"Por primera vez tendré dinero para reconstruir un país"
Ariane Arpa, directora general de Intermón-Oxfam, elige un restaurante "austero" -mantel y servilleta de papel reciclado- con una cocina "ética, acorde con la ONG" que le recuerda uno de sus múltiples viajes. Govinda -dios hindú- significa "el que da placer a las vacas". Pero en este restaurante, situado en Ciutat Vella de Barcelona, el distrito con mayor población inmigrante, no sirven carne. Es vegetariano. El olor a curry y demás especias invade el ambiente, pero sin abrumar.
A India fue tras el maremoto. "Mucha gente no sabe que el mar provocó la salinización de kilómetros de...
Ariane Arpa, directora general de Intermón-Oxfam, elige un restaurante "austero" -mantel y servilleta de papel reciclado- con una cocina "ética, acorde con la ONG" que le recuerda uno de sus múltiples viajes. Govinda -dios hindú- significa "el que da placer a las vacas". Pero en este restaurante, situado en Ciutat Vella de Barcelona, el distrito con mayor población inmigrante, no sirven carne. Es vegetariano. El olor a curry y demás especias invade el ambiente, pero sin abrumar.
A India fue tras el maremoto. "Mucha gente no sabe que el mar provocó la salinización de kilómetros de tierra, que dio al traste con la economía de muchas familias que vivían de la agricultura". Allí, recuerda, hubo pocos heridos, sólo muertos, porque el mar los engulló. "En Haití, la cifra de damnificados será mucho mayor que la de los fallecidos, por eso la tarea que nos espera nadie se la puede imaginar". Y resopla. Sin embargo, no se amilana: "Hemos recogido más de 5 millones de euros. Por primera vez tendremos dinero para ayudar a reconstruir el país. A veces sientes rabia porque sabes que podrías hacer más cosas con sentido pero careces de recursos. Ahora creo que no".
La responsable de Intermón ve el reto de Haití mayor que el del maremoto
Arpa luce, incluso comiendo, una sonrisa y una mirada que contagian optimismo, esencial para estar al frente de una ONG dedicada a la ayuda al desarrollo y a la emergencia humanitaria. En cambio, cuando le asaltan ciertas imágenes, agacha la cabeza, desvía la mirada, aparta los cubiertos y, pese a destilar una envidiable entereza, los ojos se le enrojecen como si toda ella se viniera abajo en un segundo. Flashes de sus viajes a Paraguay y Somalia que le hacen olvidar un sabroso zumo de zanahoria. En el primero, la visión de centenares de campesinos, acampados en dos metros de arcén de una desangelada carretera, porque una multinacional les había desposeído de sus tierras. Así, sin más. En África, los campos de refugiados de Darfur: "Fue desolador, desgarrador ver a miles de personas sin ninguna perspectiva de futuro. Desamparados. Vagando sin ningún control sobre sus vidas, sin ningún poder de decisión". Pero, en cambio, miles de aquellas personas podían beber agua gracias a los depósitos instalados por su organización. Al igual que ahora en Haití tras el terremoto.
Ariane Arpa es todo modestia hablando de sí misma. Una virtud que para ella es lucidez y realismo. "Una persona ha de ser exigente consigo misma", se defiende. Y ese lema, asegura, ha guiado su vida profesional y la privada porque se asientan en los mismos valores: la lucha por la injusticia, la solidaridad, la exigencia, la ilusión por salir adelante, la ecuanimidad o la coherencia. "La injusticia me parece todavía más intolerable que la pobreza, porque el lugar de nacimiento no tendría que determinar tanto a una persona", se lamenta.
Esta valenciana de padres franceses que habla seis idiomas disfruta de la comida india. Lo ha hecho despacio, saboreando todos los ingredientes. Por eso no quiere tomar café o té, para que perdure el sabor del helado de rosas espolvoreado con pistachos. Una visión nada cortoplacista de la comida, al igual que en su trabajo, donde la insistencia y el no rendirse son bazas imprescindibles.