Crónica:Mundiales de atletismo en pista cubierta

La fiesta de las vallas fue cubana

Dayron Robles se impone por un suspiro a Trammell para ganar su primer título mundial

"Nos vemos en Doha", decía un desafiante Dayron Robles hace unos días en Madrid. Lo decía bien alto, con ese orgullo de campeón que ha caracterizado siempre al plusmarquista mundial de 110m vallas, cuando le preguntaban por su rivalidad con Liu Xiang. Las lesiones, primero del chino, luego de Robles, habían dejado el duelo en barbecho durante tres largos años. Hasta ayer. Pero en los 60m vallas de Doha no apareció Liu, aún renqueante de esa lesión que le aparto de sus Juegos, los de Pekín 2008, y le llevó a un quirófano de Estados Unidos, y sí Terrence Trammell, que se había mostrado intratabl...

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"Nos vemos en Doha", decía un desafiante Dayron Robles hace unos días en Madrid. Lo decía bien alto, con ese orgullo de campeón que ha caracterizado siempre al plusmarquista mundial de 110m vallas, cuando le preguntaban por su rivalidad con Liu Xiang. Las lesiones, primero del chino, luego de Robles, habían dejado el duelo en barbecho durante tres largos años. Hasta ayer. Pero en los 60m vallas de Doha no apareció Liu, aún renqueante de esa lesión que le aparto de sus Juegos, los de Pekín 2008, y le llevó a un quirófano de Estados Unidos, y sí Terrence Trammell, que se había mostrado intratable, por sus rivales y en el crono, tanto en la temporada como en las series y en su semifinal. En la final, la gran final de estos Mundiales de pista cubierta, el estadounidense se quedó a un suspiro, a un par de centésimas de segundo de Robles (7,34s, récord de los campeonatos para el cubano, más de una décima por debajo de su mejor marca este año; 7,36s, récord de Estados Unidos para Trammell).

El chino Liu Xiang, que defendía título, se hundió en la séptima posición
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Lo de Dayron Robles es siempre un ritual. Esta vez el cubano prescindió de esos enormes auriculares que le permiten escuchar la música que le relaja y le aísla, incluso antes de los entrenamientos. Pero ahí estaban las gafas, que le corrigen la miopía, las plantillas que disimulan sus pies planos, los colgantes y pulseras dorados y las palmas para darse ánimos cuando la megafonía anunciaba su nombre.

Y ahí estaba también el mismo problema de siempre. Su salida de los tacos, algo más lenta que la de sus rivales. Robles volvió a tirar de su tremendo físico, de esa forma con la que ataca las vallas con su corpachón de más de 1,90m, para paliar esa desventaja porque volvió a salir atrancado. Su tiempo de reacción (0,196s) fue el peor de todos los finalistas y tuvo que rehacerse valla a valla. Sólo superó a Trammell después del último obstáculo, impulsando su cabeza sobre la línea de meta.

Tal vez el chico de Guantánamo, que se entrena como el resto de cubanos más de seis meses al año en Guadalajara, tenía en mente lo que le ocurrió hace dos años en la pista cubierta de Valencia, cuando un despiste en la salida le privó de la final y de su primer título mundial. Ahora puede olvidarse de ese mal trago. Como puede olvidarse de esas extrañas molestias en un muslo que ningún médico, ninguna máquina, detectó, pero que le obligaron a retirarse en los Mundiales de Berlín del año pasado. Robles, el orgullo del atletismo cubano, ya lo tiene casi todo: el récord del mundo, el título olímpico y un mundial en pista cubierta. Y ayer, aún se lamentaba de no haber logrado el récord mundial bajo techo.

Liu Xiang, que defendía título, se hundió en la séptima posición, pero se va con la buena nueva de su mejor marca del año (7,65s). Peor le fue a Felipe Vivancos, uno de los damnificados de esa nueva norma que castiga con la descalificación al corredor que sale en falso de los tacos y que, dicen algunos, restará espectacularidad y empobrecerá las marcas. El español se quedó fuera de la final antes siquiera de correrla. Tampoco tuvo su día Isinbayeva. La diva rusa no pudo superar el listón a 4,75 (su récord del mundo está en 5,06m al aire libre y en 5,00m bajo techo) y se quedó sin medalla.

Dayron Robles, en el medio, supera a Trammell, a la derechaAP

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