Crónica:

"No está mal para un viejo, ¿eh?"

Según avanza el Giro crece la figura de Armstrong, que hoy debería ceder el protagonismo en la contrarreloj a Sastre y Menchov

Como Horrillo, a quien ayer alargaron el periodo de vigilia iniciado el martes en el hospital de Bérgamo, así está Lance Armstrong, cuya forma mejora día a día de una manera espectacular al calor que no cesa, calor de Italia en mayo pero calor propio del Tour. Calor que parece concederle cada día mayor peso en el desarrollo de un Giro al que llegó como parte del attrezzo, del glamour del centenario, y en el que ya ha ejercido de líder espiritual, líder empresarial y líder sindical. El cuadro debe completarlo el liderazgo deportivo, pero todo se andará. Todo llegará.

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Como Horrillo, a quien ayer alargaron el periodo de vigilia iniciado el martes en el hospital de Bérgamo, así está Lance Armstrong, cuya forma mejora día a día de una manera espectacular al calor que no cesa, calor de Italia en mayo pero calor propio del Tour. Calor que parece concederle cada día mayor peso en el desarrollo de un Giro al que llegó como parte del attrezzo, del glamour del centenario, y en el que ya ha ejercido de líder espiritual, líder empresarial y líder sindical. El cuadro debe completarlo el liderazgo deportivo, pero todo se andará. Todo llegará.

"No está mal para un hombre viejo, ¿eh?", dice Armstrong (casi 38 años) en castellano a quien le piropea de buena mañana por la fortaleza exhibida el martes en las fulgurantes subidas a Moncenisio y Sestriere, en el relampagueante descenso hacia Pinerolo. Sonríe como un niño feliz, no como un viejo cansado, y gesticula con las manos, como si trepara en el aire. "Cada día un poco mejor, cada día un poco más". Pese a los aires de gañán que le prestan al pedalear su hipertrofiado torso, sus musculosas piernas, en la autopista hacia Sestriere la pedalada de Armstrong apareció casi tan ligera como en sus tiempos de esplendor, con una cadencia de 95 al minuto, ya cercana a su molinillo (marca registrada).

"Está muy bien. Se nota que ha ganado siete Tours", afirma Bruyneel, su director
"No me extraña que quien salga ahora de rosa llegue así a Roma", dice Indurain
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Ayer, la buena pinta mejoró incluso cuando en el sinuoso final hizo formar en línea a su equipo (incluido el pobre Leipheimer, con el culotte destrozado y el muslo en carne viva tras una caída) en cabeza para dirigir el ascenso al túnel del Turchino y tomó personalmente en mano la dirección del descenso hasta la playa, hacia el sereno Mediterráneo y el palacio comunal de Arenzano, una arquitectura entre palmeras que parece salida del sueño creativo de un indiano fumado, donde Cavendish se mostró imbatible. "Lo hicimos simplemente para no correr riesgos", dice su director, Johan Bruyneel, que mantiene la vista en la carrera y el oído en el teléfono, esperando la llamada de Kazajistán que le anuncie que sus patrones han pagado lo que deben. "No, que nadie piense que lo hizo Armstrong para ensayar el descenso de la contrarreloj... Es muy, muy dura y todavía llega muy pronto incluso para uno como él. Está muy bien, ¿eh? En algo tiene que notarse que ha ganado siete Tours. Tiene algo especial, pero la contrarreloj...".

No le habría ido nada mal a Bruyneel que Armstrong (16º, a 5m 28s de Di Luca), al alza, ocupara el puesto de Leipheimer (4º, a 1m 40s), a la baja, y más tras su caída el peor día, la víspera de una contrarreloj de 60 kilómetros que más bien es una doble cronoescalada (un puerto de 16 kilómetros y otro de nueve empalmados entre sí por un complicado descenso y a la llegada por un accidentado falso llano). Pero no todo se puede tener pese a llamarse Armstrong, quien debería ceder hoy el papel de protagonista a gente como Menchov, Sastre, Di Luca y Basso, los cuatro que se juegan el Giro. "Conozco esas carreteras insidiosas", dice Indurain, quien hace 15 años, cuando el primer alba de Berlusconi y su propio ocaso italiano, sufrió la ley de Berzin en una cronoescalada por estas tierras, en el Bocco. "La belleza de este Giro es su rareza", dijo Indurain, que se siente poeta. "Comenzó en los Dolomitas y se jugará en los Apeninos, en teoría, pero una contrarreloj de 60 kilómetros es única para dictar la verdad. No me extrañaría que quien salga de rosa llegue así a Roma". Quizás hable de Menchov, quien calcula que hoy, en un recorrido que puede durar más de hora y media, habrá grandes diferencias.

Cuando, hace un par de meses, Carlos Sastre estudió el recorrido, se sintió tan aliviado que no pudo evitar enviarle un mensaje casi de alegría a Angelo Zomegnan, el ideólogo del Giro. Para Sastre, que sufre en las contrarreloj llanas, ya que tiene que haber alguna que sea como está. "Estoy contento", dice. "Hace calor, ha habido etapas muy largas que han desgastado a todos, que favorecen a un hombre de largo recorrido, como yo...".

Undécima etapa: 1. M. Cavendish (Gbr/THR), 4h 51m 17s. 2. T. Farrar (EE UU/GRM), m.t. General: 1. D. Di Luca (Ita/LPR), 48h 51m 28s. 2. D. Menchov (Rus/RAB), a 1m 20s. 6. C. Sastre (CTT), a 1m 54s. 7. I. Basso (Ita/Liq), a 2m 03s. 16. L. Armstrong (EE UU/Ast), a 5m 28s.

Lance Armstrong escoltado por su equipo en la etapa de ayer.REUTERS

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