Crónica:

Demasiado Djokovic para Nadal

El serbio, "imparable", arrolla por 6-2 y 6-3 al español en las semifinales de París

Novak Djokovic quiere ser una plaga, un titán, la muerte. Esta semana, en París, salió a la pista sin cara, el rostro sustituido por una máscara de plástico que era una calavera, disfrazado de esqueleto, y como un fantasma fue devorando rivales hasta clasificarse para la final de hoy, que jugará contra Gael Monfils y en la que no estará Rafael Nadal: el español perdió contra el serbio por 6-2 y 6-3, cedió siete juegos seguidos (de 2-2 a 6-2 y 3-1) y, aun así, no se sintió insatisfecho. Tras recuperarse de su lesión en las rodillas, Nadal protagoniza una curva ascendente de juego que tod...

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Novak Djokovic quiere ser una plaga, un titán, la muerte. Esta semana, en París, salió a la pista sin cara, el rostro sustituido por una máscara de plástico que era una calavera, disfrazado de esqueleto, y como un fantasma fue devorando rivales hasta clasificarse para la final de hoy, que jugará contra Gael Monfils y en la que no estará Rafael Nadal: el español perdió contra el serbio por 6-2 y 6-3, cedió siete juegos seguidos (de 2-2 a 6-2 y 3-1) y, aun así, no se sintió insatisfecho. Tras recuperarse de su lesión en las rodillas, Nadal protagoniza una curva ascendente de juego que todavía no le alcanza contra los cinco mejores. Falta que recupere las señas de identidad que le convirtieron en dominador fuera cual fuese la pista: los pies sobre la línea de fondo o un metro por delante; la derecha paralela como una amenaza; un reparto más equitativo de los tiros, para abandonar el ya previsible patrón de machaque del revés contrario, y sobre todo la búsqueda de la red como una amenaza y no como último recurso. Ayer sólo subió cinco veces. Contra Tsonga, la víspera, una veintena. No fue una elección. Se lo impuso Djokovic.

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"Mi partido ha sido perfecto", resumió el serbio, dinamita en la derecha, la lección del paralelo de revés aprendida para aprovechar el lado que deja abierto Nadal, feliz siempre de que el bote bajo provocado por la pista convirtiera el liftado del mallorquín en una tarjeta de invitación para sus ataques. "Fue exactamente como quería, tácticamente como lo pensé", añadió; "he estado muy agresivo. Lograba puntos ganadores desde todos los lugares. No le he dado muchas opciones a Rafa".

"Ni en mis mejores condiciones podría haber ganado este partido", reconoció Nadal, que arrancó muy sólido y acabó sin respuesta para la avalancha del serbio, como si no tuviera plan b ni segundas ideas, uno de los mejores analistas del circuito, maestro de la táctica, sin herramientas con las que meter mano al partido. "La forma en la que ha jugado Novak es imparable", insistió Nadal, que resumió el porqué de su estatus en el circuito con dos cifras: pese a anotarse sólo 13 puntos al resto y justo en el día en el que no tuvo ni una bola de break, nunca pareció que conseguir una rotura le fuera un imposible. Fue entonces, con marcadores apretados, cuando Djokovic se quitó la máscara. Debajo de la careta calavérica hay un tenista tremendo; quizá, como en 2008, el mejor del final de curso: la semana pasada derrotó a Roger Federer en la final de Basilea.

"Ha estado a un nivel prácticamente inalcanzable para mí en este tipo de superficie", concluyó Nadal; "he empezado a un gran nivel, pero a la mínima que he bajado un pelín me ha comido. Luego, se ha pasado siete juegos sin fallar un golpe, jugando todas las bolas cerca de las líneas. Si pillas a un rival como el Novak de hoy, es complicado o imposible ganar".

Novak Djokovic celebra su victoria.EFE

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