Reportaje:Los deportistas españoles eligen a los mejores

Igualito que Rambo

La evolución del niño que defendía a los delfines

Por un día, El Dorado se transformó en Vietnam. Rafa Nadal jugaba la final de Wimbledon contra Roger Federer. Alguien había puesto una pantalla gigante para ver el partido en un bar mallorquín. Y una decena de personas uniformadas observaban la batalla. "Lo que para tí es el infierno para mí es el paraíso", se leía en sus camisetas. Fue una premonición. Una frase venida del pasado para definir el futuro y adelantar el título ganado en la final más larga: 4h 48m. Un motor vital con explicación. "A Rafa siempre le gustaron mucho las películas de Rambo", cuenta Tomeu Salvá, tenista y amigo del nú...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Por un día, El Dorado se transformó en Vietnam. Rafa Nadal jugaba la final de Wimbledon contra Roger Federer. Alguien había puesto una pantalla gigante para ver el partido en un bar mallorquín. Y una decena de personas uniformadas observaban la batalla. "Lo que para tí es el infierno para mí es el paraíso", se leía en sus camisetas. Fue una premonición. Una frase venida del pasado para definir el futuro y adelantar el título ganado en la final más larga: 4h 48m. Un motor vital con explicación. "A Rafa siempre le gustaron mucho las películas de Rambo", cuenta Tomeu Salvá, tenista y amigo del número uno; "siempre estaba con esa frase: 'Lo que para tí es el infierno para mí es el paraíso?. Le va. Le gusta. Se fijó en ella por su forma de ser?. Un guerrero, dice Salvá. Un soldado. ¿Y detrás? ¿Qué hay? El niño que defendía a los delfines. El pescador que limpia las capturas con sus propias manos. El chico desordenado y reprendido por su madre. El Nadal íntimo.

Más información

¿A Rafa le suelen apretar en casa?, se ríe Salvá; "sus padres siempre le han tratado como uno más. Es un poco desordenado, dejado. De ahí vienen los cabreos. Claro, no deja de ser un chaval de 22 años y, cuando llega a casa, cansado de meses de viajes, se sienta en el sofá y no hace nada". Ahí interviene la autoridad paterna. En Manacor, Nadal es Rafa. El chico de los Nadal. No el campeón de Roland Garros y Wimbledon ni el medallista de oro olímpico en Pekín. "En el pueblo", continúa Salvá, "hace vida de persona normal. Están acostumbrados a verle y siempre está cómodo. Va a los bares y paga. En otros lugares, a lo mejor, le invitan. Aquí, no. ¡Aquí siempre paga!".

Lo de las cuentas viene de lejos. Dicen que Nadal viajaba con una cantidad asignada en metálico cuando era un niño que disputaba sus primeros torneos internacionales. Apuntaba cada gasto meticulosamente y devolvía el sobrante. También tomaba medidas drásticas. En la víspera de un partido sintió cierta pesadez de estómago y decidió atiborrarse de chocolate hasta conseguir desprenderse de la carga. "Lo consiguió", cuentan quienes vieron el desenlace de la aventura. No fue la única. Salvá y Nadal perdían un dobles contra una pareja japonesa. "Estaba atrapado" en su juego hasta que su entrenador le dedicó unas palabras definitivas: "Rafa, los japoneses matan a los delfines". Coser y cantar. Nadal acabó con los contrarios por la vía rápida.

"En las vacaciones de 2007", recuerda Salvá, "cogimos un barco, nos juntamos seis colegas y nos dedicamos a navegar por las playas y las calas de Ibiza y Formentera. Comíamos en restaurantes playeros. Cenábamos lo que pescábamos", continúa; "Rafa entiende de eso. Se le da muy bien. Él lo hace todo: limpia el pescado y lo cocina".

"Fue una de las mejores semanas de mi vida", recordó el número uno en una entrevista en este diario. Este año, el destino fue aún más exótico. El mallorquín viajó a las Islas Mauricio con un grupo de amigos. Se desplazó en catamarán a la Isla Gabriel, recorrió el archipiélago en helicóptero y pescó cerca de Coin de Mire, en la costa norte. "¡Me divertí mucho!", resumió. Casi tanto como en los Juegos de Pekín. Nadal se siente en su terreno rodeado de deportistas: por eso mantiene una fluida relación con Raúl, por eso regaló una muñequera con la bandera de España a Sergio Ramos y por eso llamó a la familia de Severiano Ballesteros para interesarse por la salud del genio cuando fue hospitalizado.

"Para Rafa, los Juegos fueron uno de los mejores torneos", explica Salvá, que escuchó de boca de su amigo cómo un día Michael Phelps se le acercó para conocerle "y desearle buena suerte". "Le encantó la Villa Olímpica", dice; "se pasaba el día entero jugando a las cartas y a la Play con los del baloncesto. Le gusta mucho el Pro Evolution Soccer. Juega con el Madrid, el Barcelona y el Manchester United por Cristiano Ronaldo. Siempre donde hay buenos jugadores. "Durante el año, como estamos meses sin vernos, intentamos estar el máximo tiempo juntos cuando coincidimos. Por eso, cuando le acompaño a los viajes, compartimos la habitación. Él podría coger otra perfectamente" Jugamos mucho a la Play e invitamos a otros tenistas a unírsenos, como a Carlos Moyà o David Nalbandian. Hay buenos piques. Apostamos putadas. Bajar en calzoncillos a la recepción del hotel, hacer el perro" ¡Y hay que hacerlo! También vemos muchas pelis".

Salvá y Nadal se conocen desde que eran niños. Han jugado cientos de partidos y torneos juntos. Se han visto hacer de todo. Hasta decidir qué cara quieren mostrar al mundo. "Durante el Campeonato Mundial de cadetes en Francia, cuando teníamos 14 o 15 años", recuerda quien fue este año sparring de España en las semifinales de la Copa Davis contra Estados Unidos, "Rafa se me acercó con un pañuelo en la cabeza y me dijo: "Tomeu, a partir de ahora, ésta será mi nueva imagen?. ¡Le quedaba fatal! Con esa cara que tenía de niño? Desastroso. Ahora, en cambio, sí le queda bien".

Nadal juega con bandana. Igualito que Rambo.

Archivado En