Reportaje:

Sastre, la fe en la era del descreimiento

Ante la ausencia de Contador, el ciclista de El Barraco parte como favorito de un Giro que nace hoy en Ámsterdam

Se presentan los corredores del Giro en el viejo edificio de la Bolsa, el Beurs van Berlage, y la presencia a las cuatro de la tarde de la carrera rosa, de sus figuras, de sus colores, apenas deja una huella en la zona más turística, más sucia, más ruidosa de Ámsterdam. El Giro que, como el Tour en Francia, cuando nació a principios de siglo XX, fue el símbolo de la modernidad de un país, de la bicicleta como elemento de progreso, de las carreteras, es, como el ciclismo a principios del siglo XXI, un espectáculo antiguo en una era posmoderna. La desacralización de los héroes. La indiferencia. ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Se presentan los corredores del Giro en el viejo edificio de la Bolsa, el Beurs van Berlage, y la presencia a las cuatro de la tarde de la carrera rosa, de sus figuras, de sus colores, apenas deja una huella en la zona más turística, más sucia, más ruidosa de Ámsterdam. El Giro que, como el Tour en Francia, cuando nació a principios de siglo XX, fue el símbolo de la modernidad de un país, de la bicicleta como elemento de progreso, de las carreteras, es, como el ciclismo a principios del siglo XXI, un espectáculo antiguo en una era posmoderna. La desacralización de los héroes. La indiferencia. A quién le importa cómo viven, cómo desean, qué sienten, qué piensan los protagonistas, viejos ciclistas de otro siglo, de otros tiempos, Evans, Basso, Garzelli, Scarponi... Sastre.

"He aprendido que no puedo ir sin fuerzas para hacerlo bien", dice el español

Sastre, 35 años -viejo, pero no tan viejo como su amigo Íñigo Cuesta, que cumplirá 41 años el 3 de junio-, carga un saco de números a su espalda: este Giro es su 22ª gran vuelta: lleva 13 top ten, seis podios, una victoria, el Tour de 2008. Sastre, el esfuerzo elevado a la categoría de mística, el espíritu del ciclismo de antes, del que hacía soñar también a los adultos -"el ciclismo es sufrimiento, un castigo, sí, pero ¿es que acaso puede haber gozo sin sacrificio?", dice-, es, simbólicamente, sintomáticamente, uno de los grandes favoritos, el gran favorito incluso, más si se tiene en cuenta que no está Contador.

"Vuelvo al Giro porque terminé con un gran sabor de boca el año pasado -fue cuarto, luego tercero cuando descalificaron a Di Luca, positivo; será segundo si se castiga a Pellizotti, también positivo; ganó dos etapas: Monte Petrano, Vesubio- vuelvo porque es la única grande de tres semanas en la que no he estado en el podio físico", dice el ciclista de El Barraco. "Y vuelvo porque en el Tour otros me lo pondrían más complicado. Contador, Andy Schleck, Armstrong, corredores superiores a mí. Hay que ser inteligente, saber lo que hay, saber decidir con realismo".

El Giro tan hermoso, Sastre lo terminó muerto, "agotado física y mentalmente". Y en tal estado acudió a un Tour, el segundo de Contador, en el que apenas pudo hacer de figurante. Terminó 17º. Terminó tan mal, la náusea del Ventoux repitiéndole, que, pasados ocho meses llega al Giro con sólo ocho días de competición. "Han sido ocho meses necesarios, un invierno duro, un invierno bueno para curar los jamones, las heridas, imprescindible para la recuperación", dice Sastre. "Un invierno de dudas necesarias, pues ha sido el dudar de mí mismo lo que me ha hecho esforzarme más, entrenarme más. Un invierno en el que me he dado cuenta de mis errores: no puedo ir a las carreras sin sentirme con fuerzas para ser protagonista, para hacerlo bien".

"El Giro lo ganará un diésel", dice Gianni Bugno -ahora piloto de helicóptero en la carrera, hace 20 años, maglia rosa del primero al último día-, y mira a Sastre. Y Sastre levanta el dedo, voluntario. "Será una carrera dura. Una primera semana para coger ritmo, hasta las carreteras desterradas, hasta el Terminillo, y 10 días finales de dureza extrema, puertos todos los días -Monte Grappa, Zoncolan, Plan de Corones, Mortirolo y Gavia-, emboscadas", dice. "Un Giro para escaladores, para veteranos. Un Giro que me atrae y me anima. Un Giro en el que no descarto nada".

Para el Giro 2010, que como la Vuelta de 2009, como el próximo Tour, sale de Holanda, el país de la bicicleta -hoy, contrarreloj en Ámsterdam, 8,4 km (Eurosport, 15.32)- el australiano Cadel Evans, campeón del mundo, ganador de la Flecha Valona, lleno de fuerza toda la primavera, es el gran favorito. También para Sastre. "Evans es un hombre Tour", dice el líder del Cervélo. "Pero también estarán Basso, un hombre fuerte que sabe ganar, y Vinokúrov y algunos más".

En el Giro de la posmodernidad y el descreimiento habrá, síntoma de los tiempos, símbolo de lo que hay, más ciclistas australianos (14), que españoles (12).

Sobre la firma

Archivado En