Garabatos y pintarrajos incunables

Una exposición en el Muvim reúne acotaciones en textos de archivos antiguos

Alguien, hace siglos, quizá agazapado bajo la luz de una vela entre los anaqueles del Archivo General del Reino de Valencia, se dedicó a dibujar minuciosamente sobre un documento oficial la cabeza de un hombre desdentado, tumbado en el suelo y vaciando una botella de licor. Otra mano anónima garabateó a cuatro hombres colgados por el cuello en un documento del Archivo de la Real Audiencia sobre procesos criminales. Con más habilidad y mucho más tiempo, otro espíritu bromista detalló la caricatura de un hombre con barba doblemente puntiaguda en un volumen de año 1419 del Archivo de Manaments i ...

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Alguien, hace siglos, quizá agazapado bajo la luz de una vela entre los anaqueles del Archivo General del Reino de Valencia, se dedicó a dibujar minuciosamente sobre un documento oficial la cabeza de un hombre desdentado, tumbado en el suelo y vaciando una botella de licor. Otra mano anónima garabateó a cuatro hombres colgados por el cuello en un documento del Archivo de la Real Audiencia sobre procesos criminales. Con más habilidad y mucho más tiempo, otro espíritu bromista detalló la caricatura de un hombre con barba doblemente puntiaguda en un volumen de año 1419 del Archivo de Manaments i Empares. Son pequeñas profanaciones incunables, quizá supremas gamberradas, que se han ido acumulando a lo largo de los siglos en los fondos de documentos más antiguos de Valencia. Y que se muestran hasta el 2 de mayo en el Museu Valencià de la Il·lustració i la Modernitat (Muvim) de Valencia en la exposición Imágenes al margen. Cotidianeidad en la Valencia de los siglos XIV al XVIII.

Narran historias anónimas y usurpan un lugar que no les corresponde
Hay tratados de anatomía en los que no falta una figura fálica

La muestra se hace muy próxima a cuantos han garabateado los libros de texto en aburridas clases, tienen la costumbre de escribir y subrayar todo libro que leen o simplemente pintarrajean el periódico a diario. Allí se exhiben en paneles y en vitrinas con los propios volúmenes hasta 67 ejemplos de esta fresca, en casi todos los sentidos, manifestación espontánea y popular de graffiti medieval. El comisario de la exposición, Ión Cía, de 30 años, licenciado en Bellas Artes, máster en Gestión Cultural y ahora a punto de acabar en el paro por la reducción del personal de atención al público en el Institut Valencià d'Art Modern (IVAM), destaca el carácter popular de ese deseo de pasar a la pequeña posteridad desde el anonimato. Y resalta la importancia de que así ocurra, por lo que cita El queso y el gusano de Carlo Ginzburg y su defensa de las microhistorias en igualdad de condiciones con las grandes gestas. "Estos dibujos narran historias anónimas y también contribuyen a construir la Historia", explica Cía, aunque reconoce que usurpan un lugar que no les correspondía.

En Imágenes al margen hay escritos de todo tipo, como proverbios, frases jocosas, críticas políticas, textos transgresores o citas eróticas. También muestras de ingenio gráfico como las caricaturas añadidas para rematar letras capitulares ostentosas. Dibujos de dragones, monstruos y leones rampantes. Animales como para llenar un zoo. Una nutrida colección de barcos. Sencillos grafismos del tipo con un seis y un cuatro que luego culminan en un retrato. Y tratados anatómicos en los que por supuesto no podía faltar una figura fálica.

Junto a esta exposición, y en la tradición del Muvim de inaugurar las exposiciones de cuatro en cuatro, la institución abrió el jueves 4 de marzo otras tres muestras. Una ya malograda: la recopilación de las imágenes más impactantes del año que hace la Unió de Periodistes Valencians en la muestra Fragments d'un any, censurada por la Diputación de Valencia y retirada por los periodistas.

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Otra es la exposición de Artèl, la cooperativa de artes decorativas que democratizó el diseño para el hogar en la Checoslovaquia de principios del siglo XX. Y en el recibidor del museo se exhibe el trabajo en collage del poeta José Luis Jover. Comisariada por Juan Manuel Bonet, la exposición constata la habilidad manual de un escritor que se considera incapaz de dibujar y perfeccionó el arte de la tijera por prescripción médica.

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