Reportaje:

Una restauradora centenaria y de oro

Una compostelana de 104 años recibe la medalla al Mérito en el Trabajo - Pilar García Alonso es madre, empresaria y pionera en servicios de 'catering''

Aunque asegura que vuelve todos los xacobeos, a los 12 años Pilar García Alonso dejó Santiago de Compostela, la ciudad que la vio nacer en 1905. La ganadora, a los 104 años, de la medalla de Oro al Mérito en el Trabajo cambió su catedral favorita por la de Sevilla cuando sus padres se separaron. El padre de Pilar, empresario y restaurador gallego, decidió cruzar toda la península rumbo a Andalucía, donde invirtió sus ahorros.

Allí compró el prestigioso Café de París y lo convirtió en uno de los restaurantes más importantes de la capital hispalense. Su hija continuó estudiando hasta que ...

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Aunque asegura que vuelve todos los xacobeos, a los 12 años Pilar García Alonso dejó Santiago de Compostela, la ciudad que la vio nacer en 1905. La ganadora, a los 104 años, de la medalla de Oro al Mérito en el Trabajo cambió su catedral favorita por la de Sevilla cuando sus padres se separaron. El padre de Pilar, empresario y restaurador gallego, decidió cruzar toda la península rumbo a Andalucía, donde invirtió sus ahorros.

Allí compró el prestigioso Café de París y lo convirtió en uno de los restaurantes más importantes de la capital hispalense. Su hija continuó estudiando hasta que a los 18 se enamoró del encargado del café, el señor Juliá, y se casaron. Entonces los dos se embarcaron en un nuevo negocio, la Terraza de la Cruz de Campo, con ayuda del padre de la chica, y reflotaron el que ahora es uno de los negocios más prolíficos de Andalucía: el servicio de catering y la cadena de restaurantes Juliá. La labor y trayectoria de Pilar ha merecido el galardón dorado, que el pasado viernes le entregó el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho.

En su despacho de Sevilla, Pilar tiene una foto con Manuel Fraga Ha servido a Evita Perón, a la Infanta Elena y a la hija de la Duquesa de Alba

De una de las paredes del despacho de Pilar, que comparte con uno de sus cinco hijos, Rafael Juliá, cuelga una foto de la restauradora con Manuel Fraga. Y toda la familia presume de la instantánea. "Yo me siento muy gallega", reconoce una Pilar que prefiere hablar por la boca de su hijo Rafael, porque le cuesta mantener conversaciones con normalidad. Y es que aunque dejó Galicia a corta edad, no ha perdido el contacto con su tierra. Así lo cuenta su hijo: "Le encanta presumir de Galicia, y a mi abuela seguíamos viéndola, vivía en la Plaza de la Catedral, en Lugo".

La viuda de Juliá aprendió el oficio a fuerza de trabajo. "Es titulada en empresa turística, pero es por méritos, por su gran cultura", y no por haber estudiado en ninguna escuela superior. Ha llevado los bares, restaurantes y el servicio de organización de banquetes y comidas de la familia durante más de medio siglo. En 1971, aún en la dictadura, Pilar García recibió la Medalla de Plata al Trabajo. Ahora, cuando de su solapa cuelga la de oro, se mueve en silla de ruedas, pero sigue al pie del cañón. "Aquí, aquí delante de mí se pone", explica Rafael: "Y sigue trabajando. Se empeña en que nosotros nos dediquemos y aprendamos a llevar el negocio". La mujer organiza, todos los días, los menús del personal que trabaja en la empresa, donde también arriman el hombro los cuatro hermanos de Rafael y la mayoría de los nietos de la empresaria, "aunque ninguno entre los fogones", explica Rafael Juliá entre risas.

La hazaña de la gallega no es sólo haber levantado el imperio Juliá, sino haber sabido ser madre, además de emprendedora. La compostelana enviudó en los años 50. "Tuvo que sacarnos a los cinco adelante y seguir al frente de la empresa", cuenta Rafael, "yo creo que lo que hacía es un milagro". Pilar se esforzaba por comer todos los días con sus hijos, aunque ellos a veces no podían cenar con ella porque estaba en el restaurante. Así que a no le quedó más remedio que vivir a apenas 100 metros del establecimiento y contar con la ayuda de la tata, que le ayudaba con los niños. Niños que, con su trabajo, ahora mantienen el negocio en lo más alto.

El de Juliá fue el primer servicio de catering de Andalucía. "Todo empezó", cuenta su hijo, "porque tenía una cocina muy grande y podía hacer mucha cantidad de comida, así que empezó a servir al Ayuntamiento". Desde 1940 y durante varios años fue el único restaurante de la Feria de Abril, "era una caseta más grande de las normales", cuenta Juliá. Desde entonces ha servido las mesas más selectas: recepciones de Franco (como la de Evita Perón), los invitados de la Expo 92 o los caterings en las bodas de la Infanta Elena o de Eugenia Martínez de Irujo.

En pleno franquismo, Pilar fue mujer y empresaria. El truco, según su hijo, es que "ella llevaba el negocio con dignidad". Rafael atribuye el éxito al carácter de su madre y su actitud: "Siempre ha sido una mujer muy educada y ha exhibido su historia". Quizá esa sea la razón por la que la compostelana se movió durante dos siglos entre los círculos más exquisitos de la sociedad sevillana. "Nuestra madre es una grande por sus méritos que están probados y demostrados", cuenta orgulloso Juliá. Sólo así se explica que, después de 104 años, esta gallega siga al pie del cañón, como cabeza de las empresas Juliá y teniendo a su cargo a más de un centenar de personas.

La ganadora de la medalla de oro al trabajo, Pilar García Alonso, el viernes con la Duquesa de Alba y el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho.

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