Análisis:Cosa de dos

Récords

Como mi mentalidad tiende a lo prosaico sólo concibo los retos en los que te juegas la vida si están en función de poder alcanzar algo material y palpable, el amor, el bienestar, el futuro, la gloria. Incluyo las aventuras más hermosas que me han contado, como la de El hombre que pudo reinar. Hay verdadera épica y desenlace trágico en la odisea de esos dos buscavidas que atraviesan valles y montañas en busca del mitológico Kafiristan, pero su motivación inicial es el hallazgo de la riqueza, aunque uno de ellos descubra que lo que más engancha es el poder, y éste finalmente les conduzca ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Como mi mentalidad tiende a lo prosaico sólo concibo los retos en los que te juegas la vida si están en función de poder alcanzar algo material y palpable, el amor, el bienestar, el futuro, la gloria. Incluyo las aventuras más hermosas que me han contado, como la de El hombre que pudo reinar. Hay verdadera épica y desenlace trágico en la odisea de esos dos buscavidas que atraviesan valles y montañas en busca del mitológico Kafiristan, pero su motivación inicial es el hallazgo de la riqueza, aunque uno de ellos descubra que lo que más engancha es el poder, y éste finalmente les conduzca a la ruina.

Por ello, me resulta más estadísticas que conmovedoras las hazañas que te pueden mandar al otro barrio en nombre de la superación de récords o para culminar un sueño propio que no le va a servir a nadie más.

Por ello, puedo sentir angustia observando el sufrimiento, el frío, el hambre, el miedo, la desesperanza de una señora que se ha propuesto atravesar en soledad extrema y a lo largo de 52 días el camino que recorrieron Amundsen y su grupo para llegar a la Antártida, pero también me pregunto por la peligrosa fatuidad de esa aventura destinada exclusivamente a algo tan narcisista como figurar en el Guinness. Ocurre en el documental de Canal + Chus Lago: sola ante el hielo.

También me perturba el seguimiento que hizo Werner Herzog en Grizzly man del desquiciado exhibicionista que se lo montaba de lírico Francisco de Asís con los osos. Se lo acabaron zampando. Normal. Y me impresiona, en Man of wire, la imagen poderosamente onírica de un funámbulo manteniéndose en un alambre unido a las Torres Gemelas, y me causa regocijado estupor la grotesca exigencia de la policía al intruso que lleva 45 minutos suspendido en el aire para que vuelva a tocar el suelo o tendrán que detenerle, pero al contarte el proceso que lleva a ese hombre, ayudado por sus enamorados amigos y novia, más otro grupo de frikis neoyorkinos, percibes que todo es turbio en el planteamiento, desarrollo y conclusión de tan inútil proeza. Cada día me gusta más la gente que va de normal.

Archivado En