Crónica:Giro de Italia

Un 'sherpa' de rosa

Di Luca guía a Sastre y Menchov en un descenso en el que Basso queda atrás

En un relato sobre su año de aprendizaje en Londres, Pedro Horrillo contaba que descubrió que hay espacios en los que aún habitan, resuenan, grandes hechos del pasado, lo que les convierte en santuarios, lugares de culto, de peregrinaje. Lo descubrió sentándose en las escaleras del viejo Wembley, en las que con un mínimo de concentración se sintió gozosamente invadido por las guitarras de los Queen y un I want to break free gritado por las multitudes el día del concierto que creó el mito Freddy Mercury. Horrillo pasa del fútbol, como puede comprobarse, pero no del ciclismo. Si ayer, en ...

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En un relato sobre su año de aprendizaje en Londres, Pedro Horrillo contaba que descubrió que hay espacios en los que aún habitan, resuenan, grandes hechos del pasado, lo que les convierte en santuarios, lugares de culto, de peregrinaje. Lo descubrió sentándose en las escaleras del viejo Wembley, en las que con un mínimo de concentración se sintió gozosamente invadido por las guitarras de los Queen y un I want to break free gritado por las multitudes el día del concierto que creó el mito Freddy Mercury. Horrillo pasa del fútbol, como puede comprobarse, pero no del ciclismo. Si ayer, en vez de en una cama de un hospital de Bérgamo, en el que, lentamente, se recupera, hubiera pedaleado en el pelotón camino de Pinerolo, seguramente habría oído la voz del cronista de la RAI que creó el mito Fausto Coppi hace 60 años, como jura Di Luca que hizo él; o sentir en la cara, durante el descenso de Sestriere, el aliento de Miguel Indurain, quien, en sentido contrario, desde Pinerolo, interpretó en esa carretera, hace 16 años, su cronoescalada maestra, o verse invadido por las imágenes de Armstrong, que se autohomenajea cuanto puede y así juró que le sucedió a él, logrando hace 10 años su primera victoria en una cumbre del Tour vestido de amarillo.

No parece probable, pero, tal como giran las cosas, no sería de extrañar que en 2019, por ejemplo, si el Giro vuelve a Pinerolo, alguien se sintiera conmovido por el recuerdo de lo que ocurrió ayer en los últimos 10 kilómetros; por cómo Di Luca, que sigue adelante con su insensato, por generoso, plan de ganar el Giro convirtiendo cada etapa en una clásica -ayer, 262 kilómetros, el día más largo, tocaba la Lieja-Bastogne-Lieja- en la que se siente obligado a ganar pese al derroche que supone, guió como un sherpa de pago a Sastre y Menchov en el descenso hacia el rosa.

La mueca de disgusto de Basso y Leipheimer, dos de los grandes, que se quedaron cortados bajando el último puerto, un segunda que Di Luca, como un piloto de fórmula 1 en un circuito, había memorizado la víspera recorriéndolo varias veces -otros tres de los que sonaban, Rogers, Lövkvist y Horner, lo hicieron subiendo-, contrastó con la alegría que podría intuirse tras las gafas oscuras de una pareja de rivales, el ruso y el de Ávila, que se conoce tanto que poco tienen que decirse que no sea repetido.

"Estoy muy contento", dijo Sastre, añadiendo palabras al brillo de sus ojos. El ganador del último Tour ya es sexto (a 1m 54s de Di Luca), por delante de Basso (séptimo, a 2m 3s), lo que es muy importante para tener referencias en la decisiva contrarreloj de mañana, y se mantiene fiel a la estrategia hacia la victoria que la experiencia le dicta, la del ahorro en cualquier circunstancia. "Sin hacer casi nada, he cogido 19 segundos a Basso, a quien considero el más peligroso. Cogí la rueda de Di Luca bajando porque se abrió Leipheimer, que iba delante de mí, y seguí ahí porque sabía que conocía muy bien el descenso. Y a mi rueda, Menchov, mi mejor amigo", concluyó, irónico.

Tan efervescente por su victoria en rosa estaba Di Luca -"los rivales se han dado cuenta de que soy el de 2007", dijo el abruzense, ganador de aquel Giro; "que estoy rápido en los repechos y aguanto perfectamente las largas subidas"- que no sólo no consideró grave haber guiado a Sastre -"va a ir a más día tras día"-, sino que también se permitió introducir el dedo en el ojo de Basso, que acabó con la sensación de haber sido traicionado por su compañero Pellizotti, quien lanzó el ataque que precedió a la contra de Di Luca. "Ha cometido un pequeño error", dijo el líder; "me ha dado relevos en el llano".

Décima etapa: 1. D. di Luca (Ita. / Lampre), 6h 30m 43s. 4. C. Sastre (Cérvelo), a 10s. 7. I. Basso (Ita./ Liquigas), a 29s. 13. L. Armstrong (EE UU/ Astana), mismo tiempo. General: 1. D. di Luca. 2. D. Menchov (Rus. / Rabobank), a 1m 20s. 6. C. Sastre, a 1m 54s. 7. I. Basso, a 2m 3s. 18. L. Armstrong, a 5m 28s.

Di Luca, seguido de Pellizotti.REUTERS

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