El Atlético de siempre

Jugándose como se juega el pescuezo en la previa de la Champions, el Atlético reforzó su autoestima dando cuenta del Benfica, otro equipo de glorioso pasado que, a falta de resultados, afronta como puede las turbulencias del fútbol moderno sin otra respuesta que la de lucir a Eusebio en el palco. El conjunto de Abel aguó la fiesta del Estadio Da Luz con lo justo, sin apretar apenas el acelerador, sacando tajada de la pegada que le caracterizó la temporada pasada y con una pifia de la defensa como manda la tradición.

El compromiso confirmó las miserias y virtudes del cuadro ro...

Jugándose como se juega el pescuezo en la previa de la Champions, el Atlético reforzó su autoestima dando cuenta del Benfica, otro equipo de glorioso pasado que, a falta de resultados, afronta como puede las turbulencias del fútbol moderno sin otra respuesta que la de lucir a Eusebio en el palco. El conjunto de Abel aguó la fiesta del Estadio Da Luz con lo justo, sin apretar apenas el acelerador, sacando tajada de la pegada que le caracterizó la temporada pasada y con una pifia de la defensa como manda la tradición.

El compromiso confirmó las miserias y virtudes del cuadro rojiblanco, prácticamente las mismas del bloque que logró el cuarto puesto en la pasada Liga tras un sprint de infarto. El bolo dejó la conclusión de todos los días, que el Atlético necesita como el comer un centrocampista creador para dar rienda suelta a las fantasías de un ataque de fábula. Aunque no sea el de antaño, Aimar dejó en evidencia a Raúl García y Assunção, laboriosos y sacrificados pero que no dieron una asistencia a Agüero ni Forlán, que volvieron a buscarse la vida. Y eso que Raúl García abrió el marcador con un remate de media distancia, prodigioso, colofón de una jugada en la que participaron Reyes y Simão. Eso, y una mano en el área que el árbitro no consideró penalti, fue lo más destacado del extremo andaluz, al que la dirección deportiva, tras su cesión en la escuadra lisboeta, busca destino sin tenerlas todas consigo.

Otra conclusión mucho más positiva es que Asenjo es un seguro de vida bajo los palos. Vendido en el gol del Benfica, que Saviola dejó en bandeja a Cardozo después de anudar la cintura de Pablo, el portero se lució en un remate de cabeza a bocajarro de Mantorras. Lo solventó con una elegancia y sobriedad sorprendentes para alguien de su edad. Y lo más importante, transmitió una seguridad imprescindible para un grupo que ha hecho de la defensa adelantada una de sus señas de identidad. La otra es Forlán, que parece que no está y echó el cierre anotando el penalti de Vitor al Kun tras un eslalon de los suyos.