Reportaje:

En la NBA de las traineras

Los mejores equipos del Cantábrico se refuerzan con remeros gallegos - Pagan viajes para que vivan en Galicia y se desplacen a competir los fines de semana

Todo empezó como una manera de ganarse la vida la gente del mar, los pescadores del Cantábrico. Partían en busca de sardina o anchoa en estilizadas embarcaciones de madera, quienes regresaban antes a la lonja rentabilizaban más la jornada de trabajo, así que convenía tener pericia con las redes y apurar con los remos. Pronto la tarea derivó en ocio. Fue a finales del siglo XIX. Y hasta hoy.

Galicia no es ajena a esa religión. Tirán y Samertolameu, dos embarcaciones de Moaña, se fajan para mantenerse en la Liga ACT, la competición que organiza la asociación de clubes. En una segunda cate...

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Todo empezó como una manera de ganarse la vida la gente del mar, los pescadores del Cantábrico. Partían en busca de sardina o anchoa en estilizadas embarcaciones de madera, quienes regresaban antes a la lonja rentabilizaban más la jornada de trabajo, así que convenía tener pericia con las redes y apurar con los remos. Pronto la tarea derivó en ocio. Fue a finales del siglo XIX. Y hasta hoy.

Galicia no es ajena a esa religión. Tirán y Samertolameu, dos embarcaciones de Moaña, se fajan para mantenerse en la Liga ACT, la competición que organiza la asociación de clubes. En una segunda categoría, 15 clubes más compiten en la Liga Gallega. Pero la pasión y el dinero están en Cantabria y Euskadi. "Cualquier entrenamiento de Castro congrega allí a más gente que una competición en Galicia", apunta Luciano Prego, 40 años y uno de los pilares de la embarcación sestaotarra de Kaiku, que acaba de ganar el Campeonato de España. "Siempre fui un poco mercenario", continúa Prego, forjado en Tirán, pero que dejó su esfuerzo en Cesantes, Meira y Rianxo antes de emigrar.

Javier Vilariño lo ganó todo con Tirán antes de emigrar
"Me faltaba medirme con los mejores cara a cara", reconoce

En 2003 le llamaron desde Astillero, una población cántabra que había lanzado un desafío a un tótem de la modalidad, los guipuzcoanos de Orio. Allí se encontró otra manera de entender su deporte, con algún agujero negro, también. "Aquello era muy turbio. Estaba de médico Eufemiano Fuentes y decidí que mi cuerpo no estaba para experimentos", recuerda. Pero ya se había convertido en profesional. Fichó por Castro, otro referente con el que ganó la Bandera de La Concha en 2006. "No sé como será una medalla en unos Juegos Olímpicos, pero debe de ser lo más parecido", explica.

La Concha es el Mundial de las traineras. Se celebra en septiembre. Durante el verano Prego contó los días para regresar a Donosti. Lo hizo en la soledad de un piso a orillas del Cantábrico. Su familia espera en Galicia. "Es duro", asume. "Al principio vino mi mujer y los niños, pero ella trabaja y los pequeños están en edad escolar". Este año con Kaiku le permiten pasar la semana en casa. Aquí trabaja de cantero y los viernes marcha a Sestao.

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Javier Vilariño conoce bien esa ruta. Aunque ahora viaja en avión. "Soy un privilegiado", anticipa. Desde hace cinco años navega en Castro con La Marinera, la embarcación líder de la Liga ACT, pero vive en el Morrazo, donde no falla a su jornada laboral en la batea. Tiene 41 años y no piensa en la retirada ni echa de menos los fines de semana libres. "Este deporte es como la droga más potente", ilustra su compañero Antonio Montenegro, de O Grove. Él sí vive en Cantabria, con su primo Sergio, también compañero de paladas. "Te ves aquí en una habitación con la familia a 600 kilómetros y te da un bajón a veces, pero el remo es parte de nuestra vida".

Vilariño deja la batea a las dos y media de la tarde y una hora después ya está en la ría. La ética en el esfuerzo de tipos como él no admite discusión y más ahora con el nuevo canon que impone remeros longilíneos, una suerte de adonis, fuerte, pero no robusto. "Antes me pedían estar en 90 kilos y ahora me exigen 83", matiza Luciano Prego. Vilariño anda por los 73 dentro de un metro ochenta. Le piden, pero también recibe a cambio. La Marinera se maneja con 800.000 euros de presupuesto. Sus remeros reciben tratamiento de estrellas en el pueblo. "Estuve en Pedreña, pero Castro es como el Madrid o el Barcelona", cuenta José Ángel Cambados. Son dioses, pero no Cristiano Ronaldo. "Sacas entre 1.500 y 2.000 euros al mes y a eso hay que sumar los premios", apostilla.

Más allá del dinero está el desafío. Vilariño sintió, tras quedar campeón de España con Tirán, que lo había ganado todo en Galicia. "Me faltaba medirme cara a cara con los amos del remo". Ahora que los ve de cerca siente que no estaban tan lejos, que como Pau Gasol y la NBA sólo hacía falta intentarlo. Montenegro lo tiene claro: "No hay remeros como los gallegos porque somos tipos que no ponemos límite al sacrificio". Es pasional cuando habla de su deporte -"cuanto más sufro y más cerca llego de mi límite, más disfruto, veo que voy hacia adelante y eso engancha"- y sobre la posibilidad de que tanto talento bogue bajo bandera gallega. "Si hubiese posibilidad económica de hacerlo sería la bomba". Él ya ha hecho números y concluye: "No harían falta presupuestos tan altos como los de los equipos del Cantábrico, por menos de lo que cobramos allí, nos quedaríamos en casa".

Javier Vilariño durante una sesión de entrenamiento en el club Tirán de Moaña.LALO R. VILLAR

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