Análisis:

La mina

Juan Marsé publicó en este periódico una serie en la que usaba películas muy conocidas para establecer relaciones improbables, en virtud de las cuales, pongo por caso, un chorizo de León atacaba a Gary Cooper en Solo ante el peligro. Si uno mira ahora la tele por la noche y zapea como Dios manda eso puede ocurrir, con resultados sorprendentes, y a veces dramáticos. Por ejemplo, en la medianoche de ayer estuve viendo a unos periodistas en Veo TV que discutían sobre este juez de Familia, Francisco Serrano, que ha acusado de "maltrato psicológico" a la presidenta del Observatorio de...

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Juan Marsé publicó en este periódico una serie en la que usaba películas muy conocidas para establecer relaciones improbables, en virtud de las cuales, pongo por caso, un chorizo de León atacaba a Gary Cooper en Solo ante el peligro. Si uno mira ahora la tele por la noche y zapea como Dios manda eso puede ocurrir, con resultados sorprendentes, y a veces dramáticos. Por ejemplo, en la medianoche de ayer estuve viendo a unos periodistas en Veo TV que discutían sobre este juez de Familia, Francisco Serrano, que ha acusado de "maltrato psicológico" a la presidenta del Observatorio de Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial, Inmaculada Montalbán. Unos decían que el juez debe cumplir la ley y otros afirmaban que también tiene derecho a protestar. Debería protestar, digo yo, por el nombre excesivamente alargado del cargo de la señora Montalbán. Pero, si ella se dedica a esos menesteres que se enuncian en el larguísimo cargo, ¿qué quiere que haga la señora? ¿Que se dirija a él hablándole de la ley de costas? Pero la tele tiene esto. Cambias, y ya el juez no es nadie (con perdón). Me pasé a ver (repetida) una divertida entrevista en la que Andreu Buenafuente (La Sexta) sonsacaba a Trinidad Jiménez (el Gobierno) por la salud de éste, cuando empezaba la crisis de la gripe y la ministra iba de plató en plató calmando los síntomas. Eso me refrescó. Pero luego volvió el dichoso juez a mi mente, y fue cuando pensé en aquella invención narrativa del maestro Juan Marsé. ¿Dónde se me apareció el juez Serrano? En el altiplano de Bolivia, con Samanta Villar y su dramático relato de 21 Días (Cuatro), centrado en la experiencia de la periodista en torno a y en una mina de estaño de la que malviven Marlene y setenta familias que pasan hambre y necesidad. Allí filmaron unas escalofriantes escenas de maltrato de género, de violencia, en suma, así como una estimulante (y frustrante al fin) discusión democrática sobre si las mujeres eran iguales que los hombres para bajar a la mina. En la mente del telespectador, este drama se superpuso a aquella discusión sobre los derechos del juez, y yo me dije: ¿y qué haría Serrano para dirimir en la mina de Bolivia? Y me fui a acostar, con la insatisfacción de saberme la respuesta.

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