El hijo pródigo vuelve a casa
En 2002, con el Reino Unido y Europa cautivos y desarmados y el contrato discográfico del siglo bajo el brazo, el presunto "nuevo George Michael" fue a conquistar América. Fracasó, pero, además, Rudebox (2006) tropezó en su país, donde es un semidiós, y llegaban noticias de que en su mansión californiana se dedicaba a cazar ovnis. Con el riesgo de convertirse en carne de tabloide a lo Amy Winehouse, se imponía un paso atrás. Este álbum es la apoteosis Williams, un bufé libre de todos los estilos que le han dado el éxito: la balada sangrante y confesional, el tema bailable, los medios ti...
En 2002, con el Reino Unido y Europa cautivos y desarmados y el contrato discográfico del siglo bajo el brazo, el presunto "nuevo George Michael" fue a conquistar América. Fracasó, pero, además, Rudebox (2006) tropezó en su país, donde es un semidiós, y llegaban noticias de que en su mansión californiana se dedicaba a cazar ovnis. Con el riesgo de convertirse en carne de tabloide a lo Amy Winehouse, se imponía un paso atrás. Este álbum es la apoteosis Williams, un bufé libre de todos los estilos que le han dado el éxito: la balada sangrante y confesional, el tema bailable, los medios tiempos con toques a Elton John, Beatles y Pet Shop Boys. La producción de Trevor Horn es buena y el sonido, brillante, pero ¿Canciones? Si las hay, a este cronista se le han escapado.