Davidelfin escandaliza en Washington

A una calle de la Casa Blanca, en la columnata de entrada al museo Corcorán de Washington, siete muñecos desparramados en el suelo daban, en la noche del miércoles, la bienvenida a los visitantes a una exposición efímera que convertía los diseños de Davidelfin en objeto de museo por una noche. Uno de ellos, una mujer con un traje negro, con una capucha y una soga amarrada al cuello, intrigaba a los asistentes.

Recordaba diversos aspectos oscuros del pasado lejano y reciente de EE UU. La soga, como símbolo del odio racista y de los ahorcamientos de afroamericanos en el sur del país. La c...

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A una calle de la Casa Blanca, en la columnata de entrada al museo Corcorán de Washington, siete muñecos desparramados en el suelo daban, en la noche del miércoles, la bienvenida a los visitantes a una exposición efímera que convertía los diseños de Davidelfin en objeto de museo por una noche. Uno de ellos, una mujer con un traje negro, con una capucha y una soga amarrada al cuello, intrigaba a los asistentes.

Recordaba diversos aspectos oscuros del pasado lejano y reciente de EE UU. La soga, como símbolo del odio racista y de los ahorcamientos de afroamericanos en el sur del país. La capucha, como la que llevaban algunos prisioneros en los casos de abusos en la cárcel iraquí de Abu Ghraib.

Davidelfin se paseaba entre las muestras desparramadas de su arte, haciendo caso omiso a la polémica. ¿Las sogas? "No significan nada. Me gusta ese material, la cuerda. Es muy estético. Y esa colección me la inspiró la película Bailar en la oscuridad. Me gusta mucho el juego del ahorcado". ¿Las mujeres encapuchadas? "No intento transmitir ningún mensaje sobre la mujer. Es sólo estética".

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