Crónica:

La resurrección en el infierno

Basso gana en el Zoncolan, el 'Angliru' italiano, donde Arroyo resiste en rosa

"Manca poco". Queda poco. La pintada aún resiste, blanca, mintiendo en el asfalto de la recta más dura del Zoncolan. 22%. Un anuncio pleno de sadismo: queda aún una eternidad. Una tortura que podría haber firmado Dante, aquel que a las puertas del infierno hizo colgar la leyenda recordando que debía abandonar toda esperanza quien las cruzara.

Las puertas del infierno, lo recordaba una pancarta que cruzaba de lado a lado una pancarta en Ovaro, el último centro habitado, el pueblo cuya mención provoca escalofríos en los más valientes. Allí nace la carretera del Zoncolan -10 kilómet...

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"Manca poco". Queda poco. La pintada aún resiste, blanca, mintiendo en el asfalto de la recta más dura del Zoncolan. 22%. Un anuncio pleno de sadismo: queda aún una eternidad. Una tortura que podría haber firmado Dante, aquel que a las puertas del infierno hizo colgar la leyenda recordando que debía abandonar toda esperanza quien las cruzara.

Las puertas del infierno, lo recordaba una pancarta que cruzaba de lado a lado una pancarta en Ovaro, el último centro habitado, el pueblo cuya mención provoca escalofríos en los más valientes. Allí nace la carretera del Zoncolan -10 kilómetros al 12% de media, rampas de hasta el 22%, el Angliru de los Alpes-, allí, en las puertas del infierno encontró ayer Ivan Basso la esperanza que había perdido cuatro años antes, cuando se descubrió que era uno de los clientes de Eufemiano Fuentes, cuando la Operación Puerto. Allí, en la cima, a 1.730 metros, dos túneles estrechos, oscuros, siniestros, se abren súbitamente a un anfiteatro natural, deslumbrante, que simulaba las gradas de un gigantesco estadio en el que se agitaban 150.000 aficionados, que habían subido, la mayoría en bicicleta también. Allí, la luz al final del túnel, Basso, una máscara en su rostro, un rictus de serenidad, una media sonrisa, la ironía del dolor, volvió a ganar.

Basso resucitó en el infierno y lo hizo como si bailara un vals sobre las pendientes más duras de Europa, mientras detrás de él, uno a uno, cada ciclista condenado a pelear solo con sus fuerzas, con sus medios, los demás supervivientes del Giro encadenaban zigzags torpes y bruscos. Allí, los más viejos, ciclistas de otra época, intentaron acompañarlo. Sucumbieron

El primero que atacó, el que forzó la primera selección, a poco menos de ocho kilómetros para la cima, fue Michele Scarponi, otro resucitado de la Puerto. Su rueda la resistieron Basso y Evans, mientras que los demás importantes -Vinokúrov, Nibali, Cunego, Sastre Arroyo en rosa, que pierde en apenas 700 metros más de un minuto- comenzaban la lucha por la supervivencia. A seis kilómetros, Basso acelera con fuerza por primera vez. Scarponi cede. A cuatro kilómetros, donde lo más duro, cuando, en efecto, no faltaba poco, un nuevo acelerón le deja, finalmente, solo en cabeza. El momento con el que soñaba en lo más duro de los años de recuperación que celebró bailando un vals con su sombra, mientras Evans, el último que le había aguantado, comenzaba a visitar en zigzag a los espectadores de las cunetas, izquierda, derecha, clavadas sus piernas sobre los pedales.

Signo de los tiempos que Basso, de 32 años, no dudó en describir como los de la claridad -"mis valores hemáticos, mis entrenamientos, todos mis análisis y pruebas, están en la web, a la vista de todos", dijo el ciclista de Varese, entrenado, como Cadel Evans, el campeón del mundo, por Sassi-, fue que Simoni y Piepoli, que llegaron juntos en cabeza a la cima en 2007, tardaron 1m 50s menos que el ganador de 2010.

A Arroyo, que perdió 3m 50s, más 20s de bonificación, de los 13 minutos de L'Aquila, y mantiene la maglia rosa por 3m 33s sobre Basso (entre medias, Richie Porte), Simoni y Piepoli le habrían dejado a casi 6m, lo que todo el mundo habría considerado normal. Toda su vida, el ciclista de Talavera, ha quedado décimo, undécimo, en otro nivel.

Arroyo defendió su prenda con el empecinamiento y tenacidad de un hobbit, seguramente Sam, con el mismo empeño en un escenario que conocía tan bien como se conoce a sí mismo. Primero, en compañía del joven Jeannesson, su inexperto compañero, que intentó marcarle el ritmo y le guió a trompicones voluntariosos. Después, más a gusto, solo. Empezó por delante de Sastre, quien más experto, mejor ciclista, el rey de la táctica de menos a más, le adelantó en los últimos metros, aunque no evitó que Basso le adelantara en la general. Los dos españoles pelearán, en los días que quedan, desde mañana (hoy, por fin, descanso), por un lugar en el podio. También Vinokúrov, Nibali, Evans...

15ª etapa. Mestre- Monte Zoncolan. 1. Basso, 6h 21m 58s. 2. Evans, a 1m 19s. 3. Scarponi, a 1m 30s. General. 1. Arroyo, 67h 48m 42s. 2. Porte, a 2m 35s. 3. Basso, a 3m 33s. 4. Sastre, a 4m 21s. 5. Evans, a 4m 43s. 6. Vinokúrov, a 5m 51s. 7. Nibali, a 6m 8s.

Basso, entre la multitud, solo, en cabeza, en una de las últimas curvas del Zoncolan.AP

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