Reportaje:

"Tenemos una espinita clavada"

El equipo madrileño, subcampeón en 2007 y 2008, sueña con dar al fin la gran campanada

En los corrillos de Getafe todavía colea el enfado que Ángel Torres, el presidente del club madrileño, se pilló la temporada pasada cuando vio que Víctor Muñoz, el técnico de entonces, reservaba a Soldado en la ida de los dieciseisavos de final de la Copa del Rey contra Osasuna. El empate sin goles, con el delantero centro, buque insignia, en el banquillo, propició que el subcampeón de las ediciones de 2007 y 2008 terminase mordiendo el polvo tras otro partido horrible en Pamplona que decidió un solitario gol de Pandiani.

La afrenta sentó tan mal que en los despachos y el vestuario marc...

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En los corrillos de Getafe todavía colea el enfado que Ángel Torres, el presidente del club madrileño, se pilló la temporada pasada cuando vio que Víctor Muñoz, el técnico de entonces, reservaba a Soldado en la ida de los dieciseisavos de final de la Copa del Rey contra Osasuna. El empate sin goles, con el delantero centro, buque insignia, en el banquillo, propició que el subcampeón de las ediciones de 2007 y 2008 terminase mordiendo el polvo tras otro partido horrible en Pamplona que decidió un solitario gol de Pandiani.

La afrenta sentó tan mal que en los despachos y el vestuario marcaron en rojo la oportunidad de redimirse. La ocasión ha llegado a la primera: tras eliminar al Espanyol, el Málaga y el Mallorca, el Getafe juega su tercera semifinal en cuatro años.

'Nos falta regularidad, pero eso no importa en esta competición', dicen los jugadores

"Tenemos una espinita clavada por los títulos perdidos contra el Sevilla y el Valencia. Eso ha hecho que nos volquemos en un torneo tan atractivo", cuenta David Cortés, de 30 años y uno de los supervivientes junto a Belenguer (37), Celestini (34), Casquero (33) y Manu del Moral (25) de las gestas coperas del Getafe.

"Si estamos de vuelta es porque nunca hemos dejado en un segundo plano la Copa, algo que sí sucede en otros equipos", cuenta Del Moral. "Aquí eso no pasa. Se le da la importancia que merece desde el primer día y desde todos los estamentos de la casa", prosigue el delantero, del que Míchel, el técnico, está sacando petróleo volcándole por la banda.

"Ya estamos acostumbrados a jugar eliminatorias importantes... Hay equipos centenarios, que llevan muchísimo tiempo en Primera, y no han conseguido ni la mitad de lo que ha conseguido el Getafe en seis años", recalca Casquero, que siempre marca en las semifinales, como bien saben el Barcelona y el Racing. "Aunque no creo que exista una única explicación, nos distinguimos por dar un buen trato al balón tanto al ataque como al contragolpe, que es una de nuestras mejores armas", confía Celestini.

"Secretos... Difícil que haya alguno. Lo que ocurre es que somos un equipo con la capacidad de ganar a cualquiera, pero al que le falta regularidad. Y precisamente eso, en una competición como la Copa, no es tan importante. La ambición, las ganas y la confianza son mucho más determinantes en este tipo de torneos", interviene Belenguer.

El central, al que las canas no le impiden seguir siendo una de las voces cantantes del vestuario, también cree que han sacado provecho de las turbulencias de la campaña anterior, en la que el Getafe dejó de disfrutar de la Copa en noviembre, y salvó la categoría en la última jornada. "Se pasó muy mal, pero de esos momentos es de los que realmente aprendes. Para competir hay que saber sufrir", sentencia.

"Por eso tiene mucho mérito llevar tantos años en Primera, y seguidos, a pesar de no contar con muchos recursos económicos. Aunque la renovación de la plantilla es cíclica cada verano, el buen hacer hace que, al cabo, el Getafe se mantenga y juegue finales", apostilla Casquero.

El centrocampista, como el resto de sus compañeros y los empleados del Coliséum, se agarra a una estadística hasta ahora incontestable para soñar con dar al fin la gran campanada: cada vez que se clasifican para los cuartos se presentan en la final. Saben de lo que hablan. Ya lo han vivido dos veces. "Y no hay dos sin tres", zanjan, ya sean veteranos o noveles, con el desayuno de siempre, las doradas tostadas de Juan, delante.

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