Reportaje:

Woods entra en campaña

Como si estuviera ante unas elecciones, Tiger quiere lavar su imagen para el Masters

Tiger Woods ya no es el héroe que vuelve, es el héroe caído. Cuando el año pasado regresó al golf tras ocho meses lesionado, aquello era el regreso del mito. Pero ahora, después de tres meses de confesiones de infidelidades, escarnio y peticiones públicas de perdón, la aureola de personaje invencible ha saltado en minúsculos pedazos. Tiger ya no es un golfista de hierro, es un hombre vulnerable. Y en este proceso de penitencia, de recomponer pieza a pieza el póster de su imagen, de llegar el 8 de abril al Masters de Augusta con un lavado de cara, Woods ha decidido entrar en campaña. Como si fu...

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Tiger Woods ya no es el héroe que vuelve, es el héroe caído. Cuando el año pasado regresó al golf tras ocho meses lesionado, aquello era el regreso del mito. Pero ahora, después de tres meses de confesiones de infidelidades, escarnio y peticiones públicas de perdón, la aureola de personaje invencible ha saltado en minúsculos pedazos. Tiger ya no es un golfista de hierro, es un hombre vulnerable. Y en este proceso de penitencia, de recomponer pieza a pieza el póster de su imagen, de llegar el 8 de abril al Masters de Augusta con un lavado de cara, Woods ha decidido entrar en campaña. Como si fuera un político ante el día de las elecciones, El Tigre ha puesto en marcha su ruidosa maquinaria pública. A la escenificación teatral de su perdón el mes pasado, con su madre en primera fila, han seguido las primeras entrevistas. Muy propagandísticas, claro. Cinco minutos en la ESPN, otros cinco en Golf Channel, ambas cerca de su casa y emitidas a la misma hora la tarde del domingo pasado. Como si fuera un candidato presidencial.

Tanto como entrenarse, el golfista debe cuidar las relaciones sociales

Las dos únicas condiciones fueron temporales. En cuanto al contenido, regateó las preguntas más personales -"un asunto privado", respondió sobre la terapia de la que tanto habla-, se castigó diciendo que su vida era "una mentira" y acentuó sus ansias por volver: "Echo de menos el juego, jugar, competir".

Puede resultar sorprendente, pero Tiger Woods nunca ha sido el tipo más querido en Estados Unidos. Sí el más admirado, elogiado e incluso temido. Pero no el más amado. De ahí que ahora tenga por delante un largo trecho para ganarse simpatías. De ahí también que haya elegido Augusta, el escenario que evoca sus mejores glorias, su alucinante explosión de 1997, para volver al green. Hasta entonces, Woods quiere controlar el cuándo, dónde, cómo y con quién. Está tan pendiente de trabajar con su entrenador de swing, Hank Haney, como de sus asesores de imagen. Ari Fleischer, que fue portavoz de George Bush en la Casa Blanca y que trabajaba con Woods, ha dejado de formar parte de su equipo de comunicación en un giro por presentarse en el Masters con una nueva fachada.

Además de trabajarse a la opinión pública, Woods deberá cultivar también las relaciones sociales con el resto de golfistas, sobre todo con sus compatriotas, a los que tantas veces ha dejado bajo su suela y a los que ahora necesita. Por algo Augusta se pregunta quién deberá acompañar a Tiger en los primeros hoyos del Masters. Sus parejas deberán aceptar compartir juego, paseo y comentarios no sólo con Woods, sino con un ejército de aficionados y periodistas que les seguirán a cada paso.

Tiger Woods, en febrero pasado.REUTERS

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