Necrológica:

Olga Lepechinskaia, bailarina soviética

Fue una de las grandes leyendas del teatro Bolshoi

La bailarina soviética Olga Vasilievna Lepechinskaia murió ayer a los 92 años mientras dormía en su casa de Moscú. Nació en Kiev el 28 de septiembre de 1916 e hizo todo su aprendizaje y primera profesionalización en la Escuela Adjunta del Ballet Bolshoi de Moscú, donde se graduó con altas calificaciones en 1933 saliendo como emérita de la clase del legendario profesor Víctor Semionov (también estudió con Olga Charpentier, Elena Adamovich y Alexander Checrigin). Entró a la compañía titular moscovita donde pronto hizo papeles solistas y principales hasta adquirir la plaza de primera bailarina, q...

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La bailarina soviética Olga Vasilievna Lepechinskaia murió ayer a los 92 años mientras dormía en su casa de Moscú. Nació en Kiev el 28 de septiembre de 1916 e hizo todo su aprendizaje y primera profesionalización en la Escuela Adjunta del Ballet Bolshoi de Moscú, donde se graduó con altas calificaciones en 1933 saliendo como emérita de la clase del legendario profesor Víctor Semionov (también estudió con Olga Charpentier, Elena Adamovich y Alexander Checrigin). Entró a la compañía titular moscovita donde pronto hizo papeles solistas y principales hasta adquirir la plaza de primera bailarina, que sostuvo hasta 1963 cuando dejó los escenarios y se dedicó a la didáctica y a la preparación de jóvenes. Su debú escolar ya fue leyenda: La fille mal gardée de Alexander Gorski en el papel de Lise. Junto a Galina Ualova y Marina Semionova, figuraron como el gran trío generacional de grandes estrellas.

Olga Lepechinskaia se convirtió durante el período de entreguerras en una de las más populares artistas de la Unión Soviética, y Mosfilm (la agencia oficial soviética de producción cinematográfica) filmó sus ballets, tanto del repertorio clásico como moderno. Igor Moiseiev creó para ella varias obras, entre ellas Souk, la muchacha de Los tres gorditos (1935) y Radishkin modeló a sus posibilidades Svetlana (1939), obras con las que destacó por su virtuosismo que parecía no tener barreras y una fuerza de ataque que a veces la crítica de la época parangonaba a la masculina; así, su baile selló parte del llamado estilo de Moscú, de un lirismo que rozaba lo épico, a veces de gruesos contrastes y acentos. Ella fue también la Jeanne de Las llamas de París en la versión moscovita; la Mirandolina (1949) de Vainonen (donde se transmutaba mágica y ligera hasta una soubrette, una versión en ballet narrativo de La locandiera de Carlo Goldoni). Brillante su Quiteria de Don Quijote (también de Gorski); su Aurora de La bella durmiente (en la versión de Asaf Messerer de 1940, donde fue también su partenaire) o su Masha de Cascanueces. Hizo una memorable Oksana en el Taras Bulba de Rostislav Zajárov; o la Tao-Hoa de La amapola roja de Leonid Lavrovski; la Paraasha en El jinete de bronce (1949, también de Zajarov). Revivió la Coppelia de Gorski adaptada por Evgenia Dolinskaia.

En medio del fragor de la II Guerra Mundial, se fue a bailar al frente. Para esas galas bajo las balas, Leonid Jacobson le montó unas miniaturas coreográficas que se podían bailar en escenarios improvisados en los campamentos. Poco después de la guerra se casó con un espía ruso que fue represaliado y murió confinado en un campo de internamiento, lo que marcó su carrera y su vida personal.

En la década de los sesenta, Olga fue enviada a Berlín Oriental para refundar el ballet de la Ópera de la ciudad dividida, donde montó clásicos como El lago de los cisnes. Esto creó una competencia y aceleró la creación dentro de la nueva ópera de Berlín Occidental de otra gran compañía de ballet. Se hizo famosa como gran maestra y viajó por todo el mundo.

Olga Lepechinskaia, en una imagen de 1985.AP

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