Necrológica:

Marina Semionova, estrella del ballet ruso

Fue la primera figura de la danza en la era soviética

La primera bailarina Marina Timofievna Semionova tenía 102 años cuando murió, el pasado 8 de junio, en su casa de Moscú. Nacida en San Petersburgo el 12 de junio de 1908, reinó durante 22 años en la escena del Teatro Bolshoi de Moscú como primera bailarina, y fue la primera gran estrella rusa de la danza clásica de la era soviética. Fue también maestra y ensayadora de varias generaciones de artistas. Estudió en la Escuela de Ballet de Petrogrado, donde estuvo bajo la tutela de Agripina Vaganova hasta 1925.

Ya en su etapa de estudiante bailó excepcionalmente la Princesa Florina de ...

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La primera bailarina Marina Timofievna Semionova tenía 102 años cuando murió, el pasado 8 de junio, en su casa de Moscú. Nacida en San Petersburgo el 12 de junio de 1908, reinó durante 22 años en la escena del Teatro Bolshoi de Moscú como primera bailarina, y fue la primera gran estrella rusa de la danza clásica de la era soviética. Fue también maestra y ensayadora de varias generaciones de artistas. Estudió en la Escuela de Ballet de Petrogrado, donde estuvo bajo la tutela de Agripina Vaganova hasta 1925.

Ya en su etapa de estudiante bailó excepcionalmente la Princesa Florina de El pájaro azul y la Reina de las Dríadas de Don Quijote, y destacó enseguida por su versatilidad, desde lo dramático hasta lo lírico. Vaganova recreó para ella el papel del hada Naila, de La Source en la versión tradicional de Aquille Coppini, donde ya hizo gala de su musicalidad. Invitada al Teatro de la Ópera y el Ballet (GATOP) como solista, Vaganova se siguió ocupando de ella y puliendo los caracteres del gran repertorio, y así apareció como Odette-Odille de El lago de los cisnes (1926), Nikita de La Bayadera, el mismo año, y la Princesa Aurora de La bella durmiente, en 1927. También fue Aspicia (La hija del faraón) y Raymonda, en 1929. Entonces abandonó Leningrado para irse a Moscú.

El cisne de Semionova marcó cómo enfrentar en la era moderna los roles del siglo XIX. En 1928, el escritor Stefan Zweig la vio bailar y no escatimó elogios: "Cuando sale a escena da la impresión de una tormenta repentina que removiera la tranquilidad de una existencia monótona".

En 1930 entró en el Bolshoi y su Kitri de Don Quijote cautivó al público, lo mismo que su Esmeralda o su Giselle, llegando a dotar de verdadera intensidad dramática a algunos personajes ya manidos o pasivos, como es el caso de Giselle. En 1935 fue la primera soviética invitada a bailar Giselle en la Ópera de París con Serge Lifar, y fue aclamada en la misma cuerda que antes lo fueron Anna Pavlova y Olga Spessitseva.

Bailó Raymonda por más de 20 años en el Bolshoi, y matizó hasta la perfección sus complejos solos académicos.

Durante su primera temporada moscovita, se estrenó con La Bayadera y bailó la Tao-Hoa de La amapola roja, el ballet de Tijomirov y Laschilin que inauguró el realismo socialista en la danza clásica. Luego fue Mireille de Poitiers en Las llamas de París de Vainonen, en la que daba vida a la actriz cortesana de Versalles en estética rococó hasta transformarse, al final de la obra, en una simbólica imagen de tutú rojo y lanza en la escena del triunfo de la República.

Perfección estética

Rostislav Zajarov llegó a decir de ella que encarnaba un ideal de perfección estética (había protagonizado en 1938 su ballet El prisionero del Cáucaso, así como Taras Bulba). Ya en el ocaso bordó un papel ligero, Mirandolina, en el ballet homónimo de Vainonen y Vasilenko basado en Goldoni. En 1947 creó La Cenicienta, también de Zajarov, e hizo exclamar a Prokofiev: "¡Esto es exactamente lo que pide mi composición para el personaje de Cenicienta!", según recoge la biógrafa Svetlana Ivanova.

Se retiró en 1952 y era la decana de las ensayadoras del Bolshoi. Por sus manos pasaron Maya Plisetskaia, Marina Kondriateva, Nina Timofieva, Svetlana Adirkajeva, Nina Sorokina, Nadiezda Pavlova y Nina Semizorova, entre otras muchas estrellas. Era única preparando a las bailarinas en la compleja plasticidad de los roles clásicos. Fue maestra en la Academia Lunacharski y en la Escuela de Ballet de Moscú.

Su vida personal fue trágicamente discreta. Se casó dos veces, primero con el bailarín Victor Alexandrovich Semionov (no eran parientes), al que conoció en su juventud y que murió a los 52 años en Moscú. Antes de esto se había separado de él para casarse con el diplomático Lev Karajan, que fue víctima de las purgas estalinistas y ejecutado en un gulag a finales de los años treinta. Smakov ha dicho que Semionova cambió el perfil y el destino del baile femenino moderno en cuanto su estética clásica.

Marina Semionova, cuando era primera bailarina del Bolshoi.

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