ocasión ha manifestado que, por el flamenco, ha vivido como un monje, termina aconsejando: "Necesitamos estudiar para añadirle el conocimiento a nuestra gran sensibilidad artística".

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