Cosa de dos

Los "mireusted"

Llevo varias noches con la pantalla de la tele quedándose cada 20 segundos sin imagen y apareciendo un kafkiano cartelito certificando que no hay señal. Luego retorna. Y se vuelve a largar. Hay canales a los que respeta un poco más (dudo que sea por razones estéticas o éticas) y otros a los que elude como si representaran la urticaria. Lo normal es que llamara a un técnico, averiguara si esas alteraciones de opio masivo también se perpetúan en casa de los vecinos, lanzara el aparato por la ventana en el momento que pasara por la calle algún presumible bellaco en coches oficiales o limus...

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Llevo varias noches con la pantalla de la tele quedándose cada 20 segundos sin imagen y apareciendo un kafkiano cartelito certificando que no hay señal. Luego retorna. Y se vuelve a largar. Hay canales a los que respeta un poco más (dudo que sea por razones estéticas o éticas) y otros a los que elude como si representaran la urticaria. Lo normal es que llamara a un técnico, averiguara si esas alteraciones de opio masivo también se perpetúan en casa de los vecinos, lanzara el aparato por la ventana en el momento que pasara por la calle algún presumible bellaco en coches oficiales o limusinas de cristales tintados, que me comprara un televisor digital, que sintiera ansiedad, que maldijera mi suerte. Pero nada de eso ocurre. Hasta le pillo el punto a la visión fugaz de contertulios (¿se dice así?) con apariencia, gestualidad, discurso e ideología inequívocos que empiezan su indignada y concienciada soflama con el clónico: "Mire usted". También se ha puesto de moda en las torrenciales boquitas de los salvapatrias con carnet de periodistas lo de: "No me interrumpa, que yo le he dejado hablar a usted". Qué dolor de cabeza.

A Buenafuente, sin embargo, le respeta la enloquecida señal de emisión. Y lo agradezco porque sus monólogos, su mundo, su tono y su estilo adquieren a esas horas valor de oasis. Te regala sonrisas y risas. Y me suele interesar la gente a la que entrevista, tipos que no se prodigan en el esperpéntico mercadeo de la tele, gente famosa que insólitamente va de normal, con gracia y algo que contar. Rosendo, Mariscal, gente así. Pero esta noche me encuentro a dos señoras con el inquietante cartelito identificativo de "críticos de televisión que aman lo que ven y no hablan mal de ella", o algo así. Y me pregunto en qué radica el extendido encanto de los frikis. Confiesan que su encarnación del máximo placer es pasar el fin de semana devorando televisión. O sea, mi pesadilla. Y recuerdo que entre los principios de la tolerancia está el respeto por las drogas ajenas. Y me alarmo al sentirme Torquemada.

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