La vuelta de Ana Curra
El regreso a la vida pública de Ana Curra es una noticia que alegrará a muchos aficionados. La teclista de Alaska y Los Pegamoides, Parálisis Permanente y Seres Vacíos ha dejado que su vida se deslizase fuera de los canales comerciales y mediáticos de la música dedicándose a la enseñanza del piano y a luchar por hacer surgir al artista del interior de sus alumnos. Con palabras tan intensas como su mirada verde y transparente, Curra muestra sus tesoros y fuentes de inspiración a la cámara. Su vida ha sido también intensa desde que a los siete años abrazó la dura disciplina del aprendizaje music...
El regreso a la vida pública de Ana Curra es una noticia que alegrará a muchos aficionados. La teclista de Alaska y Los Pegamoides, Parálisis Permanente y Seres Vacíos ha dejado que su vida se deslizase fuera de los canales comerciales y mediáticos de la música dedicándose a la enseñanza del piano y a luchar por hacer surgir al artista del interior de sus alumnos. Con palabras tan intensas como su mirada verde y transparente, Curra muestra sus tesoros y fuentes de inspiración a la cámara. Su vida ha sido también intensa desde que a los siete años abrazó la dura disciplina del aprendizaje musical y, sobre todo, desde que Carlos Berlanga le invitó a formar parte de su bullicioso e iconoclasta grupo musical en 1979. Con alguna ayuda del hombre con el que comparte vivienda y vida, César Scappa, poeta, diseñador, agitador y guitarrista, Curra consigue que la vieja y enorme casa del madrileño barrio de Salamanca cobre vida mientras va recordando anécdotas y experiencias.
La casa es casi un museo con libros y muebles antiguos de maderas nobles y tallas complicadas: herencia de la familia Scappa. Los techos son altos y el plano, un verdadero dédalo de cuartos y alcobas. Junto a las antigüedades, las huellas de Curra y César: una vieja revista de rock enmarcada, los cuadros alucinados de Toño Camuñas, las estrellas artesanales de Curra convertidas en lámparas y discos, instrumentos musicales y prendas de cuero en el perchero. Debajo del fregadero dormita Canela, una perrita de nueve años y carácter apacible. La heterogénea colección de objetos -a los que hay que añadir viejas placas publicitarias de Pepsi y Cinzano y muchos libros por todas partes- son, según su dueña, los distintos eslabones, el hilo conductor de su búsqueda y de su crecimiento interior.
El piano de alguna pariente de César fallecida hace mucho tiempo es el centro de la vivienda y los proyectos de Curra el centro de la conversación. Una colaboración con Digital 21 -nombre artístico de Miguel López Mora- mezclando música electrónica y orgánica, su esperado disco pianístico desarrollando una historia completa y dejándonos por fin disfrutar de sus habilidades instrumentales tantos años y tan duramente trabajadas y una serie de conferencias sobre temas musicales para la universidad. Y existe la posibilidad de un libro de memorias. Curra ha estado callada muchos años y siente que ha llegado el momento de abrirse.