Análisis:

Olímpico

Cuánto arte, desgarro y sinceridad acompaña a la necrológica. Existen leyendas que certifican que se ha producido la muerte de algunos necrólogos antes de que el enfermo personaje, cuyas gestas habían cantado con ardor y sentimiento, hubiera abandonado este mundo. La previsión de los medios para que no les pille el toro en defunciones anunciadas hace que encarguen esas biografías antes de que el homenajeado críe malvas, y luego pasa lo que pasa debido al caprichoso destino.

Calculas la trascendencia nacional o universal del finado por el número de páginas que le dedican. También por la ...

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Cuánto arte, desgarro y sinceridad acompaña a la necrológica. Existen leyendas que certifican que se ha producido la muerte de algunos necrólogos antes de que el enfermo personaje, cuyas gestas habían cantado con ardor y sentimiento, hubiera abandonado este mundo. La previsión de los medios para que no les pille el toro en defunciones anunciadas hace que encarguen esas biografías antes de que el homenajeado críe malvas, y luego pasa lo que pasa debido al caprichoso destino.

Calculas la trascendencia nacional o universal del finado por el número de páginas que le dedican. También por la asistencia al entierro de jefes de algo. O sea, de Estado, empresas, realeza, bancos, academias, federaciones, instituciones, etcétera. De algo con caché. Si, además, también acude fervorosamente el anónimo pueblo llano, que no acostumbra a ser jefe ni de su propia vida, la ceremonia de pompa y circunstancias es completa.

Deduzco ante la lamentable desaparición de Samaranch, ante el emocionado recuerdo que hace de su personalidad proteica la clase política de cualquier signo, ante definiciones tan rotundas como que su españolidad se convirtió en el mayor referente universal, que este hombre poseyó un talento descomunal, camaleonismo e infinita capacidad de maniobra para mantenerse durante toda su existencia profesional en el poder, esa cosita tan subyugante que no precisa inquebrantable lealtad a algo tan superfluo como las ideologías. Parece ser que Samaranch vistió muchas camisas, incluida la azul adornada de yugo y flechas, pero todas le sentaron muy bien y sirvieron para hacer cosas buenas por la colectividad.

Ya sé que el olimpismo es el símbolo de la fraternidad universal, un espectáculo sublime, la capacidad de superación del ser humano, la meta suprema y lírica de participar antes que algo tan vulgar como ganar, y no sé cuántas cosas más. Digo yo que, como en todas las movidas que hacen girar el universo, también será un negocio de proporciones incalculables del que evidentemente nos beneficiamos todos, pero algunos un poquito más. Los del cemento, los del ayuntamiento, los de las contratas, gente así. Como comprendo el llanto de los timoneles de las patrias cuando no pillan los anhelados Juegos Olímpicos. A pesar de la ayuda de Samaranch.

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